Dentro de la c¨¢rcel con Pablo L¨®pez Alavez, 13 a?os preso por un crimen que no cometi¨®: ¡°Espero que mi voz llegue a los o¨ªdos de L¨®pez Obrador¡±
EL PA?S visita en prisi¨®n al ind¨ªgena zapoteco y defensor de la tierra, encerrado y condenado por un asesinato, seg¨²n la ONU, fabricado: ¡°El verdadero motivo de la detenci¨®n y enjuiciamiento de L¨®pez Alavez es su actividad como defensor de los derechos humanos de su comunidad¡±
Todos los presos del Sector C de la c¨¢rcel de Villa de Etla siguen con la mirada al fot¨®grafo que retrata al recluso de la celda 13. Nadie habla en la galer¨ªa. El ¨²nico sonido que se escucha procede de una televisi¨®n que, en medio del pasillo, retransmite un programa del coraz¨®n que hasta hace un minuto era el principal est¨ªmulo del d¨ªa. Recostados en la barandilla de la segunda planta o en bancos a las puertas de cada habit¨¢culo, las decenas de ojos no pierden detalle del click de la c¨¢mara.
Pablo L¨®pez Alavez posa con gesto hier¨¢tico en el interior de la celda de cemento gris que comparte con otros cuatro condenados, una de las ¨²ltimas ma?anas de julio. Acaba de terminar una entrevista con EL PA?S en la que ha explicado su historia: la de un ind¨ªgena zapoteco de las monta?as de Oaxaca perseguido por su defensa f¨¦rrea de la tierra y el agua, sentenciado a 30 a?os de prisi¨®n por un delito que, de acuerdo con las Naciones Unidas, nunca cometi¨®.
Los guardas van de negro y L¨®pez Alavez de caqui, como el resto de presos, para que no haya duda de qui¨¦n es qui¨¦n. Tiene 54 a?os y 13 de ellos los ha gastado entre los muros del Cereso (las siglas de Centros de Readaptaci¨®n Social, un eufemismo burocr¨¢tico para no llamar prisi¨®n a una prisi¨®n). Fue detenido y encarcelado en 2010, acusado de un homicidio ocurrido tres a?os antes. La condena lleg¨® en 2017 y fue ratificada en 2020. ?l ha defendido su inocencia desde el primer d¨ªa. Tambi¨¦n las Naciones Unidas, que, al menos en dos ocasiones, han solicitado al Estado mexicano su ¡°liberaci¨®n inmediata¡±. El Gobierno nunca ha respondido.
De acuerdo con la ONU, su detenci¨®n fue ¡°arbitraria¡±, el proceso judicial estuvo plagado de ¡°irregularidades¡± y ¡°violaciones significativas¡±, las pruebas en su contra fueron ¡°inconsistentes¡± y hubo una ¡°falta de consideraci¨®n de las evidencias presentadas por la defensa que probar¨ªan que el defensor no se encontraba en el lugar de los hechos cuando se cometi¨® el asesinato¡±. ¡°El verdadero motivo de la detenci¨®n y enjuiciamiento del Sr. L¨®pez Alavez es su actividad como defensor de los derechos humanos de su comunidad¡±, concluy¨® la organizaci¨®n internacional, que adem¨¢s estableci¨® que el preso sufri¨® ¡°actos de malos tratos, torturas y amenazas por parte de funcionarios penitenciarios¡±.
La entrevista tiene lugar en una habitaci¨®n de la c¨¢rcel peque?a, sucia y sin ventanas, bajo la luz blanca de una bombilla. En la grabadora se cuelan los chirridos de los cerrojos, puertas de metal al abrirse y cerrarse, el ruido blanco de las galer¨ªas, las llamadas por megafon¨ªa, una misa cantada a pleno pulm¨®n. Hace calor y las moscas sobrevuelan a L¨®pez Alavez ¡ªcorte de pelo a cepillo, bigote afeitado, cara grande y redonda¡ªmientras cuenta su historia con calma, voz serena y un espa?ol que, reconoce, a veces le cuesta. Su idioma nativo es el zapoteco, pero ya no hay nadie dentro del penal con el que pueda hablarlo.
Era campesino y l¨ªder social en su comunidad, San Isidro Alo¨¢pam. Pas¨® la vida defendiendo los montes ante la tala ilegal e indiscriminada. Su labor le granje¨® la enemistad de caciques y empresarios que utilizaron su poder e influencias para fabricar la acusaci¨®n en su contra, de acuerdo con las organizaciones de derechos humanos. La prisi¨®n suele ser un lugar que quiebra el esp¨ªritu, un dise?o matem¨¢tico y a la vez simplista que reduce la humanidad a un n¨²mero y un delito. En su caso, parece que los a?os entre rejas no han roto su disciplina, su capacidad de resiliencia. Cuesta encontrar grietas, por lo menos, en su discurso.
¡ªNo me arrepiento de ser defensor de la naturaleza. Todo lo que yo ven¨ªa haciendo es hacia el bien del futuro de mis hijos y nietos, de mi comunidad. Del cerro que nosotros conservamos viene el agua que baja al pueblo. Nuestros abuelos lo protegieron, se murieron, pero llegamos nosotros. Vamos de pasada, pero van a quedar nuestros hijos. No s¨¦ cu¨¢ntas generaciones van a pasar y aprovechar todo por lo que nosotros hemos luchado. Si dejamos que nuestro municipio siga talando a?o tras a?o, ?qu¨¦ va a pasar? En estos a?os se han secado arroyos. Si no cuidamos el bosque, todo se va a caer.
Cuando el zapoteco fue detenido, en Oaxaca gobernaba el PRI de Ulises Ruiz Ortiz (ahora improbable aspirante a la presidencia en las elecciones de 2024 como candidato independiente), una Administraci¨®n marcada por el esc¨¢ndalo y la pol¨¦mica. En el Estado se produjo un ¡°patr¨®n de violaciones¡± hacia los defensores de la naturaleza y los derechos humanos, seg¨²n la ONU. Como Dami¨¢n Gallardo, un caso id¨¦ntico al de L¨®pez Alavez: profesor rural y activista encarcelado injustamente. M¨¦xico le pidi¨® perd¨®n este mayo por ¡°violaciones graves a sus derechos humanos¡± y la ¡°detenci¨®n arbitraria y tortura¡±. Gallardo aprovech¨® el acto de disculpas para exigir la libertad de L¨®pez Alavez. Ahora, el zapoteco le toma el testigo:
¡ªEl que me fabric¨® estos delitos fue el Gobierno priista. Hoy le hago un comunicado al presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador: espero que mi voz llegue a sus o¨ªdos y que tome cartas en el asunto. Tambi¨¦n le hago el comunicado al licenciado Salom¨®n Jara [gobernador actual de Oaxaca]. Por favor, que no se les olviden los problemas de las personas ind¨ªgenas.
Secuestro por un grupo de hombres armados
El 15 de agosto de 2010, L¨®pez Alavez conduc¨ªa de regreso a casa junto a su esposa, Yolanda P¨¦rez Cruz, y su nieto. Una camioneta roja les cort¨® el paso. El ch¨®fer se baj¨®: ¡°Aqu¨ª te carg¨® la chingada¡±, grit¨®. De la parte trasera descendieron 15 hombres vestidos de negro, encapuchados y con armas largas. Cuando el l¨ªder social quiso darse cuenta, el comando hab¨ªa inmovilizado a la mujer y al ni?o en el suelo. Lo sacaron a golpes, lo lanzaron boca abajo al interior del veh¨ªculo y arrancaron. Para confundir el rastro, lo cambiaron varias veces de coche.
Los secuestradores condujeron hasta un llano que L¨®pez Alavez pudo identificar, cerca de su pueblo. ¡°Ah¨ª alcanc¨¦ a ver, hab¨ªa hombres y mujeres. Cuando me bajaron de la camioneta escuch¨¦ una voz: ¡®Es ¨¦l, m¨¢tenlo¡±.
Uno de los hombres se aproxim¨®:
¡ª Hasta aqu¨ª, ya se acab¨®, ?o quieres vivir?
¡°Yo le dije que eso no se pregunta¡±, relata. ¡°Si lo tienes bien puesto, pues j¨¢lale [aprieta el gatillo], ?qu¨¦ esperas?¡±, respondi¨®. Los sicarios perdieron los nervios y le dieron una paliza. Despu¨¦s, le taparon el rostro y lo sacaron del lugar en otro veh¨ªculo. Cuando horas despu¨¦s pudo ver algo, comprob¨® que a su alrededor hab¨ªa polic¨ªas estatales. Lo llevaron a la c¨¢rcel de Etla. Nunca le ense?aron una orden de arresto, nadie se identific¨® como agente de la ley. En prisi¨®n, descubri¨® que estaba acusado de homicidio.
Carpinter¨ªa, telares y hambre
La c¨¢rcel de Etla es un edificio no muy grande, con 303 internos, pegado a un cementerio, una poller¨ªa y una hilera de casas. El blanco y el gris ra¨ªdo del penal contrastan con el horizonte de monta?as verdes de Oaxaca al fondo. La cancha de f¨²tbol del interior de la prisi¨®n, decorada con grafitis y murales, est¨¢ desierta bajo el sol de las doce de la ma?ana.
L¨®pez Alavez camina a trav¨¦s del patio, seguido de cerca por los guardas y los periodistas. Por el camino se cruzan otros presos que saludan al pasar con sonrisas t¨ªmidas pero amables, dan los buenos d¨ªas y siguen a lo suyo. A estas horas la mayor¨ªa est¨¢ trabajando, lo ¨²nico que se puede hacer aqu¨ª dentro. En la carpinter¨ªa, una nave sin paredes y con techos de chapa, hay un par de decenas de internos entre troncos, pal¨¦s, sierras y martillos. Un anciano talla flores de madera con pulso de relojero, otros dos reos tejen en un telar artesan¨ªas que luego sus familias vender¨¢n en la capital.
El zapoteco pasa aqu¨ª casi todo el d¨ªa. Ahora est¨¢ trabajando en la estructura de una cama que no tiene nada que envidiarle a las tiendas de muebles. Casi est¨¢ acabada. Pule la madera y da los ¨²ltimos retoques. Su esposa le consigue materiales, herramientas y vende lo que ¨¦l construye. La mayor¨ªa del dinero que gana es para su familia, que tuvo que ser realojada ante las constantes amenazas y ahora malvive precariamente sin poder cultivar los campos que antes eran su forma de vida.
Trabajar es su forma de mantenerse cuerdo. ¡°Para no estar mucho con la mente sobre lo de all¨¢ fuera tengo que estar trabajando. Con el trabajo se me olvida un poquito. As¨ª me la voy pasando¡±. Los d¨ªas en prisi¨®n son todos iguales. L¨®pez Alavez se despierta a las cinco y media de la ma?ana. Se ducha. Los guardas pasan lista a las siete. Despu¨¦s, va a la carpinter¨ªa. A la una vuelven a pasar lista. ?l contin¨²a trabajando. A las cinco y media recoge, vuelve a su sector, otro recuento m¨¢s, una ducha y a trabajar en la celda hasta que se duerme, muy pronto. Come dos veces al d¨ªa ¡ª¡°tres tortillas con un poquito de comidita¡±¡ª y caf¨¦ por la tarde. ¡°No es suficiente, por eso mi familia me trae alimento. A veces cuando no pueden venir me da hambre¡±.
El hambre es casi su ¨²nica queja. L¨®pez Alavez habla sin un deje de emoci¨®n, con la cabeza llena de datos y fechas, pero como si fuera el abogado de su propio caso y no la v¨ªctima de un montaje judicial que le ha tenido m¨¢s de una d¨¦cada encerrado. Est¨¢ acostumbrado a narrar su historia una y otra vez: 13 son muchos a?os para memorizar tu acusaci¨®n, para conocer cada detalle, apelar y desfilar por juzgados que no te escuchan. Sin embargo, toda su preocupaci¨®n es para la gente que dej¨® fuera, sus parientes, su comunidad. En su vocabulario no se conjuga la primera persona del singular, la vida se entiende a trav¨¦s de lo colectivo, de un ¡°nosotros¡± que pesa m¨¢s que cualquier noci¨®n de individualidad.
Apenas habla de ¨¦l: de sus sentimientos; de los inevitables d¨ªas de soledad que un ser humano sufre cuando est¨¢ entre rejas; la frustraci¨®n de vivir vigilado las 24 horas; el recuerdo doloroso de la libertad; las ganas de calor humano; la nostalgia de las monta?as verdes cuando el horizonte diario es un muro de cemento; las fiestas en el pueblo; su comida favorita; los abrazos de los seres queridos y todos esos lugares tan comunes y a la vez tan necesarios para los seres humanos.
Si se le pregunta qu¨¦ es lo que m¨¢s echa de menos, ¨¦l responde que el trabajo en el campo. ?Qu¨¦ es lo primero que har¨¢ al salir? Garantizar unas mejores condiciones de vida para su familia. ¡°Por ejemplo, hoy le hablo a mi familia: ¡®?C¨®mo est¨¢is?¡¯ Y me responden: ¡®Es que aqu¨ª me lleg¨® una llamada de amenaza, es que aqu¨ª entraron a robar, estoy enferma...¡¯. Mi esposa es la que est¨¢ sufriendo m¨¢s cuando viene a visitarme, por eso no viene seguido, porque van a perseguirla¡±. ?Continuar¨¢ su defensa de la tierra? Por supuesto. En sus respuestas no cabe un ¨¢pice de ego¨ªsmo, no hay lugar para los placeres personales, solo un relato regido por un concepto inflexible y extremo del sacrificio. Despu¨¦s de mucho rascar, lo ¨²nico que reconocer¨¢ es:
¡ªHasta la fecha no me acostumbro a la c¨¢rcel. Simplemente me adapto a las reglas para que pueda yo ganar m¨¢s privilegios. Los d¨ªas de tristeza son casi todos, si te dijera. Mi lucha, mi esfuerzo, es lo que me calma. Hay veces que de repente me quiere dominar [la tristeza], pero como vengan los golpes los tengo que enfrentar para poder salir adelante.
Despu¨¦s de la entrevista, el recorrido por la c¨¢rcel, las fotos en la celda, L¨®pez Alavez acompa?a a los reporteros a la salida. Da un abrazo fuerte, agradece con educaci¨®n la visita, pide los n¨²meros de tel¨¦fono. La puerta se cierra con estruendo met¨¢lico y lo deja, de nuevo, al otro lado. El 15 de agosto se cumplen 13 a?os de su encierro, 4.745 d¨ªas lejos de sus monta?as. Despu¨¦s de una condena, una ratificaci¨®n, varios amparos y recursos, idas y vueltas entre los recovecos del sistema, su proceso se encuentra de nuevo en ¡°etapa de instrucci¨®n en el sistema penal tradicional¡±, a la espera de una nueva decisi¨®n judicial que puede liberarlo o dejarlo entre rejas. ¡°La fe que tengo de salir va a llegar un d¨ªa¡±, conf¨ªa. La esperanza es lo ¨²ltimo que se pierde.
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