Con Bolsonaro, Brasil llega al pasado
En los proyectos de poder de los extremistas de hoy se elimina la idea de futuro
Los brasile?os sol¨ªan crecer con la idea de que ¡°el gigante sudamericano¡± alg¨²n d¨ªa ser¨ªa el pa¨ªs del futuro. En la primera d¨¦cada de este siglo, llegaron a creer que el futuro finalmente hab¨ªa llegado, aunque lo financiara una pr¨¢ctica tan arcaica como la exportaci¨®n, esta vez a China, de materias primas arrancadas de la naturaleza. En un a?o y medio de gobierno, Jair Bolsonaro destruye el pa¨ªs construyendo un presente hecho de diferentes partes de su peor pasado. En este sentido, el bolsonarismo es un fen¨®meno totalmente nuevo.
Es notoria la dificultad de poner nombre a la ascensi¨®n de gobernantes como Bolsonaro. Ultraderecha o nueva derecha, nacionalismo populista o populismo nacionalista, fascismo o neofascismo, antidem¨®cratas o d¨¦spotas elegidos son algunos de los t¨ªtulos que se buscan para nombrar el fen¨®meno. Lo que los presidentes como Bolsonaro representan todav¨ªa reh¨²ye las definiciones. Lo que puede afirmarse es que Brasil se ha vuelto un experimento en que el futuro, un activo fundamental en diferentes movimientos en la historia, ha sido eliminado.
Bolsonaro act¨²a como un Frankenstein sin cultura ni ciencia, pero pose¨ªdo por la religi¨®n del odio. Est¨¢ convirtiendo a Brasil en un engendro construido con sus pedazos favoritos del pasado. En la Amazonia, los generales ensayan una nueva aventura, como si el pa¨ªs viviera en la dictadura militar de los a?os setenta. Creen que arrinconando a los funcionarios civiles e invadiendo la selva con uniformes convencer¨¢n al mundo de que su pol¨ªtica contra el medio ambiente no es tan mala como muestran los n¨²meros de la deforestaci¨®n. Con los pueblos originarios, Bolsonaro se salta los per¨ªodos en que prevalec¨ªan las pol¨ªticas de asimilaci¨®n y se remonta al siglo XVI para rescatar algo peor: el colonizador que duda de la humanidad plena de los ind¨ªgenas. La semana pasada, se neg¨® a garantizarles el acceso a agua potable y camas en hospitales durante la pandemia.
En la ONU, su diplomacia se al¨ªa con islamistas ultraconservadores para vetar t¨¦rminos como ¡°educaci¨®n sexual¡± y ¡°g¨¦nero¡±. Hace unos d¨ªas, se opuso a la expresi¨®n ¡°salud sexual y reproductiva¡± en un texto propuesto por pa¨ªses africanos para prohibir la mutilaci¨®n genital femenina. En la fundaci¨®n creada para defender la cultura afrodescendiente, ha puesto a un presidente que acusa a los movimientos negros de ¡°victimismo¡±, rescatando los tiempos en que el pa¨ªs fantaseaba que era una ¡°democracia racial¡±. En Educaci¨®n, tras destituir a una aberraci¨®n que no se entend¨ªa ni con la gram¨¢tica, ha nombrado a un pastor que defiende el dolor como m¨¦todo pedag¨®gico. En Cultura, cada vez hay m¨¢s acciones para exaltar el per¨ªodo imperial, que el bolsonarismo considera el apogeo de Brasil.
Es mucho m¨¢s que retroceso. Es una construcci¨®n. Y est¨¢ avanzando.
Traducci¨®n de Meritxell Almarza
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