Catarsis feminista frente a Palacio Nacional
Cientos de mujeres j¨®venes marchan este mi¨¦rcoles para protestar por la violencia contra la mujer en la capital mexicana
Celia Flores las miraba esta tarde con envidia. Persiana de una taquer¨ªa, martillazo. C¨¢mara de seguridad de un banco, zas. Marquesina, zas, zas. No hab¨ªa a su paso un solo recoveco del mobiliario urbano que no fuera el saco de boxeo de cientos de mujeres y sobre todo chicas muy j¨®venes que m¨¢s que marchar por la violencia contra la mujer en M¨¦xico, descargaban este mi¨¦rcoles su rabia por una tragedia que no da tregua. Mientras el mundo lloraba a Maradona, esta marea verde y negra feminista resolv¨ªa moment¨¢neamente en una catarsis colectiva el dolor de m¨¢s de 10 asesinatos machistas al d¨ªa.
Si hay un lugar en el mundo donde la protesta feminista del D¨ªa Internacional de la Violencia contra la Mujer tiene m¨¢s sentido es M¨¦xico. Un pa¨ªs violento que pese a no estar oficialmente en guerra, sufre cifras brutales de homicidios, m¨¢s de 100 al d¨ªa, fosas clandestinas con miles de desaparecidos y miles de familias rotas que buscan por su cuenta huesos en la sierra, pero donde adem¨¢s la mitad de su poblaci¨®n libra otra batalla cruel. La violencia machista, ajena a la ultra violencia del narco, se ha cebado con ellas en ¨¦pocas de paz y en guerra, y ha dejado un reguero de asesinatos silenciosos sin apenas culpables, la impunidad es del 90%.
Nunca se hab¨ªan asesinado tantas mujeres al a?o, m¨¢s de 3.800. La cifra, la recordaba por la ma?ana la secretaria de Gobernaci¨®n, Olga S¨¢nchez Cordero, en una conferencia dedicada en parte a visibilizar este drama. ¡°Una materia pendiente de todos los Gobiernos¡±, ha remarcado la secretaria. El movimiento feminista, que tiene desde hace dos a?os m¨¢s fuerza que nunca, se ha convertido en el verdadero ¡ªa veces ¨²nico¡ª azote al Gobierno de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador. Y sus maniobras pol¨ªticas para equipararlo pol¨ªticamente a un partido, opositor, solo han rociado m¨¢s gasolina a las reivindicaciones feministas.
Celia Flores tiene 77 a?os y en las protestas estudiantiles del 68 tiraba c¨®cteles molotov. Estudi¨® Econom¨ªa en un momento donde solo tres mujeres en su Facultad de la UNAM lo hac¨ªan. Esta tarde las mira y les grita: ¡°?Prendan fuego a todo!¡±. Ellas la miran, la abrazan y gritan. Gritan todas con fuerza contra una persiana, contra una valla que el Gobierno ha colocado para proteger una iglesia y no consiguen derribar a martillazos, contra un muchacho perdido que se ha colado sin querer a su paso. Gritan y luego se r¨ªen, desahogadas.
¡±??Te voy a matar culero!!¡±, se desga?ita otra con la voz tan aguda como de una chica de no m¨¢s de 18 a?os. Est¨¢ realmente amenazando a una pared. Va, como las dem¨¢s, vestida de negro con la cabeza completamente cubierta por un pasamonta?as de lana sin orificios para los ojos, la boca o la nariz. Sobre ¨¦l lleva adem¨¢s unas gafas de esqu¨ª, para protegerse de los gases con los que pueda responder la polic¨ªa local. Y trata, con poco ¨¦xito, de destrozar la puerta de la sucursal de un sex shop, Erotika. ¡°Ya v¨¢monos¡±, le pide su amiga al ver que se hab¨ªan quedado solas.
En M¨¦xico la frase que repiten las feministas en el mundo: ¡°Luchamos por las que no pueden hacerlo¡±, es literal. La manifestaci¨®n de este mi¨¦rcoles se produce dos semanas despu¨¦s de que otra protesta feminista en Canc¨²n se reprimiera a balazos, con heridas de bala de algunas periodistas. ¡°Ahora s¨ª van a valer madres las pinches mujeres¡±, gritaban los agentes contra la multitud.
El Gobierno de la capital, liderado por Claudia Sheinbaum (del mismo partido que L¨®pez Obrador), ha tratado en las ¨²ltimas marchas de evitar cualquier enfrentamiento. As¨ª, la mayor¨ªa de agentes desplegados son mujeres. Pero este mi¨¦rcoles hab¨ªa miles de ellas y tambi¨¦n de ellos, rodeando el coraz¨®n de la ciudad, el Z¨®calo. El enfrentamiento aunque no obtuviera apenas respuesta policial, era no obstante, inevitable. Las chicas golpearon escudos de la polic¨ªa as¨ª como lo hac¨ªan contra las paredes. Golpear, gritar, pintar, descargar el odio contra lo que se interponga es la nueva forma de protesta del feminismo en Ciudad de M¨¦xico.
La marcha estaba dividida en dos: de un lado un grupo numeroso de mujeres, la mayor¨ªa apoyando a madres de v¨ªctimas, que coreaba consignas como ¡°Ni una asesinada m¨¢s¡±, desfilaban con carteles y pancartas al estilo tradicional de una manifestaci¨®n; y del otro, una marea de chicas vestidas de negro que se mov¨ªan r¨¢pidas como hormigas entre un edificio pintado all¨¢, un escaparate reventado m¨¢s all¨¢.
Al llegar al Z¨®calo, ubicaci¨®n de la catedral, el Ayuntamiento, el Palacio de Gobierno federal y tambi¨¦n estos d¨ªas de un campamento instalado por la ultraderecha que busca sacar del poder a L¨®pez Obrador, estas j¨®venes arremetieron contra todo. Llegaron a romper la doble valla, reforzada con metacrilato instalado por la polic¨ªa, y se dieron de bruces contra la emblem¨¢tica puerta del Palacio ante una hilera de agentes desarmados y at¨®nitos. Pintaron sus puertas con espray fucsia, lanzaron botellas de agua y apalearon todo lo que pudieron. Hasta que la formaci¨®n policial las acab¨® acorralando y huyeron hacia el otro extremo de la plaza.
All¨ª, frente a las tiendas de campa?a de una protesta de la ultraderecha ridiculizada al demostrarse que realmente no las habitaba casi nadie, la marea negra feminista destroz¨® sus vallas y arrastr¨® parte del campamento hasta el centro del Z¨®calo, bajo a la inmensa bandera nacional. Les prendieron fuego a las tiendas y a los escudos arrebatados a algunos polic¨ªas antidisturbios.
Y alrededor de esta fogata frente a la sede del Gobierno mexicano cantaron en nombre de todas. Sus voces agudas entonaron a pulm¨®n el himno feminista mexicano, Canci¨®n sin miedo, compuesto por Vivir Quintanar. ¡°Yo todo lo incendio, yo todo lo rompo si alg¨²n fulano te apaga los ojos... Si tocan a una, respondemos todas¡±, ¡°Nos sembraron miedo, nos crecieron alas¡±. Al comp¨¢s de la protesta algunas se iban desvistiendo, las sudaderas negras y las capuchas se guardaban en la mochila y se pon¨ªan en su lugar su uniforme civil de cada d¨ªa. La catarsis terminaba aqu¨ª, con el llanto de algunas y el abrazo colectivo de sus amigas. ¡°Soy la madre que ahora llora por sus muertas. Y soy esa que te har¨¢ pagar las cuentas¡±.
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