Hasta en los tiempos m¨¢s oscuros
Escuchar en estos tiempos experiencias como la de Liliana Segre, interna de Auschwitz, inspira y ense?a
Desde hace semanas muchos coincidimos en la sensaci¨®n de que alguien hubiera parado los relojes el pasado marzo y estropeado el magnetismo de todas las br¨²julas con las que, ya sea bien o mal, nos mov¨ªamos. La mayor¨ªa hemos emergido de un estado on¨ªrico aletargados y desorientados, como si nos hubiera cegado la luz del sol. Pero esto es lo de menos: demasiados de nosotros han resultado profunda y directamente heridos por el dolor y la muerte. Ahora somos una sociedad desfigurada y transfigurada por lo impensable que ha sobrevenido a nuestras vidas. Ignoramos con qu¨¦ conceptos comunicar con nuestro presente porque esta conversaci¨®n ineludible se traza siempre contra la opacidad constitutiva de toda experiencia en curso: no sabemos qu¨¦ nos sucede mientras nos est¨¢ ocurriendo. Sin embargo, contamos con el auxilio de las herramientas que nos dejaron otros, con su experiencia vital. As¨ª lo consider¨® Hannah Arendt al afirmar: ¡°Hasta en los tiempos m¨¢s oscuros tenemos el derecho a esperar cierta iluminaci¨®n, y dicha iluminaci¨®n proviene menos de las teor¨ªas y conceptos que de la luz incierta, titilante y a menudo d¨¦bil, que algunos hombres y mujeres reflejaron en sus trabajos y sus vidas¡±.
El derecho a esperar cierta iluminaci¨®n es una capacidad que sin embargo debemos ganarnos. Para merecerla es imprescindible prestar atenci¨®n a todas aquellas cosas que nos han pasado desapercibidas, especialmente a la Vida como fen¨®meno primordial y a las vidas ¨²nicas e irremplazables que la conforman. Hemos de pensar la condici¨®n humana como algo irrefutablemente interconectado. Si esta pandemia nos ha golpeado es precisamente por no haber sabido reparar a tiempo en sus m¨²ltiples se?ales de aviso. Es la prueba palmaria de nuestra letal ceguera hist¨®rica y medioambiental, de nuestras fantas¨ªas de omnipotencia. A¨²n estamos a tiempo de corregir un rumbo que se adivina desastroso.
Una de esas vidas cuyo testimonio ilumina nuestro tiempo es la de la senadora italiana Liliana Segre, de 90 a?os. Como superviviente de las llamadas ¡°marchas de la muerte¡± realizadas por los presos de Auschwitz y otros campos de exterminio, Segre regal¨® uno de los discursos m¨¢s hondos que se han escuchado en la sede del Parlamento Europeo, con motivo del 75? aniversario de la liberaci¨®n de ese campo. Pronunciadas en enero, a las puertas de lo que iba a suceder pocas semanas m¨¢s tarde, apenas se prest¨® atenci¨®n medi¨¢tica a las palabras de esa anciana, perteneciente a una generaci¨®n cuyo arco vital abarca dos de las destrucciones m¨¢s importantes a las que se ha enfrentado la humanidad en el siglo XX y XXI. No es extra?a tal desconsideraci¨®n: esa generaci¨®n es precisamente a la que se ha desahuciado y desatendido en esta pandemia, al grito expl¨ªcito de sacrificar a los d¨¦biles que se oy¨® en Tennessee e impl¨ªcitamente en el descarte pr¨¢ctico de los mayores en tantos otros lugares.
El deslumbrante discurso de la senadora Segre, recogido en YouTube, contiene tres ense?anzas fundamentales para nuestro futuro. La primera, de car¨¢cter hist¨®rico, la encontramos al comienzo de su intervenci¨®n, cuando se?ala algo inadvertido: las banderas que ondean el Parlamento Europeo representan una uni¨®n que no siempre fue as¨ª. Hemos dado por descontado equilibrios y alianzas internacionales que cost¨® gran esfuerzo y sangre construir. Hoy corren un severo peligro, hay que apuntalarlas cuanto antes. Con la segunda, un experimento moral de car¨¢cter mental, Liliana Segre recuerda a su yo pasado, la ni?a fam¨¦lica reci¨¦n salida del campo de concentraci¨®n, confesando que hoy, que se ha convertido en la abuela de s¨ª misma, intenta proteger con su memoria hist¨®rica tanto a aquella ni?a como a los que vienen detr¨¢s. Nos invita a convertirnos en abuelos de nosotros mismos para hacer de nuestro futuro un tiempo habitable. La tercera, de car¨¢cter psicol¨®gico, recuerda las marchas de la muerte en las que los prisioneros extenuados no pod¨ªan detenerse ni apoyarse unos en otros, a riesgo de ser fusilados.
Hoy podemos, y debemos, apoyarnos unos en otros, pero la misma fuerza que guio a aquellos prisioneros es la que hoy nos sostiene: la lucha por poner un pie tras otro, dice Segre, para continuar viviendo, para seguir adelante. Hay que escuchar a las senadoras Segre de este mundo antes de que desaparezca el repertorio de experiencia que de ellas perdura en nosotros. Aprenderlo y transmitirlo a las siguientes generaciones. Nos va la vida en ello.
Alicia Garc¨ªa Ruiz es profesora de Filosof¨ªa en la Universidad Carlos III de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.