Unidos por hilos invisibles
Como hizo la Uni¨®n Europea al dar sus primeros pasos, en la lucha contra el coronavirus hay que apuntar a la realidad
Tienen un punto delirante las reyertas partidistas que se suceden d¨ªa tras d¨ªa a prop¨®sito de la tarea de enfrentarse a la doble crisis, sanitaria y econ¨®mica, que ha producido el coronavirus y que exige acuerdos de largo alcance de todas las fuerzas pol¨ªticas para mitigar sus graves consecuencias. El colmillo sectario que desgarra la vida pol¨ªtica en Espa?a desde hace tiempo sigue procediendo con la misma inquina que antes, como si no existieran los m¨¢s de 27.000 muertos que se ha llevado por delante la covid-19 y como si no se sintiera la g¨¦lida brisa que empieza a soplar cuando la mayor parte de los sectores econ¨®micos se asoma al abismo tras haber tenido que frenar en seco su actividad. El relato que se pretende imponer es que del lado de los nuestros, sean quienes sean, todo est¨¢ saliendo bien y que sin embargo los otros, los enemigos, lo est¨¢n haciendo rematadamente mal. Estas posiciones maximalistas son las que orquestan el ruido y las que marcan el paso en un mundo, ese mundo vac¨ªo, hasta ahora desconocido.
El pasado viernes se recordaba el 75? aniversario de la capitulaci¨®n de la Alemania nazi tras haber desencadenado la II Guerra Mundial y, un d¨ªa despu¨¦s, los 70 a?os del discurso que pronunci¨® ante m¨¢s de 200 periodistas el ministro de Exteriores de Francia, Robert Schuman, que se considera la primera piedra de ese edificio que ha venido a ser la actual Uni¨®n Europea. Aquella iniciativa surgi¨® de la contemplaci¨®n de las ruinas de un continente devastado y con la voluntad de sentar las bases para que aquello no volviera a ocurrir. ¡°Europa no se har¨¢ de una vez ni en una obra de conjunto¡±, dec¨ªa Schuman en los primeros compases de aquella declaraci¨®n, ¡°se har¨¢ gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho¡±. Suger¨ªa, as¨ª, abandonar los pedestales de las proclamas altisonantes y bajar a la realidad, a asuntos espec¨ªficos sobre los que fuera posible articular proyectos comunes. ¡°El Gobierno franc¨¦s propone que se someta el conjunto de la producci¨®n franco-alemana de carb¨®n y de acero a una alta autoridad com¨²n, en una organizaci¨®n abierta a los dem¨¢s pa¨ªses de Europa¡±. Si el carb¨®n y el acero pod¨ªan ser materia de conflicto, ?por qu¨¦ no convertir su producci¨®n, distribuci¨®n y consumo en una tarea com¨²n en vez de una batalla permanente?
La idea funcion¨®. Se fueron sumando pa¨ªses, se fortalecieron los lazos y la solidaridad, se profundiz¨® en la construcci¨®n del Estado de bienestar y, poco a poco, cualquier guerra entre Francia y Alemania no s¨®lo result¨® impensable sino, como quer¨ªa Schuman, ¡°materialmente imposible¡±. Es cierto que hubo una serie de factores que favorecieron la viabilidad de aquel plan. La guerra hab¨ªa movilizado una serie de recursos que cuando termin¨® segu¨ªan activos, la inmensa destrucci¨®n tras la barbarie b¨¦lica reclamaba respuestas inmediatas, se produjeron avances inmensos en el sector agrario y Estados Unidos estaba dispuesto a implicarse para mantener a raya a su nuevo enemigo, la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Al margen de la excepcionalidad de aquel momento, se mantiene firme una lecci¨®n: actuar ante desaf¨ªos concretos y no andarse por las ramas. Nada que ver con lo que est¨¢ ocurriendo en esta ya larga campa?a contra el diab¨®lico y microsc¨®pico bicho. M¨¢s que una oportunidad para volver a soldar los hilos invisibles que nos tienen a todos conectados, lo que se reclama son las virtudes de la propia tribu. Un desastre.
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