Los 56 minutos que destaparon el asesinato de los hermanos Tirado y su t¨ªo en la colonia Roma
EL PA?S accede en exclusiva al informe de los dos agentes que primero llegaron a la escena del crimen: ¡°Escuchamos un grito de auxilio de la voz de una femenina¡±.
Son las 13.52 de un domingo de diciembre. El sol de invierno pega sin quemar demasiado sobre la Roma. Ciudad de M¨¦xico bulle estos d¨ªas con ambiente prenavide?o. Un coche de polic¨ªa patrulla las calles de Campeche y Medell¨ªn entre el aparente sopor de la tarde. El d¨ªa anterior, dos j¨®venes, los hermanos Andr¨¦s y Jorge Tirado (27 y 35 a?os), desaparecieron en el barrio. A esa hora, el veh¨ªculo de la Secretar¨ªa de Seguridad Ciudadana recibe una llamada de emergencia por radio. ¡°Nos dicen que pas¨¢ramos a Insurgentes 420¡å, se lee en el informe policial al que EL PA?S ha tenido acceso en exclusiva. La patrulla conduce hacia el lugar, donde un hombre les pide ayuda. No sabe nada de sus padres desde el d¨ªa anterior y est¨¢ preocupado. Se dirigen con ¨¦l a la direcci¨®n donde sus progenitores residen, Medell¨ªn 113. Probablemente piensan que se trata de un trabajo rutinario. Menos de una hora despu¨¦s, tres cad¨¢veres aparecen en una bodega de la casa.
Los cuerpos pertenecen a los dos hermanos desaparecidos y a su t¨ªo, Jos¨¦ Luis Gonz¨¢lez (73 a?os). El hombre que llam¨® a la polic¨ªa es hijo de Gonz¨¢lez y de la ¨²nica superviviente del crimen, Mar¨ªa Margarita Ochoa (72 a?os). Su llamada fue la pista definitiva que destap¨® los brutales asesinatos de Medell¨ªn 113: un secuestro de m¨¢s de 48 horas que acab¨® con el homicidio de los tres hombres y torturas contra Ochoa. Tres de los presuntos culpables ¡ªBlanca Hilda Abrego (64 a?os, madre), Sally Mechaell Arenas (43, hija) y Randy Arenas (unos 20, nieto)¡ª conviv¨ªan con las v¨ªctimas. En total, hay cinco detenidos ¡ªcon Azuher Lara (37, pareja de Sally) y otra persona de su entorno, identificada como Rebeca¡ª, aunque la Fiscal¨ªa cree que podr¨ªa haber m¨¢s c¨®mplices. El Ministerio P¨²blico considera que su objetivo era hacerse con la propiedad del inmueble en el que sucedieron los hechos, una vieja pero se?orial casa de dos plantas, herencia de Ochoa, ubicada en uno de los barrios m¨¢s cotizados de la ciudad.
Cuando los dos polic¨ªas llegan a Insurgentes 420, a las 13.54, el hijo de Ochoa y Gonz¨¢lez les explica que ha venido a la ciudad porque sus padres desaparecieron el viernes 16, dos d¨ªas atr¨¢s. Esa misma tarde interpuso una denuncia, pero algo raro pas¨®: recibi¨® una llamada de Abrego, a la que conoce porque la mujer vive en Medell¨ªn 113 desde 2004, en calidad de enfermera a tiempo completo de un hermano de Ochoa, fallecido en mayo ¡ªOchoa y su marido, residentes de Jalisco, se mudaron a la casa para regularizar la venta, y acogieron temporalmente a sus sobrinos¡ª. Abrego pone a Ochoa al tel¨¦fono, que le dice a su hijo que se encuentra bien. Pero ¨¦l nota un deje extra?o en su voz.
Inquieto, al d¨ªa siguiente el hombre vuelve a llamar a Abrego, que no contesta a la primera. Prueba con n¨²mero distinto con mejor suerte. La mujer le explica que sus padres han salido, pero que le avisar¨ªa cuando volvieran. Nunca llega a pasar. El hombre se inquieta y vuela a la Ciudad de M¨¦xico. A las 22.40 del s¨¢bado ya est¨¢ frente a las puertas negras de Medell¨ªn 113. ¡°Al intentar abrir se percata que la puerta se encontraba atrancada, es por esa raz¨®n que nuevamente se comunica con la se?ora Blanca Hilda Abrego¡±, contin¨²a el expediente. La enfermera se justifica: dice que no puede abrir porque Ochoa le ha pedido que no deje entrar a nadie. El hombre no puede creerlo. Todo es m¨¢s y m¨¢s raro por momentos.
El domingo la situaci¨®n da otro vuelco. A las 13.30, el hijo de Ochoa recibe una llamada de Abrego: ¡°No digas nada, ni d¨®nde est¨¢s. Yo voy a salir y me esperas en la esquina. Ahorita te explico¡±. ?l responde que no est¨¢ cerca de la casa, pero en ese momento escucha de fondo la voz velada de su madre al otro lado del tel¨¦fono: ¡°?Hijo! ?Hijo!¡±. La llamada se corta. ?l reacciona llamando a Emergencias, que movilizan al coche patrulla m¨¢s cercano: el que ahora est¨¢ con ¨¦l en Insurgentes 420.
¡°El denunciante nos solicita el apoyo para verificar la situaci¨®n de sus familiares, pidiendo que lo acompa?¨¢ramos al domicilio referido con la finalidad de cerciorarse de que estuvieran bien¡±, contin¨²a el expediente. Los dos polic¨ªas, un hombre y una mujer, llegan junto al hijo de Ochoa a Medell¨ªn 113 a las 14.00. El civil llama a la puerta. Sala una persona de ¡°sexo femenino, complexi¨®n robusta, de tez morena, 1,55 metros de altura, cabello corto de color negro, pantal¨®n de color rojo, blusa florada de color azul, chaleco de color azul¡±, describe el informe. Es Abrego.
¡°De manera inmediata a que ingresa el denunciante, escuchamos del interior de la planta baja un grito de auxilio de la voz de una femenina y seguido de este se escucha como el denunciante grita: ¡®?Mama!¡¯¡±. Uno de los agentes entra corriendo tras ¨¦l, la otra se queda vigilando la puerta. El polic¨ªa irrumpe en el sal¨®n, donde se encuentra con Ochoa ¡°en silla de ruedas de color negro y cromado, maniatada de las manos y de los pies con cinta adhesiva color gris¡±. A un metro y medio ve tambi¨¦n a Azuher Lara, Sally Mechaell Arenas y su hijo de tres a?os.
El hijo de Ochoa le quita la mordaza a su madre, que denuncia que Abrego, Arenas y Lara la tienen secuestrada. La mujer no sabe si sus sobrinos y su esposo est¨¢n en la casa o les han llevado a otro lugar. Los sospechosos son arrestados al momento. La polic¨ªa inspecciona el resto de la vivienda en busca de los hermanos Tirado y Gonz¨¢lez, ¡°ante la sospecha razonada de que el resto de v¨ªctimas pudieran encontrarse al interior del inmueble¡±. Al fondo, a la derecha, en una bodega estrecha, encuentran los tres cad¨¢veres, cubiertos ¡°por un pl¨¢stico tipo mantel blanco con transparencias¡±. ¡°Los cuerpos estaban encintados de boca, cara, manos y pies con cinta gris¡±, indica el informe. Llevaban muertos desde el viernes. Son las 14.48 de un domingo de diciembre.
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