La silenciosa derrota de los antimilitaristas de Morena
La corriente contra la militarizaci¨®n dentro del partido ha quedado atrapada entre dos decisiones, el silencio c¨®mplice dentro de la comodidad del presupuesto o el exilio pol¨ªtico
La oposici¨®n no es la ¨²nica v¨ªctima del monopolio presidencial de la agenda pol¨ªtica. Partidarios y simpatizantes del Movimiento de Regeneraci¨®n Nacional (Morena) han sido silenciados frente al actual proceso de militarizaci¨®n. La creciente entrega de poder civil a la jerarqu¨ªa militar es el ejemplo m¨¢s claro y relevante de como la agenda fue arrebatada de las manos de aquellos que aspiraban a que Morena fuera un movimiento social plural para ponerla al servicio de la estructura militar.
Entre las m¨²ltiples razones para ser votante o adherente del movimiento encabezado por L¨®pez Obrador estaba la valoraci¨®n de que la pol¨ªtica de seguridad de sus antecesores era un desastre. En espec¨ªfico, un gran n¨²mero de adherentes al movimiento expresaba airadamente su preocupaci¨®n por el proceso de militarizaci¨®n de la seguridad p¨²blica que hab¨ªa sido desatado de forma violenta por el entonces presidente Felipe Calder¨®n y profundizado por Pe?a Nieto. Razones no les faltaban y los l¨ªderes del movimiento hicieron suyas estas consignas y se volvieron, junto con la corrupci¨®n y la desigualdad, en los discursos estrat¨¦gicos para movilizar a los votantes.
Como es normal en cualquier democracia, el grupo vencedor ocupa sus puestos de representaci¨®n popular y tiene derecho a armar su propia administraci¨®n p¨²blica. As¨ª, muchas de estas figuras de Morena ocuparon sus encargos con el entusiasmo de echar a andar la agenda. Hizo falta poco tiempo para descubrir que dicha agenda no iba a ser construida colectivamente por el movimiento y un poco m¨¢s para descubrir que no habr¨ªa espacio ni siquiera para el debate, mucho menos para el desacuerdo; vamos, ni siquiera para la atenta notificaci¨®n. El deber de los funcionarios es, muchas veces, entender lo mejor posible lo dicho en la ma?anera y con base en ello tomar decisiones y esperar a que no venga el culatazo desde arriba.
Esta forma de operar se replica en la estructura social del partido, la cual es cada vez m¨¢s amplia y profunda. A diferencia de la de los otros partidos, Morena tiene la capacidad de llegar hasta los estratos y rincones de mayor exclusi¨®n en M¨¦xico. Sin embargo, la estrategia del partido est¨¢ dise?ada para que dicha estructura haga llegar mensajes hacia las bases y movilice el voto, pero no para ser un instrumento de participaci¨®n pol¨ªtica. A pesar de su talante popular, no es un instituto que haga pol¨ªtica de abajo para arriba; se reparten puestos y posiciones, pero no se comparte el poder.
La relaci¨®n con el Ej¨¦rcito, as¨ª como las decisiones que se toman respecto a su creciente participaci¨®n en la vida p¨²blica es decisi¨®n exclusiva del presidente, dislocada totalmente del partido y de sus funcionarios de gobierno. Muchos de estos funcionarios han marchado y sudado la gota durante la larga carrera de L¨®pez Obrador a la presidencia y ahora se ven obligados a ¡°cederle¡± espacios y poder a la estructura militar. Los uniformados no juegan el mismo juego pol¨ªtico que los adherentes civiles de Morena, ellos tienen sus propias reglas que, por dise?o, no responden a incentivos democr¨¢ticos.
La corriente antimilitarista dentro del movimiento ¡ªla cual al inicio del sexenio era una mayor¨ªa aplastante¡ª ha quedado atrapada entre dos decisiones, el silencio c¨®mplice dentro de la comodidad del presupuesto o el exilio pol¨ªtico. Por si fuera poco, ser disidente en un instituto pol¨ªtico civil puede no ser tan grave, pero ser disidente en un contexto de militarizaci¨®n de la pol¨ªtica tiene una profundidad totalmente distinta.
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