Sudar tinta
La pat¨¦tica imagen de Rudy Giuliani chorreando tinte por las mejillas en una m¨¢s de sus desafortunadas apariciones confirma que estamos ante el vodevil hilarante del gran festival de las mentiras
Supongo que a no pocos escritores, editores e impresores les viene bien la sintomatolog¨ªa de inesperadamente sudar tinta para sobrellevar la vida. A pesar de que la expresi¨®n se encajon¨® como sin¨®nimo del arduo trabajo o de los estragos de un esfuerzo descomunal, sudar la gota gorda de tinta pura me suena a digna condecoraci¨®n de prosa depurada o huella de haber cuajado versos transpirados a fuego lento. Olvid¨¢bamos quiz¨¢ el doloroso final de Gustav Aschencach en las arenas de Venecia, al filo de la muerte que le da t¨ªtulo a la novela protagonizada en pel¨ªcula por Dirk Bogard, donde el enrevesado personaje suda la tinta con la que acaba de te?irse las canas, maquillarse las arrugas de la cara y simular una juventud ya devorada por los a?os contemplando a muy pocos metros la vibrante encarnaci¨®n de la belleza: Tadzio sin edad ni tiempo como una estatua inalcanzable.
Y en eso llega Giuliani y se rompen las pantallas. La pat¨¦tica imagen de Rudy Giuliani chorreando tinte por las mejillas en una m¨¢s de sus desafortunadas apariciones y declaraciones p¨²blicas confirma que estamos ante el vodevil hilarante del gran festival de las mentiras, el frenes¨ª ya ilimitado de lo fake y filfa donde se derrite lentamente el maquillaje de los payasos. El otrora rudo Rudy alcalde de Nueva York que triunf¨® militarizando Manhattan para limpiarla de tanto vicio y convertirla en escenograf¨ªa asc¨¦ptica a lo Disneylandia, es hoy el buf¨®n al servicio del Clown Mayor en la Corte de todo lo Falso; desde que milita como abogado personal de Donald J. Trump el otrora Rudo Giuliani no ha logrado m¨¢s que salpicar en su estercolero los muros de la desgracia.
Hace apenas unas semanas se le ve ya eternizado como viejo rabo verde, enga?ado por el incontrolable e ilimitadamente vulgar Borat (experto en la cruda revelaci¨®n de todo tipo de porquer¨ªas) en una escena que pasa de la carcajada al contagio instant¨¢neo del coraje. A pesar de que Giuliani niegue la veracidad de lo visto, en la escena de la pel¨ªcula de Borat donde se le ve insinu¨¢ndose como incontenible onanista ante una jovencita menor de edad, Giuliani no hab¨ªa logrado maquillar en amnesia la cruda realidad: es un cerdo machista, abusador y corrupto convencido de fabulaciones conspiracionistas que justifica hasta ahora con ese halo de empa?ada impunidad que tienen este tipo de bichos. El espectador puede o no re¨ªr con el humorismo desaforado de Borat, pero el hecho queda signado como una muestra m¨¢s del t¨²mulo que eleva y sostiene no s¨®lo a Trump como torre del horror sino al trumpismo que alent¨® a millones de votantes que realmente quisieron reelegirlo como presidente de los Estados Unidos de Norteam¨¦rica.
Luego del resbal¨®n cinematogr¨¢fico, el otrora Rudo Giuliani (que tanto dinero gan¨® como asesor de empresas, ciudades enteras y gobiernos al pasar de ser Alcalde a Ejemplo de Resurrecci¨®n Urbana) cerr¨® filas con su Jefe convocando a una pat¨¦tica conferencia de prensa con el anzuelo de celebrarse en un hotel de lujo, tan s¨®lo para resultar en una rid¨ªcula m¨ªmica p¨²blica en el parking de lo que alg¨²n d¨ªa puede ser un complejo hotelero, en la acera de enfrente de un crematorio y a pocos pasos de una librer¨ªa porno.
Ahora la guinda parece insuperable. El ridiculazo de esbozar patadas de ahogado y apuntalar falsedades para disfrazar lo que a todas luces se arma como un golpe de Estado, le escurri¨® por las mejillas como sangre negra. Dice el sabio Augusto que en alguno de los c¨ªrculos del Infierno del Dante penan su martirio los hip¨®critas coronados por lodo; es decir, en el inframundo los Giulianis llevan lodo como mierda en el cr¨¢neo y el sofoco de las llamas provoca que los hilos negros con los que cobijan las canas de su nefanda ancianidad desciendan sobre sus caras como peque?os r¨ªos, necia nervadura de la mentira cruda y dura.
Se le saltan los ojos y le cambia la voz. Se le mueven las lonjas y gesticula obesamente su fervor. Oscila como primate hambriento y es ya inevitable recordarlo tendido de espaldas en una cama, a un metro de la jovencita que protagoniza la escena donde el manat¨ª se cree seductor y mete su arrugada y alunarada mano vieja entre los pliegues de su pa?al para adulto con el penoso af¨¢n de sentirse er¨®tico, siendo no m¨¢s que el alop¨¦sico anciano que ¨Cpor una fortuna que cobra todos los d¨ªas por sus servicios como abogado personal¡ªha sido capaz de derretirse en vida, desmantel¨¢ndose como persona al servicio del supremacismo racial, desarticulando la descarada llamarada del neoracismo de siempre, derramando la negra melaza p¨²trida del peor poder¡ sudando la gota gorda de la tinta m¨¢s analfabeta y anacr¨®nica.
Se vuelve deseable que el video del cr¨¢neo entintado de Giuliani al derretirse con su verborrea irracional no sea m¨¢s que el aperitivo para el anhelado instante en que llegue el siroco desde Venecia soplando el ventarr¨®n que logre por fin despelucar el copete amarillo del anaranjado Don Trump y trastoque absolutamente todos los disfraces, m¨¢scaras y maquillajes del inmenso circo que tantos da?os ha causado al mundo entero.
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