Faustino Chimalpopoca, el intelectual ind¨ªgena que ofrend¨® el trono azteca al emperador Maximiliano
Considerado el te¨®rico ind¨ªgena m¨¢s importante del siglo XIX, una nueva biograf¨ªa reconoce su papel como h¨¢bil actor pol¨ªtico que negoci¨® con el poder imperial para mejorar las condiciones de las poblaciones ind¨ªgenas
Cuando los liberales entraron a la casa de Faustino Chimalpopoca para apresarlo, el intelectual ind¨ªgena se hab¨ªa escondido para salvar su vida. Hab¨ªa ca¨ªdo el Segundo Imperio mexicano, liderado por Maximiliano de Habsburgo, y se desat¨® una cacer¨ªa contra quienes formaron parte de la corte del emperador o simpatizaban con la corona. Chimalpopoca hab¨ªa sido un ferviente defensor del imperio a tal grado que arengaba a las...
Cuando los liberales entraron a la casa de Faustino Chimalpopoca para apresarlo, el intelectual ind¨ªgena se hab¨ªa escondido para salvar su vida. Hab¨ªa ca¨ªdo el Segundo Imperio mexicano, liderado por Maximiliano de Habsburgo, y se desat¨® una cacer¨ªa contra quienes formaron parte de la corte del emperador o simpatizaban con la corona. Chimalpopoca hab¨ªa sido un ferviente defensor del imperio a tal grado que arengaba a las masas ind¨ªgenas para apoyar a su monarca. Su entrega fue tal que logr¨® la aquiescencia del emperador y la admiraci¨®n de su esposa, la emperatriz Carlota. Chimalpopoca se integr¨® a la corte y se convirti¨® en el traductor oficial de los monarcas del n¨¢huatl al espa?ol y desde su puesto privilegiado abog¨® por mejorar las condiciones de las poblaciones ind¨ªgenas. Tras la ca¨ªda del imperio huy¨® a Francia y a?os m¨¢s tarde, cuando su vida ya no estaba en riesgo, volvi¨® a M¨¦xico para caer luego en el olvido. Un nuevo libro, Un intelectual ind¨ªgena en el M¨¦xico decimon¨®nico (Ediciones Era), del historiador Baruc Mart¨ªnez D¨ªaz, rescata el legado del hombre que cre¨ªa fervientemente que solo una monarqu¨ªa ten¨ªa la fuerza para reconocer los derechos de los ind¨ªgenas y garantizar su supervivencia en un M¨¦xico que ya se perfilaba como una naci¨®n profundamente racista.
As¨ª narr¨® la hija del intelectual, Concepci¨®n Chimalpopoca, el asalto liberal a su casa: ¡°Entraron en nuestra casa los liberales buscando a mi pap¨¢ para fusilarlo; pero estaba bien oculto en un s¨®tano. Lo primero que hicieron fue romper un Cristo de m¨¢rmol que el papa P¨ªo IX le hab¨ªa regalado a mi pap¨¢. Saquearon nuestra casa y rompieron los muebles. Pero se salv¨® el tesoro de la Iglesia que ten¨ªamos oculto. D¨ªas antes de la entrada de los liberales, llevaron a mi casa las alhajas m¨¢s costosas de muchas iglesias y mi pap¨¢ las recibi¨® por inventario y las mand¨® a emparedar, aprovechando unos guardarropas que hab¨ªa construido en la pared. Pasaron los liberales mil veces junto del tesoro y no lo sospecharon. Los liberales nos confiscaron nuestras propiedades¡±.
Adem¨¢s de mon¨¢rquico, Chimalpopoca era profundamente religioso. Hab¨ªa estudiado en el prestigioso Colegio de San Gregorio, construido en el coraz¨®n de Ciudad de M¨¦xico en el siglo XVI, que hab¨ªa sido creado para educar a los indios descendientes de las noblezas ind¨ªgenas. Chimalpopoca proven¨ªa de dos linajes ind¨ªgenas, las dinast¨ªas de Cuitl¨¢huac y la de Tenochtitl¨¢n, y esa condici¨®n le daba el privilegio de acceder a la mejor educaci¨®n de la ¨¦poca. ¡°Ah¨ª se les instru¨ªa en la lectura, la escritura, el canto y la doctrina cristiana a fin de que, en las circunstancias necesarias, lograran ejercer diligentemente los puestos pertinentes en sus respectivas rep¨²blicas; gracias a los religiosos, los nahuas aprendieron a escribir documentos judiciales seg¨²n la legislaci¨®n hispana pero en su propia lengua. De esta manera, el colegio desempe?¨® una importante funci¨®n educadora entre la ¨¦lite gubernamental de las comunidades mesoamericanas del Centro de M¨¦xico¡±, escribe Mart¨ªnez D¨ªaz en su interesante biograf¨ªa de Chimalpopoca.
Tras sus primeros estudios en San Gregorio, Chimalpopoca pas¨® al c¨¦lebre Colegio de San Ildefonso ¡ªcreado por los jesuitas¡ª, un centro prestigioso donde el ingreso era muy dif¨ªcil, para cursar estudios en jurisprudencia. En 1822 obtuvo el grado de licenciado en pleno imperio de Agust¨ªn de Iturbide. Chimalpopoca hablaba n¨¢huatl, espa?ol, lat¨ªn, griego y franc¨¦s. Fue traductor de textos cl¨¢sicos del n¨¢huatl, tradujo tambi¨¦n textos legales sobre los t¨ªtulos de propiedad de territorios ind¨ªgenas, fue maestro de jurisprudencia y filosof¨ªa y tambi¨¦n de lenguas extranjeras. Fue impulsor de la educaci¨®n para los ind¨ªgenas porque, como destaca Mart¨ªnez D¨ªaz, ¡°sab¨ªa perfectamente que para los pueblos mesoamericanos se estaban complicando las cosas¡±. Con sus traducciones de los t¨ªtulos de tierras, Chimalpopoca ¡°trataba de fundamentar por escrito el derecho colectivo que ten¨ªan las comunidades para poseer su territorio¡±, explica Mart¨ªnez D¨ªaz.
El compromiso con sus cong¨¦neres era tal, que Chimalpopoca recibi¨® la noticia del Segundo Imperio con mucho entusiasmo. Ve¨ªa en ese blandengue proyecto pol¨ªtico una oportunidad para mejorar la vida de los ind¨ªgenas en M¨¦xico. ¡°La llegada de Maximiliano se present¨® como una oportunidad para ¡®reestructurar¡¯ sus relaciones con el poder¡±, acota Mart¨ªnez D¨ªaz. ¡°De acuerdo con su propia interpretaci¨®n del pasado mexicano, el sistema mon¨¢rquico era el m¨¢s eficiente, pues hund¨ªa sus ra¨ªces en la historia del pa¨ªs: para ¨¦l, la implementaci¨®n de la monarqu¨ªa, as¨ª fuera en manos de un extranjero, significaba la reconstrucci¨®n del viejo Imperio mexica¡±, escribe el autor. De esta manera, Chimalpopoca form¨® parte de la delegaci¨®n oficial que viaj¨® a Veracruz a recibir al nuevo emperador y su consorte, los acompa?¨® en el largo viaje a Ciudad de M¨¦xico y se convirti¨® en el traductor oficial del imperio y en el creador de una nueva forma de interacci¨®n entre el Gobierno imperial y las poblaciones ind¨ªgenas. ¡°El antiguo trono azteca, gran Maximiliano, te est¨¢ esperando. La muy verdadera estirpe india no tiene qu¨¦ ofrendarte, gran gobernante, sino s¨®lo el bast¨®n de mando de nuestro gran Moteuczoma¡±, escribi¨® Chimalpopoca en una declamaci¨®n que prepar¨® para su emperador cuando este entr¨® a Ciudad de M¨¦xico el 11 de junio de 1864.
Fueron a?os intensos para el intelectual ind¨ªgena, que no cej¨® en sus esfuerzos porque se reconocieron los derechos de las poblaciones indias de un M¨¦xico en plena transformaci¨®n hacia la modernidad. Maximiliano lo nombr¨® visitador general de pueblos y posesiones de indios y tambi¨¦n se le asign¨® el cargo de presidente de la llamada Junta Protectora de las Clases Menesterosas, un ¨®rgano consultivo sin capacidad de resoluci¨®n que pretend¨ªa poner atenci¨®n a las necesidades de los m¨¢s humildes. Chimalpopoca logr¨® que el nuevo sistema aprobara una serie de leyes para favorecer a las comunidades campesinas y evitar el avance de la confiscaci¨®n de tierras ind¨ªgenas. Esas leyes, sin embargo, quedaron sin efecto cuando se vino a bajo el imperio de Maximiliano. Los liberales tomaron el poder y comenz¨® la cacer¨ªa contra los integrantes de la corona y los simpatizantes de la monarqu¨ªa. Fue cuando Chimalpopoca huy¨® a Francia, porque sobre ¨¦l pesaba una condena de fusilamiento.
Baruc Mart¨ªnez D¨ªaz ha presentado su obra recientemente en la sede de Ediciones Era, en la colonia Roma de Ciudad de M¨¦xico, y ha conversado con este peri¨®dico sobre la vida y obra del intelectual ind¨ªgena. El historiador reacciona ante el hecho de que Chimalpopoca haya sido olvidado por los intelectuales mexicanos pese a haber sido un importante te¨®rico de su tiempo. ¡°La causa primordial es que a final de cuentas particip¨® en la administraci¨®n imperial, y desde la narrativa liberal, aquellos individuos y actores sociales que hab¨ªan estado en el bando contrario fueron catalogados como traidores, porque el representante del poder en ese entonces era un extranjero¡±, explica Mart¨ªnez D¨ªaz.
El autor tambi¨¦n achaca ese olvido a la ¡°mirada colonial y racista¡± que muchos historiadores han mantenido sobre los pueblos ind¨ªgenas, muchos de ellos fomentando la creencia de que esas poblaciones ¡°no tienen la capacidad de construir una tradici¨®n intelectual, que no pueden crear conocimiento¡±. Es por eso que Chimalpopoca pas¨® pronto a la historia como un simple ¡°copista¡± supeditado a otros personajes blancos, agrega. ¡°Faustino trabajaba bastante en favor de las comodidades ind¨ªgenas, pero no le gustaba aparecer en primer plano. ?l pasaba desapercibido y creo que no se trata de falsa modestia. Es un personaje que no quer¨ªa lucir mucho, no quer¨ªa hacerse famoso, ni aparecer ante los reflectores¡±, argumenta el historiador.
Mart¨ªnez D¨ªaz intenta rescatar el legado de Chimalpopoca en un pa¨ªs donde las poblaciones ind¨ªgenas est¨¢n sumidas en la pobreza y el olvido de las autoridades. ¡°Su situaci¨®n est¨¢ ahora peor en muchos sentidos¡±, advierte. ¡°Hay una marginaci¨®n que contin¨²a en esas comunidades, cuyas poblaciones son las que peor viven en todo el pa¨ªs, y aparte de esto reciben una educaci¨®n que no es la adecuada, porque estamos en pa?ales en cuesti¨®n de educaci¨®n intercultural. Muchas personas de esas comunidades han perdido esa capacidad de hablar en su propia lengua y eso es un empobrecimiento cultural¡±, alerta el autor. Para Mart¨ªnez D¨ªaz, la p¨¦rdida de las lenguas de los pueblos originarios de M¨¦xico ha sido ¡°una pol¨ªtica de Estado¡±. Para ¨¦l ¡°ha habido una pol¨ªtica clara de castellanizaci¨®n de las poblaciones ind¨ªgenas¡±.
Mart¨ªnez D¨ªaz espera que la historia de Chimalpopoca ayude a cambiar la idea y la narrativa que la academia ha mantenido por mucho tiempo sobre los pueblos ind¨ªgenas. ¡°Hay todav¨ªa un fuerte colonialismo y racismo en la Academia Mexicana que debe cambiar, porque debe de aceptar que estos pueblos tienen una tradici¨®n intelectual, no fueron los pueblos pasivos que ellos nos vendieron, sino que se condujeron de una manera tan activa que generaron una diversidad de cambios a lo largo de los tres siglos coloniales. Eso es lo que demuestra el estudio de personas como Faustino, que no es el ¨²nico, pero quiz¨¢s s¨ª el m¨¢s importante intelectual ind¨ªgena del siglo XIX¡±, acota el escritor sobre el hombre que trat¨® de abrir canales entre el Estado y las comunidades cuya supervivencia ¨¦l quer¨ªa garantizar.
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