Pedro S¨¢nchez y la vuelta al orden
El reto hist¨®rico inmenso que el primer Podemos pudo acaso acariciar o representar, m¨¢s como un deseo compartido que como un proyecto definido, no lleg¨® nunca a materializarse
Pocos d¨ªas antes de las elecciones vascas y gallegas el presidente del Gobierno sorprend¨ªa con unas declaraciones at¨ªpicas y cargadas de un raro sentido hist¨®rico: ¡°Unidas Podemos es hija de Anguita y nieta de Carrillo. La ultraderecha, hija de Blas Pi?ar y no vamos a decir nieta de qui¨¦n¡±.
Inhabituales en el repertorio de la comunicaci¨®n pol¨ªtica del presidente, poco prolijo en referencias hist¨®ricas y an¨¢lisis geneal¨®gicos, estas declaraciones me parecen, sin embargo, enormemente sintom¨¢ticas tanto del momento pol¨ªtico que atravesamos como del intento de definirlo o, m¨¢s bien, prescribirlo. Y no tanto por la validez historiogr¨¢fica que contienen (la historia tiende a rimar m¨¢s que a repetirse), como por el juego de poder y de fijaci¨®n de sentido de ¨¦poca que suponen.
Hay, s¨ª, en la sentencia de S¨¢nchez una aparente depreciaci¨®n del papel pol¨ªtico que ocupa ese amigo/enemigo interno del Gobierno que es Unidas Podemos, pero, parad¨®jicamente, este juego ret¨®rico de poder no solo no parece incomodar a su destinatario sino que, a todas luces, lo acepta y se reconoce en ¨¦l. Como si UP hallara en ese diagn¨®stico geneal¨®gico una cierta verdad siempre latente, como si sus l¨ªderes no pudieran sino acabar reconoci¨¦ndose en esa biograf¨ªa y hacerlo con la satisfacci¨®n de una pertenencia orgullosamente afirmada.
Pero estas declaraciones contienen, adem¨¢s, una dolorosa dimensi¨®n prescriptiva, confirmada por las recientes elecciones gallegas y vascas: Unidas Podemos ha regresado a los resultados electorales que tradicionalmente obten¨ªa el espacio PCE-IU antes de 2014 (calcados, por poner un ejemplo significativo, de las elecciones gallegas de 1997, con 42 esca?os para el PP, 18 para el BNG, 14 para el PSOE y sin representaci¨®n de IU).
La frase de S¨¢nchez est¨¢ cargada, por tanto, de una intenci¨®n suplementaria, la de servir de diagn¨®stico del final de un ciclo pol¨ªtico. ?Por qu¨¦ y c¨®mo? Pues porque en este relato de repetici¨®n y continuidad hist¨®rica se busca proyectar la imagen de un orden pol¨ªtico, social y cultural felizmente recobrado. Es la celebraci¨®n de la calma que viene despu¨¦s de la tormenta; despu¨¦s, enti¨¦ndase bien, de lo que acaba etiquetado como un an¨®malo desorden ya superado. Como si por fin volviesen las posiciones pol¨ªticas que siempre definieron el r¨¦gimen pol¨ªtico de 1978.
Pero, claro, lo parad¨®jico es que el nacimiento de Podemos fue, precisamente, fruto, al tiempo que desencadenante, de la desestabilizaci¨®n o rechazo de esas mismas posiciones y linajes. Y es tambi¨¦n sintom¨¢tico porque la condici¨®n de posibilidad de su ¨¦xito, al menos hasta junio de 2016, fue resultado de haber sabido leer esa crisis, de entender las inmensas e in¨¦ditas posibilidades de transformaci¨®n y democratizaci¨®n que conten¨ªa.
S¨ª, aquel Podemos tuvo ¨¦xito porque pudo emanciparse -desde el reconocimiento a los que vinieron antes, a su legado y memoria- de ese linaje familiar. Porque entendi¨® que en ese momento hist¨®rico era posible construirse m¨¢s all¨¢ del espacio tradicional destinado a las izquierdas a la izquierda del PSOE y de que se tornaba tambi¨¦n plausible, esa era la otra parte del enorme reto, desbordar el segundo y crucial eje estabilizador del r¨¦gimen pol¨ªtico del 78: el que opon¨ªa sin tregua al centro con las mal llamadas periferias. Crisis, pues, porque desde una articulaci¨®n pol¨ªtica que fuera m¨¢s all¨¢ del reparto de posiciones a derecha e izquierda (ojo, no de los contenidos y valores de la izquierda sino de sus formas de nombrarse, de sus s¨ªmbolos y repertorios de sentido), era posible desbordar la contraposici¨®n de identidades territoriales y nacionales para construirlas, esta vez, no desde la secular oposici¨®n entre territorios y pueblos, sino mediante f¨®rmulas agregadoras que superasen viejos antagonismos paralizantes. Un reto hist¨®rico inmenso, que el primer Podemos pudo acaso acariciar o representar, pero m¨¢s como un deseo compartido que como un proyecto definido, y que no lleg¨® nunca a materializarse.
Me parece cada vez m¨¢s dif¨ªcil de negar que, pasadas las elecciones de diciembre de 2015, las t¨¢cticas y estrategias de Podemos mostraron una manifiesta incapacidad para seguir actuando desde esa reconfiguraci¨®n de los dos ejes antes se?alados: desbordar el espacio pol¨ªtico reservado tradicionalmente a las nuevas formaciones pol¨ªticas y articular as¨ª un discurso y un proyecto con vocaci¨®n de mayor¨ªas (la famosa transversalidad); y superar, precisamente desde ese lugar transversal, la confrontaci¨®n entre territorios e identidades nacionales. El desaf¨ªo no era menor: mostrar que Espa?a s¨ª era reformable, que no est¨¢bamos abocados a una polarizaci¨®n eterna entre centro y periferias nacionales.
Es meridiano que desde 2016 confluyen al menos tres factores que arruinan esta fabulosa posibilidad hist¨®rica:
En primer lugar, Podemos fue sin¨®nimo de cambio, o de movimiento s¨ªsmico, en cada cita electoral: irrupci¨®n inesperada en las europeas de 2014, ayuntamientos del cambio en mayo de 2015, resultados en las elecciones auton¨®micas que destabilizaron los equilibrios de poder territoriales, primera fuerza pol¨ªtica en Catalu?a y Euskadi en diciembre de 2015, en empate casi t¨¦cnico con el PSOE en aquellas elecciones generales. Pero entre diciembre de 2015 y junio de 2016 Podemos no solo muestra cambio, apertura y afianzamiento de las posibilidades de transformaci¨®n, sino tambi¨¦n un principio de par¨¢lisis. Por hist¨®ricos que fueran los resultados electorales, por inimaginable que un nuevo partido quedara a tan solo 300.000 votos del PSOE, los cambios dejaron de sucederse: Podemos no solo no es capaz de echar a Rajoy, sino que se entrampa en una negociaci¨®n pol¨ªtica en la que aparecen, o retornan, algunos viejos s¨ªntomas de la izquierda: la escenificaci¨®n de un Gobierno sin negociaci¨®n y acuerdo, quiz¨¢ m¨¢s preocupado por definirse frente al PSOE que por presentarse como motor de cambio hist¨®rico, la b¨²squeda indisimulada del sorpasso, el miedo a quedar atrapado eternamente a la izquierda del PSOE (herencia del trauma que el PCE arrastraba desde la Transici¨®n) y que, como todo miedo o trauma, acaba favoreciendo, incluso provocando, su propia realizaci¨®n o confirmaci¨®n bajo la f¨®rmula de la profec¨ªa autocumplida.
Todo confluye en una incapacidad bien de explorar alternativas que afianzasen la ola de cambio de la que Podemos hab¨ªa sido sin¨®nimo (sin obviar la posibilidad de un Gobierno en minor¨ªa de S¨¢nchez a cambio de romper el vergonzante pacto econ¨®mico del PSOE con C¡¯s), bien de hacer recaer la responsabilidad de la repetici¨®n electoral en las manos del PSOE. Pero no, y el enroque mutuo de PSOE y Podemos, y la sola apuesta por la repetici¨®n electoral, acaba sentida no solo como responsabilidad compartida de las dos izquierdas (de nuevo en esa pugna por los espacios simb¨®licos antes que por la capacidad real de transformaci¨®n), sino como el signo inequ¨ªvoco de que la voluntad de cambio se mostraba menos poderosa que la pulsi¨®n de afirmarse como un espacio conquistado en la izquierda.
Aunque se conjuran m¨¢s y complejas dimensiones de an¨¢lisis, estas son claves centrales e irrenunciables para entender la posterior tendencia electoral de Podemos, que no solo no suma gracias a la alianza con IU en 2016, sino que empieza a confinar a ambos partidos, ahora confundidos en destino e identidad, al lugar que hab¨ªa ocupado tradicionalmente el espacio PCE-IU (con toda la dignidad y, sin duda tambi¨¦n, con la inmensa dificultad de desbordar ese espacio pol¨ªtico durante el crudo invierno neoliberal previo a la crisis de 2007 y la f¨¦rrea hegemon¨ªa de la cultura pol¨ªtica de la Transici¨®n que le acompa?¨®. ?Al C¨¦sar lo que es del C¨¦sar!).
En segundo lugar, que Espa?a dejara de cambiar cada vez que se abr¨ªan las urnas acarreaba consecuencias decisivas para el eje centro-periferias (las mal llamadas por el centro periferias), ese que secularmente ha marcado la imposibilidad de construir un sentido pol¨ªtico de pertenencia en el conjunto del Estado (de construir, como se dec¨ªa en ese momento, un pueblo), al menos uno que no se definiera por la exclusi¨®n y el antagonismo mutuos. Que en 2015 y 2016 Podemos fuera primero en Catalu?a y Euskadi era un s¨ªntoma de que algo estaba cambiando. Era el deseo de una Espa?a reformable que necesitaba, como agua de mayo, hechos, hitos y pruebas de esa posibilidad imaginada. Sin embargo, parte importante de ese electorado, tras el retorno de Podemos a las identidades pol¨ªticas previas (am¨¦n de a un centralismo en su forma de organizaci¨®n incompatible con la plurinacionalidad reivindicada) acab¨® por convencerse, con la inestimable ayuda de la ofensiva de las derechas, de que no, de que Espa?a era definitivamente irreformable: independencia v¨ªa proc¨¦s o soberanismo de la negociaci¨®n permanente.
La posibilidad de un proyecto plurinacional se alejaba tan r¨¢pido como lo hac¨ªan los votantes de la papeleta de Unidas Podemos. En las elecciones auton¨®micas de 2019 en Asturias, Murcia, Arag¨®n, La Rioja, Extremadura, Madrid o las Castillas, y en las recientes elecciones en Euskadi y Galicia, se producen dram¨¢ticas y muy similares ca¨ªdas en porcentajes de voto con respecto a 2015. Fugas masivas de votos que en Euskadi van hacia Bildu, en Galicia al BNG y en Madrid, caso sin duda at¨ªpico, hacia M¨¢s Madrid. En el resto de CC AA las fugas quedan repartidas entre la abstenci¨®n, el voto desilusionado al PSOE y la aparici¨®n paulatina de una politizaci¨®n del sentido de pertenencia en las provincias m¨¢s castigadas de la Espa?a vac¨ªa. Solo el Adelante Andaluc¨ªa de Teresa Rodr¨ªguez resiste a esa ca¨ªda en picado y retiene a parte importante del electorado. No ser¨¢ ya el caso para las siguientes elecciones andaluzas.
Y desde 2016 asistimos, en tercer y ¨²ltimo lugar, a un estrechamiento del partido, de sus formas de organizaci¨®n y deliberaci¨®n. Las dudas y diferencias internas en torno a la deriva que estaba tomando el partido, tambi¨¦n sobre las decisiones que llevaron a la repetici¨®n electoral, o a la forma de gestionarla y al progresivo retorno a las viejas identidades previas al 15-M, fueron conduciendo a una cada vez m¨¢s dif¨ªcil, cuando no imposible, discusi¨®n y deliberaci¨®n internas. Se agudizaron as¨ª las tendencias (sin duda presentes en Podemos desde Vistalegre I) al centralismo, el cesarismo y el castigo del disenso. La disputa interna irrumpi¨® primero, la purga y el abandono del partido, para muchos y muchas, vinieron despu¨¦s. A Podemos acab¨® cost¨¢ndole cada vez m¨¢s y m¨¢s prefigurar, tanto en su modelo de organizaci¨®n como en su gesti¨®n de la diversidad territorial, un modelo asumible para ese exterior mayoritario al que aspiraba, vale decir, para el deseo de un cambio pol¨ªtico en y de Espa?a.
Opt¨®, bien al contrario, por priorizar el control del partido a su crecimiento social y territorial. Un control interno que encontr¨® en el acceso al Gobierno la justificaci¨®n de todas sus apuestas: se pod¨ªa tener m¨¢s poder (institucional) del que nunca se hab¨ªa tenido, aunque se tuviera menos poder (social, territorial, cultural y electoral) que nunca. Unidas Podemos dej¨® de ser dirigente, vale decir, de se?alar el rumbo de los cambios por venir, para ser la parte minoritaria de un Gobierno. Empujar, desde una posici¨®n subalterna, hacia la izquierda al PSOE es leg¨ªtimo, hoy sin duda necesario, pero como apuesta est¨¢ lejos, infinitamente lejos, de aquel proyecto de construir una nueva mayor¨ªa social capaz de generar nuevos consensos, nuevas o renovadas institucionales y, tambi¨¦n, nuevas pr¨¢cticas pol¨ªticas y culturales.
La frase de S¨¢nchez no es, pues, inocente: se cierra un ciclo pol¨ªtico, retorna un conocido orden de posiciones, aquel que siempre acept¨® a los ¡°comunistas¡± porque ocupaban un lugar subalterno. Un orden que se pon¨ªa en crisis por las inmensas dificultades que tuvo para responder a las nuevas demandas, deseos y malestares sociales, y que no pudo sino verse amenazado por la fuerza popular, si quieren populista, que pretendi¨® articularlas y darles voz. Por eso la frase de S¨¢nchez celebra la vuelta del viejo orden de posiciones de 1978: en ¨¦l queda contenido, en el doble sentido de darle un lugar y de no permitir que lo desborde, Unidas Podemos.
Pero el cierre de este ciclo sucede en un contexto internacional y nacional harto diferente, la crisis econ¨®mica primero, y la pandemia despu¨¦s, han terminado por mostrar los l¨ªmites insalvables, aunque no las alternativas, de la hegemon¨ªa neoliberal. Adem¨¢s, la polaridad entre los mal llamados centro y periferia adopta renovadas formas. Las fuerzas pol¨ªticas nacionales o soberanistas, que hoy recogen la frustraci¨®n con el proyecto de Unidas Podemos (como Podemos atrajo con anterioridad a parte significativa de sus votantes), tienen hoy el reto, o la oportunidad, de articular un espacio pol¨ªtico estatal inclusivo, indudablemente confederal o plurinacional. Un ciclo se cierra, pero no lo hace la posibilidad de ampliar la democracia y la justicia social en nuestro pa¨ªs.
Jorge Lago es profesor de Teor¨ªa Pol¨ªtica Contempor¨¢nea en la UC3M y editor de Lengua de Trapo. Fue uno de los fundadores de Podemos, formaci¨®n que abandon¨® a principios de 2019.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.