El limbo tras la negligente muerte de siete cadetes que se tiraron al mar en Ensenada
100 d¨ªas despu¨¦s de la denuncia ante la Fiscal¨ªa de Baja California, los familiares de los soldados asesinados no han recibido ninguna informaci¨®n sobre el caso
La novatada cost¨® la vida de siete soldados. La noticia hab¨ªa llegado a la portada de la prensa nacional. El 20 de febrero pasado, un grupo de soldados realizaba pr¨¢cticas en la playa Corona de Ensenada, Baja California, como parte de su preparaci¨®n para ingresar a la Guardia Nacional. Al concluir el entrenamiento, el director del Centro de Adiestramiento ¡®El Cipr¨¦s¡¯, David L¨®pez ¡ªquien estaba a cargo de los reclutas¡ª les orden¨® entrar al agua supuestamente para limpiarse los uniformes y botas, que estaban llenos de arena. Pero una vez dentro, les orden¨® permanecer ah¨ª como parte de una ¡°prueba¡±, ya que el mar ten¨ªa alto oleaje y amenaz¨® con castigarlos si no obedec¨ªan.
Los j¨®venes cumplieron la orden de su superior y, como era de esperarse tras una alerta de oleaje de m¨¢s de cuatro metros de altura, once reclutas fueron arrastrados por el mar. Salvavidas del cuerpo de Bomberos lograron rescatar a cuatro de ellos esa misma tarde, los otros siete estaban desaparecidos, pero sus familiares ya estaban enterados de la situaci¨®n e iban camino a Ensenada.
Reunidas ah¨ª, alojadas en la Guarnici¨®n Militar ¡ªcon gastos de viaje pagados por la Sedena, seg¨²n el testimonio de una de las madres¡ª las familias se organizaron el d¨ªa 22 de febrero para enviar una carta al presidente L¨®pez Obrador y a la gobernadora de Baja California, la morenista Marina del Pilar ?vila, en la que les pidieron respuestas sobre lo ocurrido, ya que las autoridades militares no les daban informaci¨®n sobre el paradero de sus hijos, sobre por qu¨¦ fueron obligados a entrar al mar si no eran marinos, ni sobre el responsable de estos hechos.
¡°Nos dirigimos a usted con la esperanza de obtener respuestas y justicia ante el suceso ocurrido en el Campo Militar El Cipr¨¦s, dirigidas por el Teniente Coronel de zapadores, David L¨®pez Ordaz, llevando a cabo pr¨¢cticas militares irresponsablemente, ya que hab¨ªa una alerta¡±, apuntaba la misiva.
A lo largo de las siguientes dos semanas despu¨¦s de los hechos, fueron apareciendo los siete soldados desaparecidos: primero Carlos Omar Fr¨ªas, de 21 a?os, quien fue hallado el 25 de febrero, aunque no gracias al operativo militar sino a un pescador, que encontr¨® el cuerpo sobre las rocas y a un kil¨®metro de la bah¨ªa, seg¨²n report¨® EL PA?S. Despu¨¦s, Arturo Esteban Sarmiento Gaxiola; Brando Francisco Gast¨¦lum Ayala; Luis Manuel Vilchis D¨ªaz; Fernando Isa¨ªas P¨¦rez L¨®pez; Michael Arellano Wilkinson y, por ¨²ltimo, Oscar Abraham S¨¢nchez Reyna. Todos de entre 18 y 29 a?os.
Una vez hallados todos los cuerpos, el secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval sali¨® a dar un reporte sobre la muerte de los siete soldados, dos semanas despu¨¦s, el 5 de marzo. En la conferencia matutina del presidente L¨®pez Obrador de ese martes, el secretario inform¨® que el Teniente Coronel David L¨®pez Ordaz, director del Centro de Adiestramiento El Cipr¨¦s estaba detenido por el delito de ¡°desobediencia¡±, es decir, realizar pr¨¢cticas que no estaban contempladas en ning¨²n ordenamiento militar, lo que les hizo suponer que se trataba de una ¡°novatada¡± para los reclutas que estaban por graduarse, el 2 de marzo.
100 d¨ªas despu¨¦s de la denuncia ante la Fiscal¨ªa de Baja California, los familiares de los soldados asesinados no han recibido ninguna informaci¨®n. La carta que enviaron a L¨®pez Obrador y a la gobernadora nunca tuvo respuesta, o sigue sin tenerla. Consuelo L¨®pez, madre del soldado de 18 a?os, Fernando Isa¨ªas P¨¦rez L¨®pez, afirma que ninguna de las familias ha recibido ninguna comunicaci¨®n del Gobierno federal, lo sabe porque todas mantienen contacto a trav¨¦s de un grupo en redes sociales. Tampoco se ha comunicado con las familias la Fiscal¨ªa de Baja California, a prop¨®sito de las denuncias: no han recibido oficios, ni citatorios, ni llamadas. Nada en cuatro meses.
Tampoco vieron nunca al teniente David L¨®pez ni les mostraron ninguna prueba de su detenci¨®n. En materia judicial, el caso est¨¢ totalmente en el limbo, al menos para las familias de las siete v¨ªctimas mortales. El ¨²nico documento que Consuelo ha recibido es el oficio en el que la Sedena reconoce el cargo militar de Fernando y, por lo tanto, le reconoce el derecho a recibir un beneficio econ¨®mico tras la muerte del soldado (pensi¨®n), pero a¨²n no la ha recibido porque la est¨¢ tramitando. Y no es retroactiva, as¨ª que no se le pagar¨¢ desde febrero sino hasta concluir el tr¨¢mite, posiblemente en julio pr¨®ximo. Por cierto, en este mismo documento la Sedena se?ala que ¡°no cuenta con atribuciones para la investigaci¨®n de hechos que pudieran constituirse en faltas administrativas o penales, delitos tanto del fuero de guerra como del fuero com¨²n¡±. El documento no precisa si esto significa que Sedena no puede investigar el homicidio, sino solamente la ¡°desobediencia¡±, como indic¨® el general secretario; o si significa que no puede investigar del todo.
Como siempre ocurre en las tragedias, los que se quedan no vuelven a ser los mismos, Consuelo, madre de Fernando, me cuenta su vida 100 d¨ªas despu¨¦s. ¡°Mi vida dio un cambio dr¨¢stico. Es como si me faltara una parte de mi cuerpo importante, porque se fue¡ se fue mi hijo. Mi vida ya no es la misma de antes. Yo siento que algo me falta para estar completa. Yo todos los d¨ªas a la foto de mi hijo le hablo, yo tengo la esperanza, la certeza de que ¨¦l en cualquier momento pueda llegar todav¨ªa y decirme ¡®mam¨¢, todo esto fue una pesadilla, perd¨®n, aqu¨ª estoy, volvamos a la vida normal de antes¡¯, pero cuando voy al pante¨®n, a ver d¨®nde qued¨® sepultado, ah¨ª se me viene todo abajo¡±.
Fernando Isa¨ªas naci¨® en Ciudad de M¨¦xico (2005), pero Consuelo decidi¨® sepultarlo en Veracruz para que est¨¦ junto a su abuela, a quien no pudo ver cuando falleci¨®. El pr¨®ximo 6 de julio, Fernando cumplir¨ªa 19 a?os. El ritual de Consuelo esta vez no ser¨¢ pastel, festejos y comida en casa; en vez de eso, repetir¨¢ el ritual de los ¨²ltimos cuatro meses: ir a visitarlo al pante¨®n y llorarle, como no pudo hacer en aquellos d¨ªas de febrero y marzo, cuando, dice, estaba contenida por todo lo que tuvo que hacer en Ensenada y por el traslado del cuerpo desde Baja California hasta Puebla y de ah¨ª a Veracruz.
Casarse, tener hijos... todos sus planes se esfumaron por una novatada. Pero Consuelo le va a cumplir un deseo de cumplea?os: prepararle mole verde y llev¨¢rselo a su tumba, comer ah¨ª con ¨¦l.
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