Sobre c¨®mo afrontar la crisis constituyente
El desaf¨ªo al que nos enfrentamos tiene caracter¨ªsticas inquietantes: no se refiere a la nueva normalidad sino a la necesidad de instaurar un nuevo modelo de convivencia que garantice la solidez de la democracia
![Tribuna JLC](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/SQWCK7ISIVC33BDIKHCUEVT7GQ.jpg?auth=e0441920b2f5ce3209c9f790160e44aaf70e342d60a6b90292934268f6dc9548&width=414)
La semana pasada Juan Carlos Campo, ministro de Justicia, dijo en el Parlamento que nos encontramos ante una crisis constituyente. Es efectivamente lo que sucede, aunque no solo en nuestro pa¨ªs, y se debe sobre todo al estupor y el miedo que provoca la globalizaci¨®n, sentimientos magnificados ahora por la pandemia.
Campo dijo constituyente y no constitucional. No creo que se equivocara aunque luego alguien de su departamento hizo p¨²blica una necia rectificaci¨®n. Es constituyente y es global porque enfrenta las dificultades del sistema representativo para hacer frente a la actual perturbaci¨®n del orden emanado de la II Gran Guerra. Comentaristas de la derecha ponen el grito en el cielo relacionando su discurso con la mascarada del independentismo catal¨¢n. Pero el desaf¨ªo al que nos enfrentamos tiene caracter¨ªsticas todav¨ªa m¨¢s inquietantes: se refiere a la necesidad de instaurar un nuevo modelo de convivencia que garantice la solidez de la democracia. No es la est¨²pida nueva normalidad, sino el mundo del inmediato futuro lo que hay que construir.
La destrucci¨®n del orden representativo tiene que ver con el desplazamiento de los centros de poder y el agotamiento de las estructuras pol¨ªticas y medi¨¢ticas que vertebraban la toma de decisiones. Los tumultos contra la brutalidad policial que ahora sacuden la conciencia norteamericana responden a una pulsi¨®n id¨¦ntica a la de los movimientos tipo Occupy Wall Street, 15-M, primavera ¨¢rabe o incluso Me Too. Es la protesta frente a un sistema que se percibe injusto tanto para el inter¨¦s colectivo como para las expectativas individuales, y en la que el espacio de lo social irrumpe y alborota el propio espacio pol¨ªtico. Hab¨ªamos vivido algo parecido en Mayo del 68, pero entonces no hab¨ªa Internet ni redes sociales como las de ahora; persist¨ªa el tel¨®n de acero; no se hab¨ªa consumado el proceso descolonizador y apenas comenzaba la globalizaci¨®n de la econom¨ªa financiera. Por si fueran pocas estas diferencias, la poblaci¨®n mundial era menos de la mitad de lo que es hoy.
En situaci¨®n como la actual un Gobierno verdaderamente progresista deber¨ªa propiciar m¨¢s el debate intelectual que los esl¨®ganes y pasquines a que nos tiene acostumbrados. A Pablo Iglesias hay que reconocerle que ha teorizado en numerosas ocasiones sobre estos temas. Siempre me ha parecido que, aunque su diagn¨®stico es relativamente acertado, sus propuestas de soluci¨®n resultan err¨®neas. Encaramado al populismo y acosado por contradicciones personales, temo que est¨¦ echando a perder su vocaci¨®n intelectual sin que logre en cambio asaltar los cielos. Podemos tiene en cualquier caso un proyecto para Espa?a, que ya se ensay¨® en Venezuela y Bolivia con los lamentables resultados que conocemos. El problema es que el Partido Socialista Obrero Espa?ol no tiene proyecto alguno, o por mejor decir tiene una variedad de ellos, siempre que el que se aplique garantice el poder a su actual l¨ªder. Algunos ven en esto una dificultad, pero la experiencia demuestra que puede convertirse en una coyuntura favorable para el pacto.
Como respuesta a la crisis constituyente en el imaginario de Podemos se inscribe la clausura del r¨¦gimen de 1978 y la apertura de un proceso del mismo g¨¦nero que acabe con la Monarqu¨ªa. Estudioso de Negri y Hardt, profetas del libertarismo global, Iglesias no cree en la autonom¨ªa de la pol¨ªtica respecto a lo social y posiblemente piensa que ocupar el poder constituyente equivale al triunfo de la revoluci¨®n misma. Con un programa as¨ª es dif¨ªcil mantener la coherencia en un equipo de gobierno desnortado por la incidencia sanitaria, contra la que ha luchado manteniendo al frente a un se?or bastante bobo. La ciencia epidemiol¨®gica, si existe tal cosa, no saldr¨¢ bien parada de esas comparecencias en las que los pol¨ªticos se escudan en los expertos y los expertos en los pol¨ªticos. Pero la obligaci¨®n de los que mandan, adem¨¢s de salvar vidas como dicen, es liderar la reconstrucci¨®n o, por mejor decir, construir el nuevo orden. El econ¨®mico desde luego; el moral y pol¨ªtico tambi¨¦n. Nada de eso se puede ni se debe hacer con el apoyo de solo una mitad del arco parlamentario, ni tampoco desde el cortoplacismo de quienes est¨¢n dispuestos a pagar cualquier precio para derribar al Gobierno o para mantenerse en ¨¦l. La crisis constituyente no es fruto del coronavirus sino del desprestigio de las instituciones y de quienes las encarnan. Es una tonter¨ªa decir que ahora no es el momento de afrontarla. ?Cu¨¢ndo entonces? Pero no se puede hacer con un Gobierno de la se?orita Pepis. Se necesita un equipo que sepa mirar la realidad e interpretarla, y no busque de continuo el sonrojante aplauso de un conjunto de diputados empachados de ideolog¨ªa.
No son necesarias nuevas coaliciones ni romper la que existe sino buscar una mesa de di¨¢logo sincero en la que las pasiones y la ignorancia den paso al acuerdo. La ¨²nica medida verdaderamente consensuada desde que comenz¨® el drama ha sido la instauraci¨®n de la renta m¨ªnima vital, que no es necesariamente una se?a de identidad progresista. Hasta Trump sugiere entregar un cheque de mil d¨®lares a cada americano adulto. Un Gobierno de progreso ha de atender al signo de los tiempos y ajustar el funcionamiento de las instituciones a las demandas de la ciudadan¨ªa. Abordar el desaf¨ªo de la mayor recesi¨®n mundial de la historia en las condiciones en las que S¨¢nchez y Casado tratan de imponernos supone una falta de lealtad a sus votantes, por m¨¢s que con ello halaguen a la militancia. El cinismo insolidario destilado por los dirigentes de los dos principales partidos contrasta con la eficacia de la ¨²nica comisi¨®n de reconstrucci¨®n verdaderamente ¨²til, integrada por sindicatos y empresarios, pese a que su funcionamiento haya sido boicoteado desde La Moncloa. Cuando la sociedad civil brega por encontrar soluciones pactadas el poder pol¨ªtico las canibaliza en busca de r¨¦ditos electorales.
Las fuerzas de izquierda, fragmentadas y unidas solo por su antagonismo con la oposici¨®n, tienen ante s¨ª una encrucijada hist¨®rica. Mientras sus portavoces se comporten en Cortes como si de una asamblea de facultad se tratara, los exabruptos y desplantes verbales seguir¨¢n abonando la fortaleza de la reacci¨®n conservadora. Si el socialismo espa?ol, hu¨¦rfano de todo an¨¢lisis te¨®rico, persiste en sustituir el liderazgo por una camarilla clientelista dispensadora de favores, acabar¨¢ el pa¨ªs en manos de la extrema derecha. Las famosas dos almas hist¨®ricas del PSOE, las de Prieto y Largo Caballero, no son una exclusiva de ese partido. En Espa?a, los puristas del marxismo postularon la revoluci¨®n para acabar colaborando con la dictadura. A los pragm¨¢ticos socialdem¨®cratas se debe en cambio el impulso reformista que logr¨® reconstruir Europa en alianza con la democracia cristiana tras la guerra. El mismo que permiti¨® la larga etapa de cambios y consolidaci¨®n democr¨¢tica presidida por Felipe Gonz¨¢lez.
La debilidad del actual equipo socialista no se debe solo a su penuria de esca?os ni a su irregular pacto con Podemos y los independentistas, sino sobre todo al descalabro interno del partido que comenz¨® con la obsesi¨®n de Rodr¨ªguez Zapatero por eliminar cualquier vestigio del llamado felipismo. La pandemia ha sido en ciertos aspectos una bendici¨®n para S¨¢nchez, que ha evitado tener que explicar entre otras cosas el amigable encuentro del ministro ?balos con la vicepresidenta venezolana, programado y no fortuito como se quiso hacer creer. Hay quien piensa que el Gobierno es reh¨¦n de Venezuela debido a la presencia de Podemos, pero la mayor amenaza que puede esgrimir Caracas es desvelar la naturaleza oculta de las gestiones de Zapatero con Maduro o el origen de los millones de d¨®lares depositados en Suiza por su antiguo embajador.
Contra los que piensan que la pandemia marcar¨¢ la derrota de la globalizaci¨®n, esta acabar¨¢ imponi¨¦ndose tecnol¨®gica y humanamente. Al margen los refuerzos que en el corto plazo recaben los Estados, necesitamos construir una gobernanza mundial m¨¢s eficiente y fiable que el sistema de Naciones Unidas. Si el partido socialista y la derecha moderada no son capaces de volver a ser fuerzas dominantes del cambio y garant¨ªa del funcionamiento de la democracia, no habr¨¢ otro camino para la estabilidad pol¨ªtica. Espa?a volver¨¢ entonces a ser un pa¨ªs prescindible en el dise?o de la gobernanza global.
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