Ayutla despu¨¦s del Estado
Hace tres a?os, los vecinos de este combativo pueblo de Guerrero cambiaron de r¨¦gimen. Ya no hay alcalde ni regidores, sino un consejo comunitario. Este domingo eligen a sus nuevos representantes
Sube el Tsuru la ladera y resulta inevitable pensar que aquello parece un milagro, m¨¢s despu¨¦s de las lluvias de anoche. On¨¦simo Justo, el conductor, remonta zanjas, penachos de barro y cuestas empedradas a toda velocidad: no quiere llegar tarde a la asamblea. Este domingo, los vecinos de Ayutla, en Guerrero, eligen a sus nuevos gobernantes y hasta entonces las comunidades y colonias son un hervidero de reuniones, juntas y discusiones. ¡°Ahora ya tenemos experiencia, pero va a ser complicado¡±, dir¨¢ Justo dentro de un ...
Sube el Tsuru la ladera y resulta inevitable pensar que aquello parece un milagro, m¨¢s despu¨¦s de las lluvias de anoche. On¨¦simo Justo, el conductor, remonta zanjas, penachos de barro y cuestas empedradas a toda velocidad: no quiere llegar tarde a la asamblea. Este domingo, los vecinos de Ayutla, en Guerrero, eligen a sus nuevos gobernantes y hasta entonces las comunidades y colonias son un hervidero de reuniones, juntas y discusiones. ¡°Ahora ya tenemos experiencia, pero va a ser complicado¡±, dir¨¢ Justo dentro de un rato, ya con el carro aparcado, mientras deglute unos huevos con frijoles.
Si el carro evoca un milagro, la vida pol¨ªtica de Ayutla parece el evangelio entero, un pueblo funambulista sobre el alambre de la democracia. Hace algo m¨¢s de tres a?os, el municipio cambi¨® de r¨¦gimen. Despu¨¦s de d¨¦cadas de alternancia entre el PRI, el PRD o m¨¢s recientemente el Partido Verde, los vecinos decicidieron que ya hab¨ªan tenido suficiente. Acusaciones constantes de corrupci¨®n presupuestaria les pusieron de acuerdo. Ya no ser¨ªa un partido contra otro: los echaron a todos. Formaron un consejo comunitario, con tres coordinadores en vez de un alcalde. Los regidores no decidir¨ªan nada porque ya no habr¨ªa. La asamblea general y las de las 140 comunidades de Ayutla se encargar¨ªan de gestionar.
Era la culminaci¨®n de un largo proceso de desilusi¨®n con el Estado. O el feliz encontronazo con un camino propio y definitivo. Enclavado en la sierra sur de Guerrero, el municipio ha discutido por d¨¦cadas sobre s¨ª mismo, siempre con la idea de que los gobiernos estatal y federal les ignorar¨ªan. Eso en el mejor de los casos, porque si algo distingue la relaci¨®n de Ayutla con el Estado es la violencia. Muchos vecinos recuerdan sin dificultad la matanza de El Charco, una operaci¨®n contrainsurgente del Ej¨¦rcito que acab¨® con 11 muertos en 1998; o la violaci¨®n y tortura cometidas por militares contra una vecina, In¨¦s Fern¨¢ndez, en 2002; o el hostigamiento del Gobierno estatal contra los primeros grupos de autodefensas en 2013 y 2014, que llevaron a algunos de sus integrantes a la c¨¢rcel durante a?os.
Justo era apenas un beb¨¦ cuando los militares perpetraron la matanza en la comunidad de El Charco. No habla de aquello porque es joven y porque el tiempo en Ayutla es un mar de agravios: no tiene sentido abundar en uno que ocurri¨® hace 25 a?os. Excelente conductor, orador insospechado, reparte el tiempo entre su familia, las asambleas y los estudios en educaci¨®n primaria para poblaci¨®n ind¨ªgena, que est¨¢ a punto de terminar. Justo se cas¨® -¡±me junt¨¦¡±, dice ¨¦l- en enero de este a?o y vive en un claro de un bosque de encinos, a una hora de la cabecera municipal.
Aunque lo suyo es el presente, parece que el pasado le ha permeado y desde muy joven ha participado en la acitivad politica del pueblo. Cuando Ayutla cambi¨® de r¨¦gimen, el joven, que entonces contaba 22 a?os, se convirti¨® en representante de su comunidad, Tecruz. El cambio obligaba a los representantes a inventar una nueva forma de organizarse. As¨ª, decidieron que en vez de un alcalde habr¨ªa tres, uno se encargar¨ªa de las funciones institucionales del antiguo presidente municipal, otro de la tesorer¨ªa y otro, el s¨ªndico, de la seguridad. Cada comunidad eligi¨® a dos representantes, que en total sumaban 280. De entre ellos eligieron a 38 consejeros. Justo fue uno de ellos. ¡°A m¨ª me toc¨® al principio en el ¨¢rea en contralor¨ªa¡±, explica, ¡°pero no sab¨ªa qu¨¦ hacer o c¨®mo. No sab¨ªa de contabilidad¡±.
Justo ha llegado al final de su mandato y ahora acude a las asambleas preparatorias como observador y asesor. Este jueves particip¨® en la que mantuvieron los nuevos representantes de la zona tlapaneca, que participar¨¢n en la gran asamblea del domingo. Adem¨¢s de los coordinadores y representanes, Ayutla se organiza en tres zonas: las 40 comunidades mixtecas, las 25 tlapanecas y las 75 comunidades y colonias mestizas. Cada zona funciona en grupo y los tres grupos se juntan en d¨ªas importantes como el domingo. Pero antes, cada uno se reune por su lado para consensuar posturas.
La asamblea de este jueves se celebraba en Barranca de Guadalupe, una caser¨ªo serrano de acceso complicado a dos horas de la cabecera municipal. Sus vecinos, poco m¨¢s de 40, han cavado zanjas en el camino para desaguar las lluvias. Como Justo, decenas de pobladores de las comunidades cercanas llegaron poco antes de las 9.00, pasaron por el nov¨ªsimo comedor comunitario, enguyeron el reglamentario almuerzo y se sentaron en la cancha de basket, esperando que iniciara la reuni¨®n.
Cualquiera podr¨ªa haber contado truculentas historias sobre sus desplazamientos en la sierra. Uno de ellos, On¨¦simo Gatica, de 32 a?os, explicaba que su pueblo, R¨ªovelero, a media hora de Barranca, ya no ten¨ªa puente. La cercan¨ªa temporal que sugiere ese ¡°ya¡± resultaba m¨¢s bien falsa. Una crecida del r¨ªo tir¨® el puente en 2013 y a¨²n ahora los vecinos salvan el cauce gracias a una pasarela de madera. ¡°En otros sitios, esto es un lujo turistico¡±, dec¨ªa ir¨®nico, ¡°pero aqu¨ª es por necesidad¡±.
Las tres obras
Uno de los puntos importantes de la asamblea del jueves consist¨ªa en seleccionar a los representantes tlapanecos del nuevo Gobierno, que deber¨¢n ser aprobados finalmente en la sesi¨®n del domingo. Otro, que adem¨¢s caus¨® cierto revuelo, apuntaba a las cuentas p¨²blicas. Los vecinos quer¨ªan que en su pr¨®xima reuni¨®n se informe sobre el estado de la deuda de Ayutla, motivo de grandes discusiones estos a?os. En 2019, la asamblea decidi¨® destituir a uno de los tres coordinadores, el que desempe?aba funciones de tesorer¨ªa, por presuntos malos manejos del presupuesto.
Es bastante raro hablar de Ayutla y que no salga el tema del presupuesto. El profesor Samuel Calder¨®n, de 64 a?os, explica que el tesorero, Isidro Cant¨², de la zona tlapaneca, ¡°hac¨ªa transferencias sin avisar, tomaba decisiones sin consultar, gastaba el recurso y los otros dos coordinadores no sab¨ªa en qu¨¦¡±. Calder¨®n, mestizo, ha representado estos a?os a una de las colonias de la cabecera en la asamblea. Entre reuni¨®n y reuni¨®n, esta semana se hizo el tiempo para hacer balance. ¡°Lo peor de este tiempo ha sido la desorganizaci¨®n¡±, reconoc¨ªa, ¡°lo mejor, las obras p¨²blicas¡±.
En todas las conversaciones mantenidas esta semana en Ayutla no ha habido mayor coincidencia que esa, la obra p¨²blica. Calder¨®n cuenta que antes, el gobierno del Partido Verde, que dirigi¨® el municipio de 2012 a 2018, hac¨ªa las obras que quer¨ªa, sin consultar a las comunidades, con total opacidad en el gasto. Ya no era solo que pudieran robar parte del presupuesto, es que aprovechaban su posici¨®n para lucrar. El profesor explica que el presidente municipal, su esposa, que le sucedi¨® y el grupo alrededor crearon empresas de construcci¨®n que consegu¨ªan las licitaciones y casas de materiales que vend¨ªan ladrillos, cemento y dem¨¢s enseres. Un circuito perfectamente clientelar en el que todo iba a parar a las mismas manos.
¡°En Ayutla la gente es muy dada a pedir apoyos¡±, argumenta Calder¨®n, ¡°y antes el presidente municipal decid¨ªa qu¨¦ y d¨®nde¡±. Con el nuevo Gobierno, explica, el compromiso fue hacer tres obras por cada una de las 140 comunidades y colonias, sin distinguir o disciminar, dejando de lado la cantidad de votos que hab¨ªa llegado de una u otra. En una regi¨®n donde la usura electoral enraiz¨® en las profundidades de la concienca p¨²blica, construir una casa de salud en una comunidad aislada es un acto revolucionario.
El dedo ¨ªndice
Salpicada de ranchos y caserios, la sierra que rodea a Ayutla es un compendio de supervivencias. Ahora en mayo, los pobladores queman cahcitos de cerro para plantar maiz y frijol, aprovechando las lluvias que poco a poco empiezan a caer. Algunos cultivan flor de jamaica, hit de la temporada por encima incluso de la amapola, vieja conocida de estas laderas.
Anta?o productor de la adormidera, On¨¦simo Justo cuenta lo que todo el mundo sabe en la sierra. El precio de la goma de opio cay¨® hace varios a?os a los 300 pesos por kilo y ya no vale la pena el esfuerzo de cultivarla. ¡°En 2014 mucha gente empez¨® a plantarla. Nosotros lo hicimos en Tecruz. Es que hubo un hurac¨¢n el a?o anterior y adem¨¢s se pagaba bien, 25 pesos el gramo¡±, explica. ¡°Ese a?o nos cay¨® el Ej¨¦rcito y las quisieron arancar, pero los encerramos. Al final llegamos a un acuerdo. Nos dieron tres a?os de gracia por lo del hurac¨¢n¡±.
Seg¨²n los n¨²meros del propio Ej¨¦rcito, Ayutla ha sido uno de los enclaves del pa¨ªs donde m¨¢s hect¨¢reas de adormidera han arrancado en los ¨²ltimos 30 a?os, casi 40.000, por encima incluso del poblado sinaloense de Badiraguato. Seg¨²n Justo y otros pobladores de la sierra, tal afirmaci¨®n resulta algo marciana. El mixteco Juan Antonio Garc¨ªa comenta por ejemplo que ¨¦l nunca la ha visto en su zona, 40 comunidades enclavadas en la sierra, por los menos en los ¨²ltimos diez a?os. ¡°En la zona tlapaneca nos ha llegado que ah¨ª s¨ª, pero aqu¨ª desde que lleg¨® la polic¨ªa comunitaria no¡±, explica.
Agricultor y migrante, Garcia, de 42 a?os, perdi¨® la mitad del dedo ¨ªndice de la mano izquierda en un accidente laboral en California hace a?os. Fue la ¨²ltima de sus p¨¦rdidas, esta quiz¨¢ la menos dolorosa, por fortuita, tras los asesinatos de su padre y su hermano a?os atr¨¢s. Sin relacionar directamente sus muertes con los acontecimientos de a?os posteriores, Garc¨ªa cuenta que a principios de la d¨¦cada de 2010, las comunidades mixtecas empezaron a organizar sus propias polic¨ªas comunitarias. Ya hac¨ªa a?os que otros pueblos de la regi¨®n hab¨ªan fundado las suyas y ellos prefer¨ªan integrarse que quedarse fuera.
¡°Hab¨ªa muchos casos de homicidio, violaci¨®n y abuso en aquella ¨¦poca¡±, explica. Su comunidad y otras cercanas se integraron a la primera fuerza de autodefensa creada en el Estado a?os antes, la CRAC. En 2016, Garc¨ªa se convirti¨® en uno de los coordinadores de la CRAC en la regi¨®n. ¡°A mi me tocaba presentar los casos de los detenidos¡±, explica, ¡°me tocaba dar pl¨¢ticas de reeducaci¨®n, pero hay personas que no reaccionan, que no reconocen que cometieron un error¡±, a?ade.
La tentaci¨®n de considerar cambios de este tipo como meros lavados de cara resulta obvia y no es descartable. Ocurri¨® con la CRAC y sus escisiones. En los pueblos de La Monta?a y la Costa Chica de Guerrero, el hecho de que unos y otros han cometido abusos, igual que polic¨ªas y militares, es irrefutable. La diferencia es que las autodefensas permanecen y se autorregulan, con m¨¢s o menos ¨¦xito, siempre bajo la supervisi¨®n y la vigilancia inconsciente del pueblo.
Lo mismo ocurre con el nuevo r¨¦gimen de Ayutla. Podr¨ªa parecer que los cambios son est¨¦ticos, que igual antes hab¨ªa un presidente, pero ahora hay tres; que antes hab¨ªa regidores y ahora hay consejeros; que antes peleaban los partidos y ahora pelean las tres zonas, e incluso dentro de las zonas. Pero en el fondo, la idea de que la autoridad final recae en una asamblea integrada por cientos de personas, elegidas a su vez por peque?as asambleas comunitarias, resulta rotunda y relativiza los errores de desorganizaci¨®n que se hayan cometido o los reflejos partidistas de un pasado cercano.
En el carro, Juan Francisco Garc¨ªa observa por la ventanilla el crep¨²sculo ventoso de la sierra y hace preguntas sobre Ciudad de M¨¦xico y el tr¨¢fico. Cuando viaja a la capital, el hombre prefiere dejar su veh¨ªculo en el peaje de entrada y contratar un taxi para moverse. Le pone nervioso el conductor chilango. Luego habla de su expareja, que dej¨® en California, del Gobierno, de los usos y costumbres. Usa mucho una frase, ¡°como dice el dicho¡±, aunque luego el dicho parece una invenci¨®n suya. Habla del vocabulario de la polic¨ªa comunitaria, palabras como reeducar o erroe, en vez de encarcelar o delito. ¡°C¨®mo dice el dicho¡±, zanja, ¡°para aprender hay que cometer errores¡±. Luego calla y al rato, ya llegando a la cabecera municipal de Ayutla, dice de la nada, como si de repente destilara su vida entera en un susurro: ¡°Est¨¢ bonito el sistema comunitario porque hay forma de conciliar¡±.
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