Tiovivos
Adi¨®s a los topetazos inocuos de los autos de choque, al campanilleo del tiovivo y a la voz infantil que grita gozosa: ¡°?mam¨¢, mira, el R¨ªo Misterioso!¡±
He visitado los mejores museos en pos de mujeres cultas, he sido arrastrado ¡ªsin gran esfuerzo¡ª a tabernas y lugares crapulosos por amigos golfos, mi padre me acostumbr¨® a los hip¨®dromos y mi madre a las librer¨ªas, pero s¨®lo a un sitio he ido por iniciativa y voluntad propia: a la feria. Los caballitos, que luego aprend¨ª a llamar tiovivos, los autos de choque, la casa del miedo, el tren que recorre el laberinto de la risa, la noria, la monta?a rusa y su v¨¦rtigo (al iniciar la gran bajada un amigo gritaba ¡°?el futuro!¡±), el tiro al blanco, la caseta en que se exhiben serpientes adormiladas y chapotea en una ba?era un peque?o cocodrilo... He sido adicto a esas modestas maravillas hasta una edad que me cuesta confesar. Incluso hoy volver¨ªa con culpable gozo a ellas si encontrase la persona que me ofreciese adecuada compa?¨ªa. ?Las atracciones de la feria! Para m¨ª lo han sido, desde luego, incluso m¨¢s que atracciones: adicciones. Pero ahora resulta que deber¨¦ resignarme a perder tambi¨¦n el tintineo de ese para¨ªso...
Acosados por la epidemia que todo lo contagia y lo cierra, los feriantes ya no encuentran fiestas patronales en las que montar sus chiringuitos y fre¨ªr churros para el nene y la nena. Se quejan de que las autoridades no les ayudan a subsistir como a otros gremios (pese a ser treinta mil familias y doscientos mil empleos), pero estoy seguro de que no es por desidia sino por temor a la competencia: nuestros gobernantes son como feriantes tristes, de vocaci¨®n fingida y recursos obscenos, que prefieren arruinar las dem¨¢s far¨¢ndulas para monopolizar el pasmo, no de los inocentes sino de los bobos. De modo que adi¨®s a los topetazos inocuos de los autos de choque, al campanilleo del tiovivo y a la voz infantil que grita gozosa: ¡°?mam¨¢, mira, el R¨ªo Misterioso!¡±.
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