El silencio del capit¨¢n Marcos
El antiguo subcomandante del EZLN reaparece en el 30? aniversario del alzamiento ind¨ªgena, pero alejado de los focos, sin pronunciar una palabra como parte de su nuevo rol en la guerrilla
El capit¨¢n ya no da ¨®rdenes. No quiere dejarse ver demasiado. Tampoco hablar en p¨²blico. Quiz¨¢ anda un poco mustio porque ¨¦l, antes, no era capit¨¢n. Era subcomandante. El subcomandante Marcos ¡ªel sup¡¯, para los amigos¡ª. Luego se cambi¨® el apodo de guerra, se puso Galeano, pero segu¨ªa siendo subcomandante. Ahora ya no, se ha degradado, o le han degradado. Por lo menos ha podido recuperar su nombre. El caso es que el guerrillero m¨¢s famoso de la historia ¡ªcon el permiso del Che¡ª ya no es la ...
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El capit¨¢n ya no da ¨®rdenes. No quiere dejarse ver demasiado. Tampoco hablar en p¨²blico. Quiz¨¢ anda un poco mustio porque ¨¦l, antes, no era capit¨¢n. Era subcomandante. El subcomandante Marcos ¡ªel sup¡¯, para los amigos¡ª. Luego se cambi¨® el apodo de guerra, se puso Galeano, pero segu¨ªa siendo subcomandante. Ahora ya no, se ha degradado, o le han degradado. Por lo menos ha podido recuperar su nombre. El caso es que el guerrillero m¨¢s famoso de la historia ¡ªcon el permiso del Che¡ª ya no es la cara visible del Ej¨¦rcito Zapatista de Liberaci¨®n Nacional (EZLN). O al menos eso intenta, porque por mucho que insista en que ¨¦l ya no manda, a la gente le da un poco igual. El tipo del pasamonta?as y la pipa humeante sigue acaparando todas las miradas. Es la ¨²ltima estrella del rock viva de la izquierda. Que a estas alturas ¡ªla muerte de las ideolog¨ªas, el capitalismo salvaje y todo eso¡ª quiz¨¢ no es mucho decir.
El capit¨¢n insurgente Marcos ¡ªas¨ª se llama ahora con nombre y apellidos¡ª ha vuelto a dejarse ver, despu¨¦s de mucho tiempo sin hacerlo, en el 30? aniversario del alzamiento del 1 de enero de 1994, en el Caracol Resistencia y Rebeld¨ªa: Un Nuevo Horizonte, en el poblado de Dolores Hidalgo. En el v¨¦rtigo verde y nebuloso de las monta?as de Chiapas, para m¨¢s se?as, un paisaje que bien vale una revoluci¨®n.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces. En aquella ¨¦poca, Marcos era el rostro ¡ªel pasamonta?as¡ª del EZLN, el portavoz, el s¨ªmbolo indiscutible de la insurgencia ind¨ªgena que declar¨® la guerra al Gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Pero los a?os han ido pasando y el viejo subcomandante se ha cansado de las entrevistas y los focos. Desde 2013, el principal mando del movimiento es el subcomandante Mois¨¦s, que fue quien se encarg¨® de dar el discurso la noche del 31 de diciembre.
Con su renovada aversi¨®n por las primeras planas, uno se imagina a un Marcos ermita?o en una caba?a de la selva Lacandona escribiendo sus emblem¨¢ticos comunicados a ritmo de Keny Arkana, Le¨®n Gieco, Pante¨®n Rococ¨®, Los ?ngeles Azules o Joe Cocker ¡ªartistas recientemente incluidos en sus publicaciones en Enlace Zapatista¡ª. Incluso ha dado instrucciones de c¨®mo se deben bailar: ¡°?Pista raza! Un pasito pa delante, uno pa tras. Cadera. Giro. Ahora de lado. Giro. Repite. ?Vooooy! El ¨®xido, oiga, el ¨®xido. ?Una polka? ?O un corrido tumbado? Digo, para apoyar a los antrop¨®logos. ??Ont¨¢n mi sombrero y mis botas vaqueras?! ?No les digo? Haiga cosa¡±.
Ah¨ª s¨ª, con papel y l¨¢piz, no ha dejado de pronunciarse sobre el estado de Chiapas, M¨¦xico y el mundo, con su habitual prosa par¨®dica y malencarada, inteligente y mordaz. En sus ¨²ltimos textos, ha escrito de cosas como la rabia ¡ª¡°?y si alguna vez, en el inconcluso libro de la historia, alguien mira una luz, cualquiera, que, sin aspavientos ni consignas, se?ale ¡®esta luz la pari¨® la rabia¡¯?¡±¡ª, la memoria ¡ª¡°y, queridos amigos y enemigos, pocas cosas son tan subversivas como la memoria¡±¡ª o las madres buscadoras ¡ª¡°su necia dignidad ense?a y muestra el camino¡±¡ª.
En la ¨²ltima fila
Pero de vuelta a la noche del 31 de diciembre, en su discurso, Mois¨¦s habl¨® de la importancia de los hechos frente a las palabras, de no humanizar al capitalismo y organizarse contra ¨¦l, de practicar una vida en com¨²n. Tambi¨¦n record¨®, por si a alguien se le hab¨ªa olvidado, que la guerrilla est¨¢ dispuesta a hacer la guerra, a pesar de que hasta ahora ha apostado por la v¨ªa pac¨ªfica, las escuelas y los hospitales antes que los campos de tiro: ¡°No necesitamos matar a los soldados y a los malos gobiernos, pero si vienen, nos vamos a defender¡±.
Mientras tanto, Marcos no dejaba de chupar su incombustible pipa ¡ªnunca para de fumar, debe hacerlo hasta en la ducha¡ª sentado con la espalda contra la pared detr¨¢s de Mois¨¦s, en la cuarta fila de una hilera de sillas con el resto de la comandancia del EZLN. Se puso en la ¨²ltima fila y en el medio, de manera que los objetivos de las c¨¢maras tuvieran que afilar la mirada para dar con ¨¦l entre un mar de cabezas encapuchadas.
Un rato antes, hab¨ªa llegado sin hacer mucho ruido por la puerta de atr¨¢s. Lo delat¨® una columna de milicianas formadas en la oscuridad que habr¨ªan de rodearlo para evitar acercamientos indeseados. Tambi¨¦n las volutas de humo que iba escupiendo tras saborearlas con fruici¨®n. Se lo ve¨ªa algo desfondado, lejos de la figura atl¨¦tica que dio la vuelta al mundo durante aquellos 12 d¨ªas de guerra en 1994. Los a?os no pasan en balde para nadie y Marcos ya est¨¢ bien entrado en la sesentena.
Un periodista se acerc¨® para fotografiarlo. El haz rojo de la c¨¢mara ilumin¨® un instante el pasamonta?as; ¨¦l, autom¨¢ticamente, se llev¨® la mano a la cara como si espantara una mosca y pidi¨® que no le sacaran fotos en un aspaviento que parec¨ªa enfadado ¡ªes dif¨ªcil saberlo a ciencia cierta: de nuevo, el pasamonta?as¡ª.
En el escenario, el capit¨¢n contempl¨® el desfile-baile a ritmo de cumbias y ska que hicieron las milicianas y los milicianos, maniobras militares en la oscuridad, y escuch¨® las palabras de Mois¨¦s. Cuando el subcomandante acab¨® su discurso, explotaron fuegos artificiales, mitad para celebrar, mitad como se?uelo, mientras Marcos volv¨ªa a desaparecer entre la noche, flanqueado por las milicianas hasta el interior de una caba?a de madera.
Al d¨ªa siguiente, volvi¨® a dejarse ver por la tarde, en otro pase del desfile de los guerrilleros. En otro momento, un colectivo de mujeres otom¨ªes, vestidas con sus mejores galas, le regalaron unas mu?ecas artesanales con la estrella roja y las siglas del EZLN. Lo abrazaron una a una. Ah¨ª s¨ª, el capit¨¢n sonri¨®. Y poco m¨¢s.
Marcos y el romanticismo idealista
El intento de Marcos de alejarse de los focos viene de tiempo atr¨¢s, cuando todav¨ªa era subcomandante. Desde los primeros d¨ªas del alzamiento, las c¨¢maras mostraron predilecci¨®n por ¨¦l frente al resto de sus compa?eros, lo que no deja de ser paradigm¨¢tico, ya que ¨¦l era de los pocos milicianos no ind¨ªgenas en una guerrilla de tzotziles, tzeltales, choles, tojolabales, mames y zoques. Ten¨ªa carisma ¡ªaunque no le gustaba el adjetivo¡ªy su propia manera de moldear palabras.
Sus escritos rebosaban recursos literarios, referencias tanto de intelectuales de alto calibre como de la cultura pop, frases memorables y un corrosivo humor autopar¨®dico, algo poco com¨²n en la habitual solemnidad revolucionaria. ¡°Lo que pasa es que la imagen de Marcos responde a unas expectativas rom¨¢nticas, idealistas. O sea, es el hombre blanco, en el medio ind¨ªgena, m¨¢s cercano a lo que el inconsciente colectivo tiene como referencia: Robin Hood, Juan Charrasqueado, etc¨¦tera¡±, le dijo una vez al tambi¨¦n m¨ªtico periodista Julio Scherer Garc¨ªa. ¡°Cr¨¦eme que somos mucho m¨¢s mediocres de lo que la gente piensa¡±, a?adi¨®.
En aquella entrevista, en 2001, Scherer le pregunt¨® a Marcos por sus fallos. ?l respondi¨®: ¡°El error fundamental de Marcos es no haber cuidado ¡ªy yo lo perdono porque soy yo, y si no lo perdono yo, pues qui¨¦n lo perdona, ?no?¡ª, no haber previsto esta personalizaci¨®n y protagonismo que muchas veces, si no es que la mayor¨ªa de ellas, impide ver qu¨¦ es lo que est¨¢ detr¨¢s¡±. La conversaci¨®n se produjo en el ¨¢mbito de La marcha del color de la tierra, cuando el entonces subcomandante entr¨® vitoreado en un abarrotado Z¨®calo a bordo del remolque de un cami¨®n para exigir al presidente Vicente Fox que cumpliera los Acuerdos de San Andr¨¦s (1996) y aprobara en el Congreso la autonom¨ªa de los pueblos ind¨ªgenas.
En 2006, durante La otra campa?a, una traves¨ªa en la que los zapatistas recorrieron el pa¨ªs para tratar de formar un frente de izquierdas al margen del que se presentaba a las elecciones presidenciales de aquel a?o, intent¨® por primera vez dejar atr¨¢s el personaje de Marcos. Se autonombr¨® Delegado Zero, pero el nuevo apodo no cuaj¨® y la prensa sigui¨® con la matraca de subcomandante Marcos, para su disgusto. En 2014 se renombr¨® subcomandante Galeano, en honor a un profesor zapatista asesinado. El nuevo nombre de guerra ha perdurado hasta el pasado octubre, cuando anunci¨® la muerte metaf¨®rica de Galeano y recuper¨® a Marcos, con la consabida degradaci¨®n a capit¨¢n.
En realidad, Marcos ni siquiera se llam¨® Marcos al nacer ¡ªaunque ¨¦l dice que renaci¨® el 1 de enero de 1994¡ª. A finales de ese a?o, el reci¨¦n investido presidente Ernesto Zedillo desnud¨® al entonces subcomandante de su pasamonta?as frente a todo el pa¨ªs, en un intento por deslegitimar su figura ante el masivo apoyo popular que el EZLN estaba recibiendo. Por ese entonces, el Gobierno negociaba con los guerrilleros, y minar el personaje de Marcos ayudar¨ªa a desequilibrar la balanza a su favor. No funcion¨® muy bien. Seg¨²n Zedillo, la identidad oculta tras la capucha era la de Rafael Sebasti¨¢n Guill¨¦n Vicente, nacido en Tamaulipas en 1957, hermano de una pol¨ªtica del PRI. Fue estudiante ¡ªy m¨¢s tarde profesor¡ª de filosof¨ªa en la UNAM, donde gan¨® premios por su desempe?o acad¨¦mico.
En 2001 confes¨® a la periodista Concha Garc¨ªa Campoy en su programa de la radio espa?ola Onda Cero que pas¨® un tiempo en Espa?a, donde trabaj¨® en una tasca y en El Corte Ingl¨¦s: ¡°Me echaron de El Corte Ingl¨¦s porque vend¨ªa m¨¢s barato de lo que pon¨ªan las etiquetas, y de la tasca, porque me empe?¨¦ en bailar flamenco¡±. Semejante experiencia extrema lo llev¨® finalmente a volver a M¨¦xico, dejar los libros de ¨¦tica y metaf¨ªsica y echarse a los montes chiapanecos, de los que ya no ha vuelto a bajar.
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