La guerra de los Jenkins

No existe en la historia reciente de la familia Jenkins un recuerdo agradable. Hay, en cambio, mucho rencor, acusaciones e insultos: de hermano a hermana, de madre a hijo, de vivo a muerto. Administradores de uno de los primeros fondos filantr¨®picos que han existido en M¨¦xico, la Fundaci¨®n Mary Street Jenkins, los herederos luchan desde hace casi 10 a?os por el control de su patrimonio, valorado en m¨¢s de 700 millones de d¨®lares, entre colegios, universidades, hoteles, acciones o centros comerciales.

Como ocurre en los conflictos enquistados, la batalla trasciende a los bienes en disputa y apunta al relato, qui¨¦n abusaba del dinero de la fundaci¨®n, qui¨¦n tom¨® malas decisiones financieras, qui¨¦n inici¨® las hostilidades, etc¨¦tera. As¨ª, una y otra parte manejan historias que apenas coinciden, m¨¢s que en las fechas de algunas reuniones, los lugares en que ocurrieron, el enunciado de las acusaciones o el acecho constante de la clase pol¨ªtica. Pero son coincidencias superficiales que esconden, bajo la piel, inercias contrarias.

En Puebla, la Fundaci¨®n Mary Street Jenkins es una instituci¨®n, como el Gobierno del Estado. Due?a de los clubes deportivos Alpha, del Colegio Americano, de la Universidad de las Am¨¦ricas Puebla (UDLAP), donante en la construcci¨®n del Museo Barroco, administradora de hoteles y del enorme centro comercial Tri¨¢ngulo Las ?nimas, su misi¨®n siempre ha sido ganar dinero para dedicarlo a la filantrop¨ªa. En sus primeros a?os, en la d¨¦cada de 1950, destin¨® su riqueza a los pobres, instal¨® redes de agua potable, construy¨® hospitales y escuelas p¨²blicas. Con los a?os todo ha cambiado y ahora la sociedad mira a la fundaci¨®n con suspicacia, m¨¢s despu¨¦s del embrollo con la UDLAP, v¨ªctima de la pelea entre los herederos y la intromisi¨®n del Gobierno local.

Hay una verdad de naturaleza procesal que resulta de momento incontestable. Una de las partes en pugna, la mayor¨ªa de los hermanos Jenkins y su madre, Elodia De Landa, viven desde finales del a?o pasado en California porque la justicia mexicana ha ordenado su captura. La Fiscal¨ªa General de la Rep¨²blica (FGR) les acusa de lavado de dinero, un delito que apunta a la primera parte del conflicto, aunque no directamente a su origen. Porque ah¨ª, en el origen, figuran fuerzas distintas, primarias: los egos de una familia de millonarios incapaces de ponerse de acuerdo.

En una entrevista hace unas semanas cerca de San Diego, California, De Landa y tres de sus cinco hijos acusaban a la otra parte, integrada ¨²nicamente por su hijo mayor y hermano de los dem¨¢s, Guillermo Jenkins de Landa, de haber dinamitado la fundaci¨®n. ¡°El da?o que ha hecho es incalculable¡±, dec¨ªa De Landa, de 83 a?os. Su hijo Roberto y sus dos hermanas, Margarita y Mar¨ªa Elodia, asent¨ªan. La ¨²ltima a?ad¨ªa: ¡°Abri¨® el apetito de mucha gente¡±.

D¨ªas m¨¢s tarde, en Ciudad de M¨¦xico, Guillermo, el primog¨¦nito, rechazaba las acusaciones de su madre y hermanos. Su discurso part¨ªa de una tesis, para ¨¦l, innegable. Sus hermanas, hermano, madre y padre -este cuando a¨²n viv¨ªa, muri¨® en 2016- se robaron el patrimonio de la fundaci¨®n. De hecho, fue una denuncia suya, presentada hace cinco a?os, la que ha mandado a sus familiares al extranjero. Huidos, dice ¨¦l. Refugiados, contestan los otros.

La parte amplia, la se?ora De Landa y sus hijos, explican que lo que hicieron no fue un robo sino un salvamento. En diciembre de 2014, el presidente de la fundaci¨®n, esposo de Elodia De Landa, Guillermo Jenkins Anstead, apret¨® el ¡°bot¨®n rojo¡±, como dice su hijo Roberto. Firm¨® un convenio para transferir pr¨¢cticamente todos los bienes del instituto a otra fundaci¨®n fuera de Puebla, su Estado de origen. Esa otra fundaci¨®n, controlada por Anstead, todos sus hijos menos Guillermo, y sus abogados, mud¨® luego su domicilio a Barbados y m¨¢s tarde a Panam¨¢, donde adem¨¢s cambi¨® de nombre.

Seg¨²n ellos, aquel movimiento trataba de poner a salvo los activos del instituto, ambicionados por el primog¨¦nito y por el Gobierno de Puebla, entonces bajo el control de Rafael Moreno Valle, del PAN. Para Guillermo Jenkins De Landa, la historia es bien distinta. ¡°Estos argumentos de que est¨¢n salvaguardando la instituci¨®n es lo m¨¢s cobarde que yo he escuchado. ?El fundador gan¨® todo su dinero en este pa¨ªs y se lo destin¨® a M¨¦xico!¡±, exclama.

El fundador

En la calle Dos Oriente de Puebla, encima de un Starbucks, el silencio de una rec¨¢mara vac¨ªa recuerda riquezas de otros tiempos. A la izquierda de la cama, dos iniciales y un apellido inscritos en una caja de caudales atraen la mirada. ¡°W. O. Jenkins¡±, lee. Es el nombre del fundador. Sobre su antiguo lecho, el viejo Jenkins mira desde una foto el fondo de la pieza, ensayando media sonrisa, dura como una tuerca, el gesto de un hombre que no ten¨ªa tiempo que perder.

Nacido en Tennessee a finales del siglo XIX, estudiante brillante, pol¨ªglota, Jenkins cruz¨® a M¨¦xico en el cambio de siglo acompa?ado de su mujer, Mary Street. Despu¨¦s de estancias en Monterrey y Zacatecas, llegaron a Puebla para asociarse con el due?o de una f¨¢brica de medias. Jenkins fue un extraordinario hombre de negocios. Controvertido, pol¨¦mico, amas¨® su fortuna en los a?os ca¨®ticos de la Revoluci¨®n, entre zapatistas y carrancistas, primero comprando y modernizando f¨¢bricas de calcetines, luego adquiriendo tierras a destajo y prestando dinero. M¨¢s tarde, con el pa¨ªs m¨¢s o menos pacificado, adquiri¨® un enorme ingenio azucarero que despu¨¦s ampli¨®. Con los a?os compr¨® bancos, salas de cine, tierras y m¨¢s tierras¡­

Jenkins nunca se libr¨® de la cr¨ªtica. Primero por explotador, luego por estadounidense y despu¨¦s por evasor. Al mismo tiempo, fue uno de los mayores contribuyentes privados al presupuesto poblano en su ¨¦poca. Le gustaba hacer donaciones para proyectos concretos, controlar que su dinero se gastara bien. Hizo amistad con gobernadores y presidentes. Era austero y protestante. En 1954 cre¨® la fundaci¨®n y a su muerte, en 1963, le don¨® todos sus bienes. En los 25 a?os posteriores, la fundaci¨®n don¨® m¨¢s de 150 millones de d¨®lares en proyectos filantr¨®picos, principalmente en Puebla.

Muchos de estos datos y m¨¢s aparecen en la monumental biograf¨ªa que el historiador brit¨¢nico Andrew Paxman dedic¨® a Jenkins hace unos a?os. Publicada en 2016, titulada En busca del se?or Jenkins: Dinero, poder y gringofobia en M¨¦xico, Paxman concluy¨® su obra justo cuando iniciaba la guerra de los Jenkins. En el libro, el autor explica que la decisi¨®n del fundador de dar todo su patrimonio a la fundaci¨®n era ¡°un intento de garantizar que el acceso f¨¢cil a la riqueza no corrompiera a su familia¡±.

Estos ¨²ltimos ocho a?os muestran sin embargo la marejada de improperios, denuncias y estrategias que han arrasado con las precauciones de William Jenkins. Desde las trincheras, ambas partes se?alan la ambici¨®n de los contrarios como origen de la lucha. Y despu¨¦s de la ambici¨®n, ambas partes denuncian igualmente malos manejos por parte de los otros. En una cosa coinciden. El principio del fin fue una reuni¨®n un s¨¢bado de enero de 2012, en un rancho cercano a Tepoztl¨¢n, a una hora y cuarto de Ciudad de M¨¦xico.

La reuni¨®n

¡°?A m¨ª no me avisaron de nada!¡±, exclama Guillermo Jenkins De Landa, de 62 a?os, en su oficina de avenida Prado Sur, en Lomas de Chapultepec, uno de los barrios m¨¢s exclusivos de la capital. Se refiere a la reuni¨®n del rancho, aquella junta informal que deb¨ªa servir para limar asperezas, pero que acab¨® con ¨¦l y su hermano a los golpes, separados por sus padres, uno conducido a la capilla de la hacienda y otro a la palapa de la alberca.

¡°Uno de los patronos de la fundaci¨®n propuso reunirnos de manera informal para hacer un brainstorming, para ver c¨®mo ¨ªbamos a hacer los donativos de este a?o¡±, explica el primog¨¦nito. Todos llegaron el viernes a dormir, pero Guillermo lo hizo el s¨¢bado, minutos antes de juntarse. Este aspecto marca la primera discrepancia entre los relatos de ambas partes, el aviso. El motivo de la convocatoria marca el segundo y las historias entonces se separan para siempre.

En San Diego, Roberto Jenkins De Landa, un hombre grande y energ¨¦tico de 61 a?os, asegura que su hermano estaba avisado y que, como sol¨ªa hacer por entonces, evit¨® llegar como los dem¨¢s con la ¨²nica intenci¨®n de hacer un desplante. Sobre la convocatoria, el hermano peque?o explica que todos sab¨ªan que la reuni¨®n no ten¨ªa que ver con los donativos, sino con un cambio en el funcionamiento del patronato de la fundaci¨®n que hab¨ªa propuesto el jefe familiar, Guillermo Jenkins Anstead.

Fuera como fuera, el hijo mayor se opon¨ªa a los cambios. Anstead pretend¨ªa ampliar el patronato de cinco a siete integrantes, incorporar a todos los hijos, juntarlos con Roberto y Guillermo, miembros desde 2002. Guillermo era adem¨¢s el secretario del patronato. Su padre quer¨ªa tambi¨¦n que la presidencia fuera rotativa, cambiar la sede de la fundaci¨®n -que hasta entonces funcionaba en el despacho de Guillermo, en Prado Sur- y evitar que mayores de 80 a?os coparan el patronato y ocuparan la jefatura.

Cuando la junta empez¨® y el padre plante¨® sus propuestas, Guillermo ¡°se puso como loco¡±, dice Roberto. Escuch¨® y protest¨® ante cada una, pero ¡°explot¨®¡± cuando oy¨® que sus otros tres hermanos entrar¨ªan al patronato. ¡°Ah¨ª le dijo a mi pap¨¢ que ¨¦l no pod¨ªa hacer eso¡±, dice Roberto. Elodia De Landa a?ade: ¡°Tu pap¨¢ peg¨® un manotazo en la mesa y dijo, ¡®?qu¨¦ crees, que soy pendejo? Si les estoy diciendo esto es porque tengo el sart¨¦n por el mango¡±. Roberto dice que fue entonces, por un comentario de su hermano a su madre, cuando llegaron a las manos.

El primog¨¦nito explica que la incorporaci¨®n de sus hermanos al patronato se convirti¨® efectivamente en un tema delicado. ¡°Ellos quer¨ªan ampliarlo porque dec¨ªan que la fundaci¨®n hab¨ªa crecido mucho¡±, explica. ¡°?Claro que hab¨ªa crecido! ?Sabes por qu¨¦? Porque el que m¨¢s chambeaba era yo. El ¨²nico que hacia algo de todos¡±, defiende. El d¨ªa del rancho, al escuchar la propuesta de sus hermanos, Guillermo se?al¨® los estatutos. Dijo que no cre¨ªa que tuvieran la suficiente ¡°solvencia moral¡± para integrarse, requisito para los nuevos patronos. Aquello de la solvencia moral acab¨® por descomponer los nervios de los presentes. La junta concluy¨®. De alguna forma, todos se juntaron para comer y acabando, Guillermo se fue.

Hubo reuniones del patronato en los meses posteriores, pero solo sirvieron para que la desconfianza y la inquina nacidas en el rancho se consolidaran e impidieran cualquier acercamiento. Roberto dice que su padre empez¨® a repasar cuentas, contratos e inversiones de los a?os anteriores, tiempo en que su hermano se hab¨ªa encargado del d¨ªa a d¨ªa de la fundaci¨®n. ¡°Ah¨ª vio que estaba abusando¡±, dice Roberto, que pone el ejemplo de unas p¨®lizas que Guillermo, agente de seguros, hab¨ªa vendido a inmuebles o negocios del instituto con sobreprecio. Luego a?ade el sueldo exagerado que un presunto amigo de Guillermo cobr¨® en el desarrollo de un centro comercial en Puebla. Poco m¨¢s.

Guillermo asegura que ¨¦l nunca se llev¨® un peso de la fundaci¨®n y acusa al resto de su familia de hacer negocios a costa del patrimonio de William Jenkins. Pone algunos ejemplos concretos, como la adquisici¨®n de un predio en Paseo de la Reforma, en 2010, que la fundaci¨®n compr¨® a una empresa propiedad de sus padres, compa?¨ªa que hab¨ªa comprado el predio semanas antes por 14 millones de d¨®lares menos. La otra parte reconoce la compra, pero asegura que entre la adquisici¨®n y la venta del predio a la fundaci¨®n, la empresa hab¨ªa conseguido permisos, licencias y hab¨ªa solucionado una serie de problemas para que el instituto, ya con el predio, pudiera construir su edificio sin problema.

En los m¨¢s de dos meses dedicados a hablar con ambas partes, leer el libro de Paxman, analizar documentos judiciales y repasar algunos de los episodios ocurridos estos a?os con abogados de uno y otro lado, las pruebas concretas resultan huidizas. Ni la parte amplia ha aportado evidencia del presunto lucro de Guillermo con los seguros, ni el primog¨¦nito ha detallado a qu¨¦ se refiere cuando repite que ¡°ellos¡±, su familia, ¡°entend¨ªan que el patrimonio de la fundaci¨®n era su herencia negada¡±.

La expulsi¨®n

Durante la investigaci¨®n para su libro, Paxman entrevist¨® a 17 integrantes de la familia Jenkins. Visto en retrospectiva, el historiador maneja una teor¨ªa del origen del conflicto que apunta precisamente a los egos del padre y su hijo mayor, uno inflado, el otro herido. ¡°Alrededor del momento en que expuls¨® a su hijo Guillermo de la fundaci¨®n, Anstead Jenkins inform¨® a sus parientes de que se consideraba el heredero de su abuelo¡±, argumenta.

La expulsi¨®n de Guillermo Jenkins lleg¨® a?o y medio despu¨¦s de la junta del rancho. Su padre, madre y hermano le sacaron del patronato y los consejos directivos de las empresas de la fundaci¨®n. Roberto Jenkins explica que por entonces, su hermano andaba expandiendo el rumor de que su padre estaba senil. Guillermo dice que su familia inici¨® una campa?a que da?¨® su reputaci¨®n como agente de seguros.

Los argumentos del primog¨¦nito reflejan los de Paxman. Para ¨¦l, su padre asumi¨® un papel que no le tocaba, estableciendo una continuidad entre ¨¦l y el fundador, como si ambos fueran lo mismo. ¡°En la calle Dos Oriente, ah¨ª en Puebla, hay un museo, pero es un museo dedicado a mi pap¨¢. No al bisabuelo¡­ Lo ponen, s¨ª, pero como el bisabuelito y as¨ª. Y a mi pap¨¢ lo ponen como el gran fil¨¢ntropo, pero no, ¨¦l no lo fue. No puso un peso del dinero. No veo por qu¨¦ hicieron eso¡±, critica.

Movimiento extraordinario en la historia de la fundaci¨®n, la expulsi¨®n de Guillermo hijo en junio de 2013 abri¨® un periodo inquietante. Para ¨¦l fue un despertar a una realidad en la que el resto de su familia le hab¨ªa traicionado; el principio de un camino de denuncias y demandas, primero ante autoridades civiles en Puebla y luego ante la FGR. La otra parte entendi¨® la nueva etapa como una trampa en la que ellos, la fundaci¨®n y sus activos se hab¨ªan convertido en una presa. El depredador, explican, era el mismo Gobierno de Puebla.

Roberto Jenkins narra que de agosto de 2013 a diciembre de 2014, funcionarios del Gobierno de Puebla les trataron de ¡°extorsionar¡± varias veces, en connivencia con su hermano. ?l menciona concretamente al secretario de Gobierno de la administraci¨®n de Moreno Valle, Luis Maldonado, ya fallecido, igual que el gobernador. El hermano menor dice que en agosto de 2013, su abogado les entreg¨® una carta supuestamente de Guillermo. ¡°Fue su primera extorsi¨®n¡±, explica.

En la carta, que Roberto ley¨® en San Diego durante la entrevista, su hermano exig¨ªa supuestamente la entrega del Colegio Americano de Puebla, valorado en algo m¨¢s de 30 millones de d¨®lares, adem¨¢s de otros 36 millones para su funcionamiento. Guillermo niega haber enviado ninguna carta y dice que la entrega del Colegio Americano estuvo sobre la mesa, pero no a instancia suya, sino del Gobierno estatal, encabezado para el caso por Maldonado. Una forma de solucionar el conflicto.

Roberto asegura que con el paso de los meses su hermano Guillermo les hizo llegar m¨¢s cartas. En una, Guillermo supuestamente les ped¨ªa el control de la UDLAP, una universidad que recibe al a?o casi a 10.000 alumnos y cuyo campus est¨¢ valorado en m¨¢s de 100 millones de d¨®lares. Guillermo niega de nuevo su autor¨ªa y dice que las propuestas ven¨ªan de Maldonado, una especie de compensaci¨®n por su expulsi¨®n de la fundaci¨®n.

Durante todo ese tiempo, adem¨¢s de las propuestas del colegio y la universidad, hubo varias reuniones entre abogados de uno y otro lado, con la mediaci¨®n de integrantes del Gobierno local. Si bien Roberto asume que su hermano andaba detr¨¢s de las propuestas, sus abogados apuntan un protagonismo creciente del Gobierno de Puebla con el paso de los meses. ¡°Ellos quer¨ªan quedarse con la UDLAP¡±, dice Alejandro Gonz¨¢lez, uno de ellos.

La denuncia

La parte amplia asegura que en 2014 las presiones del Gobierno estatal se sent¨ªan cada vez m¨¢s intensas. De acuerdo a Roberto, su madre y hermanas, la Junta para el Cuidado de las Instituciones de Asistencia Privada del Estado de Puebla, ¨®rgano que debe mediar en conflictos en fundaciones, apoyaba las supuestas exigencias de Guillermo. El primog¨¦nito lo niega y se?ala que desde el a?o anterior hab¨ªa presentado varias denuncias ante la misma junta por su expulsi¨®n de la fundaci¨®n. La junta, dice, nunca le hizo caso.

Como ocurre con casi todas las partes del conflicto, resulta dif¨ªcil saber qui¨¦n tiene raz¨®n. La mayor¨ªa de personas que podr¨ªan arrojar algo de luz sobre aquel a?o y medio integran alguno de los bandos en pugna. Los que no, o bien est¨¢n muertos o prefieren no hablar. EL PA?S contact¨® por ejemplo al presidente de la junta que lidi¨® con la guerra en 2014, Gustavo Garmendia. Aunque al principio accedi¨® a hablar, luego dej¨® de atender las llamadas y contestar los mensajes.

Para la parte amplia, la exigencia de entregar la UDLAP, en la segunda mitad de 2014, marc¨® la ruptura definitiva. La universidad es una de las joyas de la fundaci¨®n y perderla era una posibilidad inadmisible. Con sus abogados, dise?aron un convenio con una fundaci¨®n hermana, creada a?os antes en Aguascalientes, para donarle todos sus bienes y as¨ª escapar de las garras de la junta y el Gobierno del Puebla.

Guillermo y su abogado, Carlos Serna, explican que no supieron del convenio hasta despu¨¦s de que se firm¨® e hizo efectivo, en diciembre de 2014. ¡°La ¨²ltima reuni¨®n con la otra parte la tuvimos por ah¨ª de octubre¡±, dice Serna. ¡°Hab¨ªamos quedado para tener la siguiente en diciembre. Pero nos llam¨® Maldonado y dijo, ¡®oigan no vengan, acaban de cancelar¡¯. Esto fue a principios de diciembre de 2014. ?Sabes qu¨¦ pas¨®? Que acababan de escriturar el ¨²ltimo inmueble y se iban a Barbados. Para eso necesitaban tiempo¡±, razona.

En 2016, Guillermo Jenkins De Landa denunci¨® a su pap¨¢, su mam¨¢, sus hermanos y abogados por fraude y operaciones con recursos de procedencia il¨ªcita. Para ¨¦l, esa donaci¨®n de los bienes de la fundaci¨®n era un delito y respond¨ªa a la l¨®gica de su padre, que se consideraba heredero del abuelo. No en vano, el fundador, que solo tuvo hijas, adopt¨® a Guillermo Anstead como hijo propio cuando este era peque?o. De ah¨ª que a veces aparezca en los documentos como Guillermo Jenkins Anstead. Y de ah¨ª que pudiera considerarse con derechos sobre sus t¨ªas-hermanas, m¨¢s a¨²n sobre sus hijos o sobrinos-primos.

Dos a?os despu¨¦s, la FGR decidi¨® archivar la denuncia de Guillermo. En el documento, al que ha tenido acceso este diario, los investigadores estiman que ¡°el contrato de donaci¨®n no es il¨ªcito, ni tampoco los actos relacionados¡±. M¨¢s a¨²n, la Fiscal¨ªa se?ala que Guillermo ni siquiera podr¨ªa ser v¨ªctima de delito alguno, ya que ¨¦l ni siquiera formaba parte del patronato de la fundaci¨®n en el momento de la donaci¨®n. El primog¨¦nito recurri¨® la decisi¨®n de la Fiscal¨ªa de todas las formas posibles, intentos que fracasaron durante a?os.

La sacudida

Algo cambi¨® sin embargo a mediados de 2020. El relevo en la Administraci¨®n federal, en el Gobierno de Puebla y en la propia Fiscal¨ªa, que se convert¨ªa en un ente aut¨®nomo, sacudi¨® los cimientos del caso. En junio, el subprocurador especializado en Investigaci¨®n de Delitos Federales, Juan Ramos, mano derecha del fiscal, Alejandro Gertz, orden¨® revocar el archivo de la denuncia de Guillermo Jenkins De Landa. Ramos consideraba que el archivo conten¨ªa ¡°irregularidades¡±. La primera, que el archivo no estaba debidamente ¡°fundado y motivado¡±.

Para Roberto Jenkins y los dem¨¢s, este movimiento no era solo irregular -insisten en que un fiscal no puede revocar el archivo, debe hacerlo un juez- sino que respond¨ªa en realidad a un viejo conflicto entre el propio fiscal y la UDLAP. Antes del cambio de siglo, la UDLAP se hab¨ªa partido en dos. El campus grande, el prestigio y la financiaci¨®n de la fundaci¨®n Mary Street Jenkins permanecieron en Puebla, mientras que una parte de los profesores se fueron a Ciudad de M¨¦xico, constituyendo la UDLA A. C., asociaci¨®n civil. O se volvieron en realidad, porque la UDLAP hab¨ªa nacido en la d¨¦cada de 1940 a partir de una peque?a universidad, el Mexico City College, que se mud¨® de Ciudad de M¨¦xico a Puebla.

En cualquier caso, el fiscal Gertz, que hab¨ªa fungido de secretario de seguridad durante el Gobierno de Vicente Fox, se convirti¨® en rector de la UDLA ,A. C. en 2007. Inici¨® entonces una pugna con la UDLAP por el uso del logo y la marca comercial. Juan Ramos fungi¨® de apoderado legal de la UDLA, A. C. El caso lleg¨® a los tribunales y al Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial. En entrevista con EL PA?S, el rector de la UDLAP con licencia, Luis Ernesto Derbez, evit¨® opinar sobre el posible v¨ªnculo de la revocaci¨®n del archivo con el caso de la UDLA, A. C. ¡°La batalla con Gertz se dirimi¨® en tribunales y qued¨® claro desde hace tiempo¡±, dijo.

La FGR desglos¨® parte de la investigaci¨®n -la que ten¨ªa que ver con un posible delito de fraude- y la mando a la Fiscal¨ªa de Puebla. En febrero de 2021, los investigadores federales obtuvieron ¨®rdenes de detenci¨®n de un juez contra Roberto Jenkins, su mam¨¢, sus hermanas y sus abogados por un delito de operaciones con recursos de procedencia il¨ªcita. Para entonces, la parte amplia ya hab¨ªa salido de M¨¦xico. De hecho, hab¨ªan volado meses antes a la parte sur de California, ante el aviso de su abogado. ¡°Van por ustedes¡±, les dijo, ¡°tienen que salir de aqu¨ª¡±.

Ante las ¨®rdenes de aprehensi¨®n, la junta en Puebla, ya bajo el dominio del nuevo gobernador, el morenista Miguel Barbosa, orden¨® la destituci¨®n de Roberto y familia de los patronatos de la Fundaci¨®n Mary Street Jenkins y su fundaci¨®n hermana, la FUDLAP, que controla la universidad. Aunque Roberto y los dem¨¢s hab¨ªan donado todos los bienes de la fundaci¨®n a otro instituto en Aguascalientes, aseguran que nunca llegaron a donar tambi¨¦n el campus del centro educativo, en manos de la fundaci¨®n original. ¡°Nunca pensamos que pudieran llegar a tomar la universidad¡±, explica el abogado Alejandro Gonz¨¢lez.

Como explic¨® EL PA?S en la primera nota sobre el caso Jenkins-UDLAP, el futuro de la universidad es incierto. En junio, un juez concedi¨® a la junta una serie de medidas cautelares que le permit¨ªa nombrar nuevos patronos e intervenir el centro educativo. Pero hace una semana, ese mismo juez revoc¨® estas medidas, por lo que la universidad volver¨¢ a manos de la parte amplia, al menos mientras se dirime el fondo del asunto, el caso por presuntas operaciones con recursos de procedencia il¨ªcita y la variante poblana del proceso, esta por fraude.

En su oficina de Prado Sur, Guillermo Jenkins de Landa lanza con rabia: ¡°Ahora se hacen las v¨ªctimas¡±. Se refiere a su familia. ¡°El d¨ªa que me sacaron de la fundaci¨®n, mi esposa me dijo, ¡®?sabes qu¨¦? Eso es porque se quieren robar la fundaci¨®n¡¯. Y yo dec¨ªa, ¡®no, est¨¢s loca, es imposible¡¯. Hasta me pele¨¦ con ella. Y pas¨® el tiempo y hoy por hoy est¨¢n las muestras de que s¨ª es cierto¡±, zanja.

En una casa al norte de San Diego, cuartel general del resto de la familia, Elodia de Landa niega las acusaciones de su hijo. ¡°En el testamento del se?or Jenkins dice que en un momento dado, si la fundaci¨®n se ve amenazada, por la causa que sea, se puede disolver, ?ok? Nosotros no queremos extinguirla, estamos luchando para que siga, pero si no, ah¨ª est¨¢ la cl¨¢usula¡±, dice.

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