Rodilla al suelo
Es la contraimagen del polic¨ªa desaforado que usa su r¨®tula para asfixiar durante 8 largos minutos y 46 segundos a George Floyd. Es la par¨¢bola invertida que evoca lo contrario de la muerte
Los manifestantes, los polic¨ªas, los bomberos, rodilla al suelo. La imagen sorprende, emociona, turba. Sorprende porque es nueva, usada en modo tan masivo. Emociona por su dignidad y firmeza. Turba porque trastoca el significado de un s¨ªmbolo cl¨¢sico, la genuflexi¨®n en se?al de sumisi¨®n.
Ya cuando el campe¨®n del f¨²tbol americano Colin Kaepernick la inaugur¨® en 2016 para contraprogramar el himno nacional en protesta por el racismo, dotaba al gesto de un contenido, de un mensaje rupturista. En ese deporte, take a knee ¡ªdoblar la rodilla al recibir la bola y parar el juego¡ª es un signo de respeto al jugador, compa?ero o rival, que acaba de herirse.
La rodilla al suelo reclama tiempo y aire. Es la contraimagen del polic¨ªa desaforado que usa su r¨®tula para asfixiar durante 8 largos minutos y 46 segundos a George Floyd. Es la par¨¢bola invertida que evoca lo contrario de la muerte.
La genuflexi¨®n era gesto de inclinaci¨®n ante la autoridad de Dios, su templo, o su delegado, el monarca de origen divino: reconoc¨ªa su poder absoluto sobre todo, y sobre quien lo esbozaba. Era la autohumillaci¨®n total, aun durando un instante.
Conquistadores y generales victoriosos la emplearon al ocupar la nueva tierra o la vida de los vencidos: combinaba el agradecimiento al dios que al parecer les conced¨ªa el triunfo con la contundencia de su espada tocando el suelo ¡ªderecho de conquista de la terra nullius, de nadie considerado humano, ahora reapropiada¡ª y/o la bandera del propio bando izada al cielo.
Si la genuflexi¨®n era de ambas rodillas, a?ad¨ªa al reconocimiento rendido ante la autoridad divina, la impetraci¨®n de favores celestiales; ante un poder humano, la petici¨®n de gracia o indulto; ante la propia pareja, la solicitud de perd¨®n u olvido por la infidelidad cometida.
El gesto de Kaepernick volte¨® la ceremonia: era largo, no implicaba doblar la espalda, manten¨ªa la cabeza enhiesta, colocaba firmes los brazos sobre las piernas o levantaba una mano hasta la boca. Era un c¨¢ntico a la minor¨ªa negra, una protesta que romp¨ªa el ritual de incorporarse al vencer. Rebeld¨ªa respetuosa y digna: no contrariaba la ley, sino una costumbre.
Ahora son miles, millones, los Kaepernicks. Nos turban si llevan uniforme o se encaran con ¨¦l; si son blancos o negros; j¨®venes o viejos; si levantan el pu?o o abren la mano; si portan mascarilla, si se cubren la cabeza, si se la descubren, si se dejan el casco en la mano... Y sentimos una emoci¨®n c¨®mplice.
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