La degradaci¨®n de la pol¨ªtica
En el discurso sobre el estado de la Naci¨®n del presidente Biden qued¨® de manifiesto el radicalismo partisano que comienza a rayar en la histeria en las sociedades pol¨ªticas de nuestros d¨ªas, algo que ilustra la degradaci¨®n que experimenta la pol¨ªtica en el mundo
En el discurso sobre el estado de la Naci¨®n, presentado en el capitolio por el presidente Joe Biden este martes, qued¨® de manifiesto, quiz¨¢ como nunca, el radicalismo partisano que comienza a rayar en la histeria en las sociedades pol¨ªticas de nuestros d¨ªas. Un s¨ªntoma que ilustra la preocupante degradaci¨®n que experimenta la pol¨ªtica en el mundo. Es cierto que, ahora y siempre, en todos los parlamentos una porci¨®n del recinto suele aplaudir de man...
En el discurso sobre el estado de la Naci¨®n, presentado en el capitolio por el presidente Joe Biden este martes, qued¨® de manifiesto, quiz¨¢ como nunca, el radicalismo partisano que comienza a rayar en la histeria en las sociedades pol¨ªticas de nuestros d¨ªas. Un s¨ªntoma que ilustra la preocupante degradaci¨®n que experimenta la pol¨ªtica en el mundo. Es cierto que, ahora y siempre, en todos los parlamentos una porci¨®n del recinto suele aplaudir de manera entusiasta, mientras la otra muestra su molestia, como resultado de las militancias partidistas. Estados Unidos, como M¨¦xico, no son la excepci¨®n. Pero las im¨¢genes de la sesi¨®n de este martes fueron pat¨¦ticas. Los republicanos nunca aplaudieron al presidente Biden, incluso frente a planteamientos de Estado o de inter¨¦s bipartidista (solo la menci¨®n de v¨ªctimas y h¨¦roes de la violencia, que estaban presentes, arranc¨® alg¨²n aplauso de su parte).
Parece cosa menor, pero lo que revela es muy significativo: para los republicanos Biden es ante todo un l¨ªder dem¨®crata, un rival, y secundariamente presidente de Estados Unidos. Una ruptura de los criterios del pasado, cuando se entend¨ªa que hab¨ªa momentos en que el mandatario, independientemente del partido al que perteneciera, era el jefe de Gobierno en funciones y se le trataba como tal. Ya no.
Esto es reflejo, insisto, de algo m¨¢s grave. A partir de la primera campa?a de Donald Trump qued¨® en claro que el atajo m¨¢s corto para conseguir votos no era la construcci¨®n de propuestas para mejorar al pa¨ªs, sino la degradaci¨®n del contrario, la inflamaci¨®n de los miedos y los resentimientos en el votante. Resultaba mucho m¨¢s f¨¢cil enlodar al rival en la contienda que construir argumentos s¨®lidos sobre los problemas de la comunidad. La satanizaci¨®n del rival hasta la abyecci¨®n lleva a los votantes a asumir que el personaje denostado es a tal punto perverso o incapaz, que su triunfo no puede ser m¨¢s que resultado de un fraude. Y en todo caso, se asume que, haya triunfado legal o ilegalmente, es un imperativo moral impedir que gobierne.
Lo que sucedi¨® en Brasilia, copia calcada de lo que pas¨® casi dos a?os antes en Washington, cuando ciudadanos encolerizados intentaron evitar que el presidente elegido ascendiera al poder, es producto de este fen¨®meno. Una cosa es entender que venci¨® un candidato de ideas e intenciones con las que no se est¨¢ de acuerdo; otra distinta es asumir que el personaje es tan deleznable que constituye un deber patri¨®tico impedir que ejerza el poder.
La guerra sucia en las campa?as electorales siempre ha existido, desde luego. Pero era una especie de subtexto, por debajo del debate pol¨ªtico y la confrontaci¨®n de programas y agendas. La novedad es que esta batalla antes subterr¨¢nea ha terminado por convertirse en la parte dominante. La competencia electoral cada vez es menos una exhibici¨®n de alternativas distintas de cara al mercado pol¨ªtico o al proyecto de naci¨®n y cada vez m¨¢s una batalla de estrategias de enlodamiento entre los cuartos de guerra de los contendientes. Un esc¨¢ndalo, convenientemente manejado en redes y medios, puede ser m¨¢s que suficiente para voltear una tendencia en la intenci¨®n del voto. Un resentimiento o un prejuicio ¡°bien¡± trabajado ahorra millones en publicidad o en esfuerzos para construir proyectos viables. Vincular los miedos del votante a un rasgo del rival produce milagros: ¡°inundar¨¢ de migrantes al pa¨ªs¡±, ¡°subir¨¢ impuestos y expropiar¨¢ negocios¡± o, por el contrario, ¡°suprimir¨¢ sindicatos¡±, ¡°disminuir¨¢ salarios¡±. Ya no digamos los rasgos estrictamente personales redefinidos, si es posible, en t¨¦rminos abominables.
Las redes sociales, a pesar de sus muchas virtudes en otros aspectos, han sido el caldo de cultivo perfecto para esta forma de conversaci¨®n p¨²blica sobre la cosa pol¨ªtica. La viralidad que obtienen los mensajes negativos, el ¨¦xito de la burla, el anonimato en la acusaci¨®n, la pseudo informaci¨®n o la informaci¨®n entretenimiento, la posibilidad de generar bots y utilizar influencers para empujar estos mensajes, est¨¢n transformando para peor los procesos electorales. En teor¨ªa, el buen funcionamiento de la democracia exige que los ciudadanos est¨¦n en condiciones de conocer las opciones que se disputan el poder, para elegir a un candidato de acuerdo con sus intereses y convicciones. El abuso del marketing y el poder del dinero que experimentamos ya hab¨ªa comprometido esa posibilidad. Pero lo que estamos viendo ahora es un descenso adicional que termina por comprometer el sentido mismo de una elecci¨®n. La degradaci¨®n de la pol¨ªtica que, por lo dem¨¢s, de por s¨ª, nunca fue precisamente honorable.
Y, dicho sea de paso, he tomado este tema de fondo para construir una historia que desvela los entresijos de un cuarto de guerra en tiempos electorales. El Dilema de Pen¨¦lope, es un thriller pol¨ªtico que sigue el caso de una mujer que inadvertidamente se entera de un plan secreto e infame para ganar las elecciones presidenciales. Pen¨¦lope se encuentra en el dilema de salvar su vida y mantenerse al margen o hacer algo para exhibir la tragedia en curso. Un pretexto que me ha servido para poner en movimiento las ideas descritas arriba. En estos d¨ªas he estado presentando esta, que es mi quinta novela.
Nota: Un comentario respecto a las notas publicadas a partir del juicio que se sigue a Genaro Garc¨ªa Luna, seg¨²n las cuales una presunta publicidad del Gobierno de Coahuila contratada en el diario El Universal habr¨ªa sido financiada por el narco para procurar una cobertura favorable al entonces secretario de Seguridad. M¨¢s all¨¢ de las precisiones que ya ha realizado ese diario, comparto lo siguiente: de septiembre de 2008 a octubre de 2010 estuve a cargo de la Direcci¨®n Editorial de El Universal, durante dos de los seis a?os del sexenio de Felipe Calder¨®n; es decir, parte del per¨ªodo al que se refiere el criminal que hace la acusaci¨®n. Con el equipo que me acompa?¨® ejercimos una l¨ªnea independiente y cr¨ªtica frente a la administraci¨®n p¨²blica, como podr¨¢ observar quien se tome la molestia de ver los archivos correspondientes. No conozco personalmente a los exgobernadores Rub¨¦n o Humberto Moreira o a Genaro Garc¨ªa Luna, personajes cuyo desempe?o he cuestionado en repetidas ocasiones en mis columnas y cuyos excesos y errores fueron puntualmente recogidos en notas y reportajes en el propio diario. Durante el per¨ªodo en que fui director nunca recib¨ª observaci¨®n alguna por parte de la empresa o su due?o sobre la cobertura respecto al secretario de Seguridad P¨²blica, o para el caso la administraci¨®n calderonista.
@jorgezepedap
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