La solidaridad como valor
Es necesario forjar un consenso sobre valores que asienten un nuevo contrato social
Las sociedades deber¨ªan poder actualizar, cada cierto tiempo, la jerarqu¨ªa con la que ordenan el conjunto de valores que inspiran su convivencia y que orientan imperativamente la acci¨®n pol¨ªtica. En 1978, la Constituci¨®n Espa?ola acogi¨® en su articulado como valores superiores de nuestro ordenamiento la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo pol¨ªtico. No hace falta detenerse ahora a recordar el significado que tales valores representaban para quienes entonces ambicionaron un proyecto democr¨¢tico de pa¨ªs sostenible en el tiempo. Qu¨¦ duda cabe que la libertad, la justicia y la igualdad mantienen hoy su plena vigencia. Lo propio cabe decir del pluralismo pol¨ªtico, especialmente cuando este se erosiona all¨¢ donde avanzan las tesis populistas. Pero¡ ?incorporar¨ªamos quiz¨¢ ahora alg¨²n otro valor para reforzar el sistema? La respuesta est¨¢ claramente condicionada por las consecuencias alarmantes que nos deja la pandemia en el ¨¢mbito econ¨®mico y social. Los crecientes ¨ªndices de desigualdad, la indigna cifra de excluidos o el debilitamiento progresivo de la clase media son factores que representan un riesgo sist¨¦mico para la estabilidad de las democracias liberales.
Con este planteamiento, hoy es un imperativo urgente incorporar la solidaridad a la escala de valores superiores de nuestro ordenamiento. De hecho, en el ¨¢mbito de la Uni¨®n Europea, la solidaridad ya ha sido introducida entre el amplio listado de valores que enuncia el art¨ªculo 2 del Tratado. La l¨®gica de la solidaridad constituye, adem¨¢s, un elemento estrat¨¦gico para guiar con acierto la acci¨®n pol¨ªtica que deben impulsar los Estados y las organizaciones internacionales frente a un virus que constituye una amenaza global a la seguridad humana. Una amenaza que se expres¨® inicialmente en forma de crisis sanitaria para, a continuaci¨®n, dar lugar a una profunda crisis econ¨®mica que fragiliza en magnitudes desconocidas nuestro modelo productivo, empobreciendo de una manera alarmante a nuestras sociedades hasta comprometer seriamente la estabilidad de nuestros sistemas pol¨ªticos
Desde su categorizaci¨®n como valor superior, la solidaridad deber¨ªa poder invocarse como mandato a los poderes p¨²blicos especialmente cuando dise?an los instrumentos de intervenci¨®n para suturar las heridas que resquebrajan nuestra cohesi¨®n y que fragilizan peligrosamente nuestro sistema de convivencia. No es necesario impulsar en este momento una reforma de la Constituci¨®n para dar cabida a esta propuesta, basta con forjar un consenso claro en torno al conjunto de valores sobre el que debemos asentar un nuevo contrato social. La aprobaci¨®n del Ingreso M¨ªnimo Vital por el Gobierno de Espa?a o el impulso que la Comisi¨®n Europea ha dado a la creaci¨®n de un Fondo de Reconstrucci¨®n en el marco de la Uni¨®n Europea son dos respuestas pol¨ªticas innovadoras que responden, desde planteamientos y prop¨®sitos muy distintos, a esta idea de solidaridad. Todo un acierto, a mi entender, para preservar la dignidad y la cohesi¨®n de nuestro proyecto com¨²n.
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