Sheinbaum y Harfuch en su laberinto
Claudia pretende incrustar a Garc¨ªa Harfuch en un esquema donde no necesariamente es replicable la aquiescencia ni de la fiscal¨ªa, en este caso de la Rep¨²blica, ni de los operativos, en manos de las fuerzas armadas
De todos los anuncios de gabinete hechos por Claudia Sheinbaum, hasta hoy el m¨¢s interesante, el que m¨¢s conjeturas y an¨¢lisis suscita, es el de Omar Garc¨ªa Harfuch como pr¨®ximo secretario de Seguridad P¨²blica. Y eso dice mucho de la prioridad nacional.
La primera conclusi¨®n es que, contra lo que se declar¨® cienes de veces en campa?a, M¨¦xico s¨ª enfrenta un desaf¨ªo criminal; o, para decirlo con todas sus letras, al Estado mexicano s¨ª se l...
De todos los anuncios de gabinete hechos por Claudia Sheinbaum, hasta hoy el m¨¢s interesante, el que m¨¢s conjeturas y an¨¢lisis suscita, es el de Omar Garc¨ªa Harfuch como pr¨®ximo secretario de Seguridad P¨²blica. Y eso dice mucho de la prioridad nacional.
La primera conclusi¨®n es que, contra lo que se declar¨® cienes de veces en campa?a, M¨¦xico s¨ª enfrenta un desaf¨ªo criminal; o, para decirlo con todas sus letras, al Estado mexicano s¨ª se le disputa, de manera evidente y en una escala comprometedora, el monopolio de la fuerza.
Porque si la situaci¨®n fuera como se dice en Palacio Nacional que es, la pr¨®xima presidenta de M¨¦xico podr¨ªa haberse acunado en la inercia: podr¨ªa haber puesto a alguien en la SSC con quien no se juegue su capital, y dejar a la Guardia Nacional (al Ej¨¦rcito, se entiende) la chamba.
Todo lo contrario. El anuncio del jueves en seguridad es una presidenta manifestando que la seguridad la asume ella; no solo en t¨¦rminos impl¨ªcitos ¡ªcomo jefa del Estado que es desafiado¡ª, sino expl¨ªcitamente con un cuadro que reta, en varios sentidos, el statu quo.
Con Garc¨ªa Harfuch la virtual presidenta electa pone sobre la mesa una ficha que rompe la jugada de domin¨® que durante estos seis a?os dijo que la ¨²nica salida al problema de la violencia (adem¨¢s de atacar las causas) es entregarle la tarea a los militares.
Sheinbaum no desmonta el modelo militarista de la seguridad de AMLO, pero s¨ª innova. La tropa ser¨¢ ¡°caqui-olivo¡± pero las ¨®rdenes operativas, la definici¨®n de la estrategia, el encargo de cada t¨¢ctica ser¨¢ civil. Y recaer¨¢, por primera vez desde 2018, en un funcionario con verdadera fuerza.
Es todo un cambio de paradigma. Otra cosa es que haya garant¨ªa de que funcione. Mas regatear a Sheinbaum su osad¨ªa con esta decisi¨®n lleva a perder de vista que quien gobernar¨¢ desde octubre s¨ª detecta que al dise?o de seguridad del obradorismo le falta una pieza, y una no menor.
Desde 2018 lo que se tiene en la secretar¨ªa de Seguridad Ciudadana (SSC) es un esquema donde un subsecretario (inicialmente fue civil y cuando ¨¦ste renunci¨® por causas electorales se nombr¨® a un militar), era el verdadero ejecutante de las ¨®rdenes, de la estrategia.
En el actual gobierno la titularidad de la SSC es figurada. Una m¨¢s de las jugadas de L¨®pez Obrador para simular que hay titular en una secretar¨ªa cuando el ¨²nico que toma decisiones es ¨¦l. Alfonso Durazo y Rosa Icela Rodr¨ªguez se allanaron al esquema. Sheinbaum romper¨¢ ese molde.
La ganadora del 2 de junio asume que para combatir la extorsi¨®n ¡ªla creciente captura de todo tipo de mercados por parte de grupos criminales¡ª requiere, s¨ª, del Ej¨¦rcito, pero no dejar¨¢ a los militares mandarse solos. Les pone encima a un civil de toda sus confianzas.
Es un mensaje muy potente tambi¨¦n para la delincuencia. Sin romper con el discurso de construcci¨®n de paz, solapadamente se declara que el recreo est¨¢ por terminar, que la nueva mandataria encargar¨¢ operaciones que mermen significativamente el margen a los criminales. Y pronto.
Sin embargo, la sociedad ¡ªincluidos los que se dedican a labores delincuenciales¡ª estar¨¢n atentos al experimento, unos deseosos de recuperar el libre tr¨¢nsito en caminos, la paz en sus calles y la independencia en su trabajo, otros confiados en que ser¨¢ otro fracaso.
En tiempos de Miguel de la Madrid (1982-1988) se volvi¨® inocultable el poder¨ªo, y la capacidad de fuego y de corromper a fuerzas policiacas, de grupos delincuenciales no politizados. Desde entonces, a su manera cada sexenio fracasa frente esa criminalidad.
M¨¢s de uno de esos descalabros es referente al escuchar que Garc¨ªa Harfuch tendr¨¢ que coordinarse con las secretar¨ªas de Defensa y de Marina para cumplir con su labor. Para empezar, el de Vicente Fox.
En el primer sexenio de las alternancias se nombr¨® a un comisionado de seguridad, cargo que recay¨® en Adolfo Aguilar Zinser. Se dir¨¢ que ¨¦ste no ten¨ªa encargo operativo, y es cierto, pero sirva el antecedente para una advertencia: los uniformados solo reportan al comandante supremo.
El rechazo a una polic¨ªa militarizada se sustenta en la opacidad con que act¨²an las fuerzas armadas y su inveterada resistencia a someterse a controles y juzgados civiles, pero tambi¨¦n a que operativamente desprecian todo mando, salvo el del titular del Ejecutivo.
Aguilar Zinser lo padeci¨® en carne propia, y renunci¨® porque no se prestar¨ªa a ser figura de ornato. As¨ª fue cuando las FFAA no estaban formalmente encargadas de la seguridad, ni tan empoderadas.
Los anteriores gobiernos tambi¨¦n fracasaron por pugnas entre los distintos encargados de la seguridad y por la a?eja disfuncionalidad de instituciones de procuraci¨®n de justicia corro¨ªdas por la infiltraci¨®n criminal o plagadas de llana incapacidad.
Eso no mejor¨® con la llegada de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador. El volantazo del tabasque?o se dio en torno a la Polic¨ªa Federal. ?sta, de donde surgi¨® por cierto Garc¨ªa Harfuch, fue desmantelada y en su remplazo se instituy¨® la Guardia Nacional. Mucho, pero insuficiente.
La inversi¨®n de enorme esfuerzo e ingente presupuesto en constituir el nuevo cuerpo policiaco no ha visto frutos proporcionales. Los especialistas suelen destacar la ¨ªnfima cantidad de arrestos, capturas, decomisos o puestas a disposici¨®n de los elementos militarizados.
En todo caso, el siguiente sexenio heredar¨¢ el cuerpo policiaco m¨¢s grande y el m¨¢s dispersado territorialmente que haya visto M¨¦xico. Ahora la gran cuesti¨®n es qu¨¦ hacer con ese gigantesco despliegue que no ha impedido que los criminales se apropien de regiones enteras.
Ah¨ª es donde quienes saludan el nombramiento de Harfuch ponderan que tendr¨¢ a su alcance medios de inteligencia y mando, respaldo y decisi¨®n para ejecutar puntuales acciones para golpear quir¨²rgicamente a las organizaciones criminales a fin de someterlas.
El problema es que esas versiones parten de un supuesto muy cuestionable. Antes que nada, usan el pasado inmediato como ejemplo de lo que podr¨ªa ser el futuro pr¨®ximo sin tener en cuenta las obvias diferencias.
Sheinbaum misma incurre en tal paradoja. El jueves, al anunciar a quien ser¨¢ su secretario de Seguridad, record¨® una vez m¨¢s los resultados que ambos presumen que se alcanzaron en la Ciudad de M¨¦xico mientras hicieron mancuerna. Las condiciones para ello no existen a nivel federal.
En la capital de la Rep¨²blica Garc¨ªa Harfuch fue el s¨²per polic¨ªa que algunos a?oraban. Due?o de un margen de maniobra in¨¦dito, suplant¨® las labores de una fiscal¨ªa atrofiada por sus incapacidades (que no han cambiado con tanto gobierno de ¡°izquierda¡±).
A Harfuch se le permiti¨® en la CDMX, para decirlo r¨¢pido, un modelo de excepci¨®n: era fiscal y polic¨ªa, jefe de inteligencia y de los patrulleros, ministerio p¨²blico y primer respondiente... En su oficina pod¨ªa sentirse Batman al tiempo que era jefe de decena de miles de Matute.
El que haya entregado buenas cuentas, y padecido un atentado sin precedente y hasta malquerencias pol¨ªticas por sus antecedentes familiares, elevaron su perfil al punto de disputar la candidatura de Morena en CDMX. Su derrota en esa aspiraci¨®n fue tambi¨¦n la de su jefa.
Porque pocos tan identificados con Sheinbaum como Garc¨ªa Harfuch. M¨¢s a¨²n si se descuenta de esos pocos a aquellos que vienen con ella desde el gabinete de L¨®pez Obrador en la jefatura de gobierno capitalino. Esta dupla es AMLO-free y ahora la presidenta ha redoblado esa apuesta.
Claudia pretende incrustar a Garc¨ªa Harfuch en un esquema donde no necesariamente es replicable la aquiescencia ni de la fiscal¨ªa, en este caso de la Rep¨²blica, ni de los operativos, en manos de las fuerzas armadas o, problema nada menor, de los gobiernos de los estados.
Minimizar las resistencias de Alejandro Gertz Manero, el Ej¨¦rcito, y polic¨ªas/fiscal¨ªas estatales a supeditarse efectivamente a Harfuch supondr¨ªa un error de la mandataria. El fiscal y el general secretario, y lo mismo las entidades, dir¨¢n a ella y ¨¦l que s¨ª, pero eso no garantiza nada.
No ser¨ªa la primera vez en que acat¨¢ndose ¨®rdenes ¨¦stas no se ejecuten. Y no solo por una miope disputa de fueros. Es el dise?o institucional, que no est¨¢ dispuesto para la colaboraci¨®n, y la realidad de la generalidad de fiscal¨ªas y cuerpos policiacos estatales, a cual m¨¢s corruptas e incapaces.
Para la urgente construcci¨®n de paz, Claudia Sheinbaum tiene el hist¨®rico mandato de 36 millones de votos. Pocos como Garc¨ªa Harfuch para ayudarle en esa tarea. El reto, sin embargo, es enorme. Si lograran una coordinaci¨®n institucional in¨¦dita, tendr¨¢n otro escollo no menor.
Porque encima costar¨¢ sangre y provocar¨¢ mucho ruido romper el arreglo actual; ¨¦se donde, para decirlo con un ejemplo reciente, en Palacio se felicitan por lograr salvoconductos para funcionarios estadounidenses en Michoac¨¢n al tiempo que abandona a miles y miles de nacionales a sobrevivir bajo el yugo de los criminales.
La decisi¨®n de no permitir m¨¢s eso, de arrebatarles a los criminales mercados y poblaciones, trasciende a Garc¨ªa Harfuch, es ¨²nica y nada m¨¢s de la pr¨®xima presidenta. Y en ello no se juega solo su sexenio, sino nuestro futuro como naci¨®n.