Orlando Mondrag¨®n: ¡°Hay m¨¢s similitudes que diferencias entre la psiquiatr¨ªa y la literatura¡±
El escritor, el primer menor de 30 a?os en ganar el Premio Loewe de Poes¨ªa, explora en su obra la relaci¨®n entre m¨¦dico y paciente antes y durante la covid-19
Un m¨¦dico y un poeta habitan la piel de Orlando Mondrag¨®n. El primero es fornido y viste con una camisa de rayas azules bien planchada, pantalones elegantes y zapatos marrones y puntiagudos. Del segundo asoman algunos rastros bajo la apariencia pulcra: un gran tatuaje en el brazo izquierdo, unos calcetines azul radiactivo con flamencos rosa fucsia dibujados. El m¨¦dico llega tarde a la entrevista porque se le ha alargado un turno en el Hospital Psiqui¨¢trico Fray Bernardino ?lvarez, donde es residente desde hace un par de a?os. El poeta se esconde tras unas gafas grandes, redondas y sonr¨ªe inc¨®modo durante la sesi¨®n de fotos. Ambos ¡ª¨¦l¡ª acaban de convertirse en el primer autor menor de 30 a?os en ganar el prestigioso Premio Loewe de Poes¨ªa.
En Cuadernos de patolog¨ªa humana, el poemario galardonado ¡ªque publicar¨¢ la editorial Visor en 2022 como parte del premio¡ª, Mondrag¨®n (Guerrero, 28 a?os) relata, ¡°desde la voz po¨¦tica, c¨®mo se enfrenta un cuidador a un cuerpo enfermo, esa relaci¨®n casi sui g¨¦neris¡±, tanto antes como durante la pandemia de coronavirus, explica el escritor, mientras apura un caf¨¦ helado en un establecimiento de la Colonia Santa Cruz Atoyac, en Ciudad de M¨¦xico.
La idea del libro naci¨® en 2018, aunque del proyecto original, confiesa, apenas queda nada. La experiencia de la covid-19 modific¨® su rumbo: ¡°Nos hizo darnos cuenta de que la relaci¨®n entre m¨¦dico y paciente no es unidireccional, como muchas veces quisi¨¦ramos creer. Fluye en ambos sentidos. Las historias de estos cuerpos dolientes nos trastocan, nos modifican, nos rompen. Quisi¨¦ramos que todo fuera indiferente, que fuera fr¨ªo y preciso, pero no es as¨ª. En la carrera nunca nos dicen que hay pacientes que nos van a hacer llorar, que nos van a dejar pensando en ellos mucho tiempo. La pandemia modific¨® esa concepci¨®n del m¨¦dico como un ente sin sentimientos¡±.
Adem¨¢s, al principio de la pandemia, cuando apenas hab¨ªa informaci¨®n sobre la enfermedad, cada paciente era una amenaza, un ser potencialmente contagioso: ¡°La relaci¨®n entre cuidador y enfermo se basaba en la confianza, el consuelo, el alivio. Ahora se hab¨ªa trastocado hacia el temor, el desconcierto, la desconfianza¡±. Una tarde, su entonces compa?ero de piso, tambi¨¦n m¨¦dico, lleg¨® a casa despu¨¦s de una guardia de m¨¢s de 36 horas. Llam¨® a la puerta de la habitaci¨®n de Mondrag¨®n.
¡ª?Puedo pasar?
¡ªClaro, entra.
¡ª?Me puedes dar un abrazo?
¡°Y cuando le abrac¨¦, comenz¨® a llorar con solo ese contacto f¨ªsico. Me dijo que ya estaba tronado, que no pod¨ªa m¨¢s, que no quer¨ªa ver a otra gente morir, y me impact¨® much¨ªsimo que esta situaci¨®n fuera de tal complejidad y magnitud¡±, relata Mondrag¨®n. Por historias como esa, para el autor escribir Cuadernos de patolog¨ªa humana, un libro donde la enfermedad, el dolor y la muerte son omnipresentes, fue algo m¨¢s cat¨¢rtico que tr¨¢gico. ¡°Una b¨²squeda de belleza en esas experiencias tan horribles, incomunicables e intransferibles que nos modifican como personas¡±.
Los dos Mondrag¨®n, el poeta y el m¨¦dico ¡ªdos vocaciones que han transcurrido entremezcladas en su vida, aliment¨¢ndose la una a la otra¡ª, decidieron especializarse en psiquiatr¨ªa porque, de todas las ramas de la medicina, era la que m¨¢s se le asemejaba a la literatura: ¡°La psiquiatr¨ªa se encarga de ver las anomal¨ªas del pensamiento y las emociones, y la historia de la poes¨ªa es eso. Adem¨¢s, todo lo que estudiamos es a trav¨¦s del habla, de la conversaci¨®n, es como una lectura acad¨¦mica. Hay m¨¢s similitudes que diferencias entre la psiquiatr¨ªa y la literatura, por eso me atrajo¡±. Para el autor, tambi¨¦n es una forma de autocuestionarse, de ¡°salir de la zona de confort¡±, de estar siempre con ¡°las emociones a flor de piel¡±.
Cuando le comunicaron que hab¨ªa ganado el Loewe, se encontraba en el ¨¢rea de coronavirus del hospital donde trabaja. Ese d¨ªa, el autor se recuerda raro. A ratos, muy alegre. A ratos, miraba el techo y pensaba, ¡°?y ahora qu¨¦?¡±. ¡°Es algo que todav¨ªa estoy procesando¡±, reconoce. Se r¨ªe y encoge de hombros cuando se le pregunta por la dotaci¨®n econ¨®mica que incluye el premio: 25.000 euros. Todav¨ªa no sabe muy bien que har¨¢ con ellos. De hecho, explica que, en parte, pudo presentar su poemario al concurso porque este a?o el env¨ªo era digital. ¡°En las ediciones anteriores ten¨ªas que mandarlo impreso, en formato libro, y a m¨ª me limit¨®, porque aqu¨ª en M¨¦xico hacer eso es car¨ªsimo, como 1.200 pesos (50 euros)¡±.
¡°En el nombre est¨¢ el destino¡±
Mondrag¨®n empez¨® a escribir cuando todav¨ªa era un chico de pueblo que cursaba la secundaria, atra¨ªdo por la s¨¢tira y el humor ¡°incorrecto y escatol¨®gico¡± de autores del Siglo de Oro espa?ol, como Francisco de Quevedo. A medida que crec¨ªa, evolucion¨® con ¨¦l su inter¨¦s por la poes¨ªa ¡°m¨¢s metaf¨ªsica, con temas como el amor, la muerte, el sentido de la vida, cosas as¨ª.¡±
Sus vocaciones le vienen desde ni?o. Sus padres eran profesores, lo que le permiti¨® tener un acceso f¨¢cil y temprano a la lectura. Adem¨¢s, tuvo su primera experiencia como sanador cuando se encarg¨® de cuidar a su abuelo, convaleciente. Pero el prestigio que todav¨ªa tiene la figura del m¨¦dico en las comunidades rurales, le hizo decantarse. ¡°En parte por eso me dediqu¨¦ a la medicina y no a la literatura¡±, resume. Aunque, podr¨ªa considerarse que lo suyo estaba escrito de antemano. Pas¨® su infancia y adolescencia en el Estado de Guerrero. Primero, en Zir¨¢ndaro de los Ch¨¢vez, llamado as¨ª por Ignacio Ch¨¢vez S¨¢nchez, considerado el padre de la cardiolog¨ªa en M¨¦xico. A los 12 a?os, se mud¨® a Ciudad Altamirano, que recibe su nombre por el novelista Ignacio Manuel Altamirano. ¡°Si como dec¨ªa [el poeta austr¨ªaco, Rainer Maria von] Rilke, en el nombre est¨¢ el destino, las ciudades donde viv¨ª fueron las que me predestinaron a estas dos terribles vocaciones¡±, bromea.
Desde los 18 a?os vive en Ciudad de M¨¦xico, aunque todav¨ªa se considera guerrerense. Ahora comparte piso con sus dos hermanas, que estudian finanzas. Con sus padres, que siguen en el pueblo, mantiene buena relaci¨®n, aunque no va ¡°muy seguido¡± a verles, dice, porque se marea en el autob¨²s. Su primera publicaci¨®n, Epicedio al padre (Elefanta, 2017), narraba la relaci¨®n entre padre, enfermo, e hijo, cuidador, atravesada por la homosexualidad de Mondrag¨®n, que su progenitor no entend¨ªa. ¡°Fue un poco r¨ªspido cuando yo me asum¨ª como gay. Fue dif¨ªcil durante un tiempo, hab¨ªa mucho que trabajar. Pero despu¨¦s de escribir el libro tuve otra apertura, fue como una cosa de sanaci¨®n. Ya soy mucho m¨¢s abierto con ellos¡±.
En esa obra ya aparec¨ªan muchas de sus inquietudes: la enfermedad, el rol de cuidador, la muerte. En este caso, el fallecimiento de su padre, un hecho ficticio, que le vali¨® para explorar esos sentimientos. ¡°Al poeta se le exige verdad, al contrario que al novelista o al cuentista. Pero creo que desde que uno empieza a escribir o a verbalizar la experiencia comienza la distorsi¨®n. Dec¨ªa el Premio Nobel irland¨¦s Seamus Heaney, que la paradoja de las artes es que son inventadas, pero al mismo tiempo revelan verdades acerca de lo que somos o podr¨ªamos llegar a ser. Y yo lo creo as¨ª tambi¨¦n, son como una especie de ilusi¨®n¡±.
En marzo viajar¨¢ a Espa?a, donde recibir¨¢ el premio en un acto oficial. Tambi¨¦n sobre esa fecha se publicar¨¢ su poemario. Hasta ese momento, Mondrag¨®n continuar¨¢ mezclando sus dos pasiones, como cuando en octubre del a?o pasado dirigi¨® un taller de poes¨ªa para otros m¨¦dicos que quer¨ªan reflejar sus experiencias durante la pandemia ¡ªel resultado se recogi¨® en el libro Primera L¨ªnea, publicado este septiembre por la Universidad Aut¨®noma Nacional de M¨¦xico¡ª.
Y, quiz¨¢, cuando en unos a?os haya corrido la tinta, y los vol¨²menes de medicina hayan explicado hasta la saciedad el coronavirus, sus consecuencias y sus causas, alguien cansado de las visiones acad¨¦micas descubrir¨¢ en alguna biblioteca Cuadernos de patolog¨ªa humana. Y entender¨¢, en esa cr¨®nica en verso, que la enfermedad, el dolor y la muerte tuvieron caras y rostros. Que entre las estad¨ªsticas oficiales, tambi¨¦n hab¨ªa poemas.
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