Evitar contagios
La desescalada precisa el control de quienes han tenido contacto con el virus
El n¨²mero de muertes por covid-19 ha bajado por primera vez por debajo de 100 personas en los ¨²ltimos d¨ªas. La clara y sostenida mejora de los datos sobre nuevos contagios e ingresos hospitalarios permite comenzar una fase de desescalada en la que el riesgo m¨¢s significativo es el exceso de confianza. Excepto Madrid, el ¨¢rea de Barcelona y gran parte de Castilla y Le¨®n, la mayor parte de Espa?a ha podido pasar a la fase 1 y comenzar a recobrar la actividad. Pero, aunque hayamos dejado atr¨¢s el periodo m¨¢s agudo de la epidemia, el virus asesino sigue ah¨ª y, si se le da la oportunidad, mientras no haya una vacuna, continuar¨¢ expandi¨¦ndose, con el riesgo de nuevos y peligrosos rebrotes.
El hecho de que la epidemia haya afectado de forma tan desigual a los diferentes territorios hace que la desescalada tenga que ser necesariamente asim¨¦trica. Eso crea un notable nivel de confusi¨®n que el Gobierno deber¨ªa tratar de minimizar con mayor transparencia y un di¨¢logo m¨¢s eficaz con las comunidades aut¨®nomas. Obviamente, aquellos lugares donde la incidencia del virus ha sido menor est¨¢n en mejores condiciones de recuperar la actividad econ¨®mica y comercial, pero eso no significa que tengan un menor riesgo de rebrote. Los primeros datos del estudio de seroprevalencia indican que el porcentaje de poblaci¨®n que ha estado en contacto con el virus, y, por tanto, ha podido desarrollar inmunidad, es muy bajo: apenas un 5% de promedio. Eso significa que, si se relajan las medidas de protecci¨®n y de distanciamiento social, el virus puede volver a propagarse y generar episodios localizados de la misma intensidad y virulencia que en el principio de la epidemia. Nadie est¨¢ a salvo.
Para evitarlo ser¨¢ determinante la capacidad para detectar de forma precoz los nuevos contagios y hacer un seguimiento de los contactos, una tarea muy laboriosa que recae sobre los exiguos servicios de vigilancia epidemiol¨®gica y una asistencia primaria sobrecargada. Este puede ser el gran tal¨®n de Aquiles de la desescalada. El protocolo exige buscar y hacer la prueba a todos los contactos de cada nuevo infectado desde el momento en que se detecta hasta al menos 48 horas antes de presentar los primeros s¨ªntomas. Eso significa que cada nuevo caso puede obligar a localizar a decenas de personas, que a su vez habr¨¢n generado otros roces, y hacer un seguimiento de todos ellos al menos durante 14 d¨ªas.
Adem¨¢s de poder disponer de kits de extracci¨®n y laboratorios suficientes para hacer las pruebas precisas (denominadas PCR), se necesitan amplios equipos humanos especialmente adiestrados, una responsabilidad que recae en exclusiva sobre las comunidades aut¨®nomas. Otros pa¨ªses han hecho previsiones de contrataci¨®n de las que aqu¨ª no tenemos noticia. Mientras Francia, por ejemplo, estima que precisar¨¢ 30.000 personas para estas labores y Alemania ha establecido una ratio de 5 trabajadores sanitarios por cada 25.000 habitantes, en Espa?a algunas de las comunidades que figuran todav¨ªa entre las m¨¢s afectadas han hecho previsiones de apenas unos cientos de contratados, lo que est¨¢ muy lejos de las necesidades. No hay ning¨²n dato que confirme que este aspecto est¨¢ resuelto, no existe un plan nacional que coordine esta tarea y ni siquiera se dispone de un sistema inform¨¢tico ¨²nico que permita compartir datos a la vez y en tiempo real, algo muy importante cuando se recupere la movilidad entre distintos territorios.
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