200 a?os de una naci¨®n inventada
Las pinturas de la ¨¦poca presentaron la entrada del ej¨¦rcito trigarante a Ciudad de M¨¦xico como glorioso pero la realidad era algo diferente
Se cumplen doscientos a?os de la entrada de Agust¨ªn de Iturbide en la Ciudad de M¨¦xico, un acontecimiento conocido como ¡°la consumaci¨®n de la independencia¡±. Por supuesto, este nombre es producto de una interpretaci¨®n, seg¨²n la cual lo ocurrido en septiembre de 1821 es el cumplimiento de lo proyectado por Miguel Hidalgo once a?os antes.
Las pinturas de la ¨¦poca presentaron ese hecho como glorioso, con bizarros oficiales siendo aclamados por personas elegantes al cruzar un arco de triunfo que les daba entrada a la hermosa Ciudad de M¨¦xico. Con ello, el pa¨ªs quedaba liberado. La realidad era algo diferente.
Desde julio ya no hab¨ªa presencia de autoridades espa?olas en el territorio, salvo dos puertos, una ciudad y uno que otro paraje. Las fuerzas al mando del brigadier madrile?o Francisco Novella salieron de la Ciudad de M¨¦xico a mediados de septiembre, mientras que Veracruz continu¨® en manos de tropas espa?olas por varias semanas m¨¢s.
En la capital, la mayor¨ªa de quienes vieron al ej¨¦rcito desfilar era gente pobre y desarrapada que hab¨ªa soportado la carest¨ªa y las epidemias durante m¨¢s de diez a?os de guerra civil. La ciudad era imponente, pero llena de canales malolientes y todav¨ªa con las fracturas ocasionadas por el terremoto de Santa M¨®nica de 1820 y el m¨¢s reciente sismo de julio de 1821. Para colmo, las tropas del ej¨¦rcito imperial mexicano entraron en la capital desde el 24 de septiembre y no iban tan elegantes. Una cancioncilla las describ¨ªa as¨ª: ¡°Soy soldado de Iturbide / visto las tres garant¨ªas / hago las guardias descalzo / y ayuno todos los d¨ªas¡±.
Nombrar los sucesos del pasado es dotarlos de un significado que muy probablemente no tuvieron en su momento. Los ¡°hechos hist¨®ricos¡± suelen ser acontecimientos a los que otorgamos un sentido al ubicarlos en un gran relato, una interpretaci¨®n, y muchas veces ni siquiera somos conscientes de c¨®mo se fue construyendo.
As¨ª, suponemos que hace dos siglos M¨¦xico ¡°consum¨®¡± su independencia. No nos percatamos de que lo que en realidad sucedi¨® fue la ca¨ªda de la monarqu¨ªa espa?ola en una enorme regi¨®n en el norte del continente americano. El establecimiento de un nuevo y fr¨¢gil Estado ocurri¨® cuando, el 28 de septiembre de 1821, un grupo de se?ores nacidos en Cuenca, Alicante, Santander, el Pa¨ªs Vasco, Caracas, Buenos Aires y, la mayor¨ªa, en las provincias de Nueva Espa?a, asumieron que ellos eran los representantes del ¡°imperio mexicano¡± y declararon su independencia.
Esos nuevos mexicanos afirmaron que representaban a la ¡°naci¨®n mexicana¡±, aunque nadie los eligi¨® ni quedaba claro cu¨¢l era su territorio. Afirmaron tambi¨¦n que dicha naci¨®n hab¨ªa estado dominada por otra (la espa?ola, sin importar que todos ellos fueron bautizados como ¡°espa?oles¡±) durante justo trescientos a?os, si bien la mayor parte del territorio de Nueva Espa?a fue sometido al gobierno metropolitano en a?os posteriores a 1521 y algunos (como el oriente de Yucat¨¢n) nunca lo fueron.
Lo que estaban haciendo aquellos hombres era ajustar los acontecimientos a un gran relato, un relato inventado antes por otros espa?oles. Para empezar, asumieron que la ¡°Conquista de M¨¦xico¡± ocurri¨® el 21 de agosto de 1521, cuando en realidad ese d¨ªa solo fue derrotado un alt¨¦petl, ciertamente importante, pero no m¨¢s que otras organizaciones pol¨ªticas mesoamericanas, como la pur¨¦pecha.
Quien procur¨® mostrar ese acontecimiento como la ca¨ªda de un ¡°imperio¡± fue Hern¨¢n Cort¨¦s, un aventurero extreme?o perseguido por las autoridades espa?olas de Cuba. Su objetivo era escapar de la justicia y, por supuesto, obtener privilegios, recursos naturales y mano de obra para explotarlos.
En 1770, el arzobispo de M¨¦xico public¨® las cartas que escribi¨® Hern¨¢n Cort¨¦s y lo present¨® como un h¨¦roe, al servicio de la religi¨®n, la patria y el rey, conquistador del ¡°imperio mexicano¡± (¡°imperio mexica¡± se dir¨ªa ahora) y fundador de Nueva Espa?a. Fue as¨ª como la interpretaci¨®n de que el virreinato naci¨® en 1521 (aunque el primer virrey gobern¨® a partir de 1535) se consolid¨®.
Cuando los se?ores que decidieron dejar de ser espa?oles en septiembre de 1821 fundaron un nuevo Estado, asumieron como verdadera la narrativa espa?ola: afirmaron que el imperio mexicano era una naci¨®n conquistada justo trescientos a?os antes y finalmente liberada por ¡°un genio superior a toda admiraci¨®n y elogio¡±.
Poco despu¨¦s, ese genio, Agust¨ªn de Iturbide, fue derrocado y fusilado, pero quienes a partir de ese momento dieron forma republicana al Estado mexicano recurrieron a la misma ret¨®rica que imaginaba a la naci¨®n como algo que exist¨ªa desde antes de la llegada de los espa?oles. M¨¦xico, como afirmaba el t¨ªtulo del relato m¨¢s importante del liberalismo, pasaba a trav¨¦s de los siglos.
Todos estos relatos han sido recuperados y resignificados, independientemente de lo que ocurri¨® en los momentos del pasado que se busca resaltar y conmemorar.
El 27 de septiembre de 1821 no fue un d¨ªa singular en Culiac¨¢n, ni en M¨¦rida ni en Durango, ni en la mayor parte del territorio del nuevo pa¨ªs. Con certeza, las personas que viv¨ªan all¨ª coincid¨ªan con el regiomontano Servando Teresa de Mier, quien, como diputado en el Congreso nacional, afirm¨® ante el pleno: ¡°no soy mexicano¡±.
En realidad, el 28 de septiembre de 1821 surgi¨® un Estado y el Estado se ha encargado de celebrar su fundaci¨®n, como si fuera parte de la secular historia de una naci¨®n que, en ese momento, no exist¨ªa en realidad, y apenas empezaba a construirse. Por eso ha recuperado y resignificado relatos sobre el pasado, que impone a trav¨¦s de monumentos, libros de texto, planes de estudio, discursos y festividades.
Quienes nos dedicamos a la investigaci¨®n hist¨®rica sabemos que todos los relatos sobre el pasado son tambi¨¦n construcciones hist¨®ricas, invenciones. Sabemos que suelen simplificar la realidad, reducirla a la competencia entre dos opciones, la buena y la mala. Nuestro deber es mostrarlo y ofrecer al p¨²blico una mirada m¨¢s compleja de los procesos hist¨®ricos. Confiamos en que, si podemos dar cuenta de que sus muchas contradicciones, sinsentido y divergencias, tal vez contribuyamos a construir una ciudadan¨ªa m¨¢s cr¨ªtica, capaz de analizar el presente tambi¨¦n de una manera compleja, lejos del manique¨ªsmo y de la simplificaci¨®n.
Alfredo ?vila es historiador e investigador en la UNAM.
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