Dominaci¨®n de la ni?ez
No hubo tiempo para reflexionar cu¨¢l es el papel de la infancia en los espacios dom¨¦sticos durante el confinamiento y uno de los resultados en este contexto es el incremento en la violencia en contra de los menores
La pandemia tambi¨¦n ha ponderado lo importante. A una menor escala, nos hemos dado cuenta de que no necesitamos consumir varias de las cosas que antes consum¨ªamos, y en fechas recientes por encima de la pandemia est¨¢n los movimientos sociales, la gente que ha salido a las calles a protestar, con los riesgos a la salud que implica, para manifestarse en contra de los sistemas de opresi¨®n: en contra del racismo y los abusos de poder por parte de la polic¨ªa. Si algo ha roto la cuarentena en varias partes del mundo no ha sido el descubrimiento de una vacuna sino la urgencia de salir a manifestarse a las calles.
Pero tambi¨¦n en esta pandemia hay formas de dominaci¨®n que no pueden romper la cuarentena, que no tienen voz p¨²blica y que tampoco pueden alzar la voz a favor de sus derechos y esas son las voces de los ni?os y las ni?as. En M¨¦xico hay 38 millones de menores, desde reci¨¦n nacidos hasta los 17 a?os, y como Lydia Cacho lo abri¨® en esa puerta enorme para Latinoam¨¦rica que se titula Los demonios del Ed¨¦n (2005), cuya investigaci¨®n consigui¨® una sentencia hist¨®rica en contra de la pornograf¨ªa infantil y la trata, en este contexto social es necesario un organismo constitucional aut¨®nomo, una defensor¨ªa de los derechos de la infancia independiente a la gesti¨®n t¨¦cnica y pol¨ªtica para realizar denuncias, representar y defender a los ni?os y ni?as que han sufrido violaci¨®n de sus derechos, puesto que las leyes mexicanas no los protegen de la violencia dom¨¦stica y la violencia sexual.
Esas mismas voces que sufren abusos no tienen tampoco forma de ser escuchadas en otros espacios. Por si fuera poco, el sistema educativo migr¨® las clases presenciales a las clases en l¨ªnea sin importar edades. Lo mismo ni?os y ni?as de tres a?os que universitarios continuaron homog¨¦neamente los programas educativos frente a los monitores, pero las necesidades educativas no son iguales en todas las etapas y los m¨¢s peque?os han estado frente a los monitores m¨¢s por la inercia que por el resultado de una reflexi¨®n desde el sistema educativo. No hubo tiempo para pensar en los formatos y las herramientas m¨¢s convenientes de acuerdo a las distintas etapas del crecimiento, tampoco hubo tiempo para reflexionar cu¨¢l es el papel de la ni?ez en los espacios dom¨¦sticos durante el confinamiento y uno de los resultados en este contexto es el incremento en la violencia en contra de los menores. El mes pasado, UNICEF denunci¨® en un comunicado el incremento de la violencia en M¨¦xico en contra de los menores durante la pandemia: ¡°El aumento en los niveles de estr¨¦s, la inseguridad econ¨®mica y alimentaria, y el confinamiento a causa del COVID-19 han elevado radicalmente los niveles de violencia dom¨¦stica en M¨¦xico. [¡] Se requiere de acci¨®n inmediata para proteger a la infancia y adolescencia afectada¡±.
La violencia en contra de los menores est¨¢ normalizada. Muchos y muchas pasamos en la infancia por momentos en los que esa delgada l¨ªnea entre crianza y la adultocracia nos dejaban sin nada que hacer. En estos d¨ªas de encierro he escuchado los gritos que un vecino le propina a su hijo peque?o y esto me trae un recuerdo.
Cuando era ni?a en la entrada del departamento de enfrente viv¨ªan unos vecinos que ten¨ªan macetas con chiles de distintas especies, de distintos tama?os y colores. Una vez que llegu¨¦ de la escuela cort¨¦ algunos chiles de distintos tama?os porque me parecieron muy llamativos y esa tarde jugu¨¦ con ellos. Hab¨ªa unos gorditos de un amarillo brillante, unos m¨¢s largos, verdes, unos rojos muy chiquitos que parec¨ªan cascabeles y me pareci¨® que todos deb¨ªan de tener voces distintas. Jugaba con ellos en lo que quiz¨¢s fue un coloquio de chiles de colores hasta que los dej¨¦ y m¨¢s tarde, cuando lleg¨® mi pap¨¢, explot¨® en mi contra porque la vecina le hab¨ªa dicho que yo hab¨ªa estado robando los chiles en su propiedad.
Esto que cuento no tiene tanto que ver con mi pap¨¢ como con una estructura normalizada en la que muchos y muchas pasamos por situaciones en la ni?ez en las que no tenemos voz, como a mis padres a su vez tambi¨¦n les pas¨®, y esto puede encauzar, de la mejor manera, en nuestro presente. Los comportamientos agresivos de los adultos hacia los ni?os y ni?as est¨¢n en la narrativa general. Hay muchas formas en las que el sistema de dominaci¨®n se hace expl¨ªcito en esta pandemia y si se ha roto la cuarentena en varias partes del mundo para posicionarse en contra del racismo, esa misma estructura de superioridad y dominaci¨®n es la misma que mantiene a los menores de edad en una situaci¨®n vulnerable.
Como dice la feminista Bell Hooks: ¡°En una cultura de la dominaci¨®n en la que los ni?os y las ni?as no tienen derechos civiles, quienes tienen el poder ¨Ces decir, los hombres y las mujeres adultos¨C, pueden ejercer un poder autocr¨¢tico sobre ellos. Todas las evidencias m¨¦dicas demuestran que las ni?as y los ni?os sufren abusos violentos a diario en esta sociedad y muchos de estos abusos ponen en riesgo su vida; de hecho, muchos mueren. [¡] En las jerarqu¨ªas del patriarcado capitalista supremacista blanco, se consiente la dominaci¨®n masculina sobre las mujeres, pero tambi¨¦n la dominaci¨®n adulta sobre la infancia, y nadie quiere hablar de las madres que ejercen estas violencias.¡±
Una de las series m¨¢s populares en Netflix en estos d¨ªas trata sobre el caso del ped¨®filo y millonario Jeffrey Epstein, quien encabezaba una red de pedofilia y sistem¨¢ticamente abusaba de menores, un hombre ligado a c¨ªrculos de poder, muy cercano al presidente Donald Trump. Uno de los tantos aspectos terriblemente actuales que analiz¨® Lydia Cacho al destapar la red de pornograf¨ªa y prostituci¨®n ligadas al poder pol¨ªtico y econ¨®mico es esa doble vulnerabilidad que supone ser menor de edad y ser ni?a, por ejemplo, en este momento en el libro en el que el caso de Succar Kuri empieza a circular en la prensa: ¡°En El Caf¨¦ se escuchaban los debates de voces predominantemente masculinas entre humo de cigarrillos. El tema era si una ni?a de 12 a?os es o no es capaz de gozar las relaciones sexuales, si no era para tanto que al ¡°viejo Succar le gustara la carne joven¡±. Escuchamos, incluso, a un veterano periodista decir, entre risas de sus colegas: ¡°A los 13 ya lloran¡ pero cuando se la sacas¡±. Los dem¨¢s corearon y otro a?adi¨®: ¡°Son cancha reglamentaria¡±.
En manos de estos reporteros y editores estaba la investigaci¨®n period¨ªstica. Muy contados fueron quienes dedicaron tiempo a exponer los hechos sin prejuicios sexistas, con respeto a su labor period¨ªstica.¡± Habr¨ªa que prestar atenci¨®n a esa narrativa m¨¢s amplia ¨Cdesde la prensa, la publicidad, las series, pel¨ªculas, libros, el lenguaje que usamos todos los d¨ªas¨C ya que as¨ª llega a normalizarse. Mejor ejemplo esta pregunta que Lydia Cacho plantea en el mismo libro, hablando de la ficci¨®n en relaci¨®n con la realidad, como el reflejo de la novela Lolita de Nabokov: ¡°Pero ?qu¨¦ sucede cuando las descripciones de pederastia y trata de personas son pr¨¢cticamente id¨¦nticas entre ficci¨®n y realidad? Vale la pena analizar, no para censurar, sino para comprender los impulsos ps¨ªquicos y la normalizaci¨®n de las violencias erotizadas.¡±
Hay muchos tipos de violencia en contra de los ni?os y las ni?as. Es probable que muchos y muchas tengamos recuerdos en los que veamos estas pr¨¢cticas normalizadas, inexplicables en ese momento, como quiz¨¢s en el futuro sean inexplicables para el hijo peque?o del vecino a quien en esta pandemia le han gritado muchas veces. Y regresar hoy a esos momentos para cuestionarlos, para preguntarnos si es que nos relacionamos desde la dominaci¨®n con un ni?o o una ni?a.
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