Despu¨¦s del orden internacional liberal
Si Biden gana las presidenciales de EE UU la cuesti¨®n es si su pa¨ªs trabajar¨¢ con un conjunto de otros Estados para gestionar las instituciones internacionales que luchan contra los desaf¨ªos de nuestros d¨ªas
Muchos analistas sostienen que el ascenso de China y la elecci¨®n del presidente estadounidense Donald Trump pusieron fin al orden internacional liberal. Pero si Joe Biden derrota a Trump en la elecci¨®n de noviembre, ?deber¨ªa tratar de revivirlo? Probablemente no, pero s¨ª reemplazarlo.
Los cr¨ªticos se?alan, con raz¨®n, que el orden liderado por Estados Unidos despu¨¦s de 1945 no fue ni global ni fue siempre muy liberal. Dejaba fuera a m¨¢s de la mitad del mundo (el bloque sovi¨¦tico y China) e inclu¨ªa a muchos Estados autoritarios. Lo de la hegemon¨ªa estadounidense siempre fue exagerado. Pero lo cierto es que el pa¨ªs m¨¢s poderoso debe llevar la delantera en la creaci¨®n de bienes p¨²blicos globales; de lo contrario nadie los proveer¨¢ (y los estadounidenses saldr¨¢n perjudicados).
La pandemia actual es un buen ejemplo. Un objetivo realista para una presidencia de Biden deber¨ªa ser establecer instituciones internacionales basadas en reglas, con membres¨ªas diferentes para temas diferentes.
?Aceptar¨¢n China y Rusia participar? En los a?os noventa y dos mil, estos pa¨ªses no pod¨ªan contrarrestar el poder estadounidense, y Estados Unidos pas¨® por alto el principio de soberan¨ªa, en pos de la defensa de los valores liberales. Bombarde¨® Serbia e invadi¨® Irak sin aprobaci¨®n del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y en 2005 apoy¨® una resoluci¨®n de la Asamblea General de la ONU que instituy¨® la "responsabilidad de proteger" a ciudadanos de otros pa¨ªses contra la violencia de sus propios Gobiernos; luego en 2011 us¨® esta doctrina para justificar el bombardeo de Libia a fin de dar protecci¨®n a la poblaci¨®n de Bengasi.
Los cr¨ªticos describen estos hechos como un ejemplo de hybris estadounidense pos-Guerra Fr¨ªa. Por ejemplo, cuando la intervenci¨®n de la OTAN en Libia dio lugar a un cambio de r¨¦gimen, Rusia y China se sintieron enga?adas. Los defensores de la doctrina, en cambio, la presentan como la evoluci¨®n natural del derecho humanitario internacional. En cualquier caso, el incremento del poder de China y de Rusia puso l¨ªmites m¨¢s estrictos al intervencionismo liberal.
?Qu¨¦ queda entonces? Rusia y China recalcan el principio de soberan¨ªa de la Carta de las Naciones Unidas, seg¨²n el cual los Estados solamente pueden ir a la guerra en defensa propia o con aprobaci¨®n del Consejo de Seguridad. La captura por la fuerza de territorios de pa¨ªses vecinos ha sido infrecuente desde 1945, y all¨ª donde sucedi¨®, dio lugar a costosas sanciones (por ejemplo, cuando Rusia anex¨® Crimea en 2014). Adem¨¢s, el Consejo de Seguridad ha autorizado muchas veces el despliegue de fuerzas de mantenimiento de paz en pa¨ªses convulsionados, y la cooperaci¨®n pol¨ªtica limit¨® la proliferaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva y misiles bal¨ªsticos. Esta dimensi¨®n de un orden basado en reglas sigue siendo crucial.
Pero en el plano de las relaciones econ¨®micas se necesita una revisi¨®n de las reglas. Ya mucho antes de la pandemia, el sistema h¨ªbrido de capitalismo del Estado chino era sost¨¦n de un modelo mercantilista injusto que distorsion¨® el funcionamiento de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio. El resultado ser¨¢ un desacople de las cadenas globales de suministro, sobre todo all¨ª donde est¨¦ en juego la seguridad nacional.
Aunque China protesta contra la negativa estadounidense a que empresas como Huawei construyan redes de telecomunicaciones 5G en Occidente, la postura de Estados Unidos es compatible con el principio de soberan¨ªa. No olvidemos que China apela a razones de seguridad para impedir a Google, Facebook y Twitter operar en su territorio. La negociaci¨®n de nuevas reglas comerciales puede ayudar a evitar un agravamiento del desacople. En tanto, la crisis actual no ha debilitado la cooperaci¨®n en el crucial ¨¢mbito financiero.
Pero la interdependencia ecol¨®gica alza ante el principio de soberan¨ªa un obst¨¢culo insuperable, dado el car¨¢cter transnacional de las amenazas. Por m¨¢s que retroceda la globalizaci¨®n econ¨®mica, la globalizaci¨®n ambiental continuar¨¢, porque obedece a las leyes de la biolog¨ªa y de la f¨ªsica, no a la l¨®gica de la geopol¨ªtica contempor¨¢nea. Estas cuestiones afectan a todos, pero ning¨²n pa¨ªs puede manejarlas por separado. En temas como la covid-19 y el cambio clim¨¢tico, el poder admite una dimensi¨®n de suma positiva.
En este contexto, no basta pensar en ejercer el poder sobre otros. Tambi¨¦n hay que pensar en ejercer poder con otros. El acuerdo de Par¨ªs sobre el clima y la Organizaci¨®n Mundial de la Salud suponen beneficios para Estados Unidos y para los otros pa¨ªses. Desde el encuentro de Richard Nixon con Mao Zedong en 1972, las diferencias ideol¨®gicas no han impedido la cooperaci¨®n entre China y Estados Unidos. La pregunta dif¨ªcil para Biden es si ambos pa¨ªses podr¨¢n cooperar en la provisi¨®n de bienes p¨²blicos globales al tiempo que compiten en las ¨¢reas tradicionales de la rivalidad entre grandes potencias.
Hay una nueva cuesti¨®n importante (el ciberespacio), que aunque es en parte transnacional tambi¨¦n est¨¢ sujeta al control de los Gobiernos soberanos. Internet ya est¨¢ parcialmente fragmentada. Aunque un acotado c¨ªrculo de democracias puede elaborar normas de libertad de expresi¨®n y privacidad en Internet, los Estados autoritarios no las respetar¨¢n.
Como se?ala la Comisi¨®n Mundial sobre la Estabilidad del Ciberespacio, existen ciertas normas que protegen la estructura b¨¢sica de Internet, cuyo cumplimiento tambi¨¦n interesa a los Estados autoritarios, en la medida en que quieran conectividad. Pero all¨ª donde esos actores usen proxies como herramientas para la guerra informativa o para interferir en elecciones (violando as¨ª la soberan¨ªa de otros pa¨ªses), dichas normas no ser¨¢n suficientes, y habr¨¢ que complementarlas con reglas como las que negociaron Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica durante la Guerra Fr¨ªa (pese a la hostilidad ideol¨®gica) para limitar el riesgo de escalada de incidentes en altamar. Estados Unidos y otros pa¨ªses con ideas similares tendr¨¢n que anunciar qu¨¦ normas tienen intenci¨®n de defender, y se necesitar¨¢n medidas de disuasi¨®n.
La insistencia en la defensa de los valores liberales en el ciberespacio no implica un desarme unilateral de Estados Unidos, sino m¨¢s bien distinguir entre el poder blando permitido de la persuasi¨®n no encubierta y el poder duro de la guerra informativa encubierta; en el segundo caso corresponde que Estados Unidos tome represalias. Esto implica aceptar programas y actividades de difusi¨®n de Rusia o China que se realicen en forma no encubierta, pero oponerse a conductas encubiertas coordinadas, como la manipulaci¨®n de las redes sociales. Adem¨¢s, Estados Unidos debe seguir criticando el desempe?o de estos pa¨ªses en materia de derechos humanos.
Las encuestas muestran que la poblaci¨®n estadounidense quiere evitar intervenciones militares, pero no abandonar las alianzas y la cooperaci¨®n multilateral. Y todav¨ªa da importancia a las cuestiones de valores.
Si Biden gana la elecci¨®n, la pregunta que deber¨¢ responder no es si es necesario restaurar el orden internacional liberal, sino si Estados Unidos puede trabajar con un n¨²cleo interno de aliados para promover la democracia y los derechos humanos, y al mismo tiempo cooperar con un conjunto m¨¢s amplio de Estados en lo referido a la gesti¨®n de las instituciones internacionales basadas en reglas que se necesitan para enfrentar amenazas transnacionales como el cambio clim¨¢tico, las pandemias, los ciberataques, el terrorismo y la inestabilidad econ¨®mica.
Joseph S. Nye, Jr. es profesor en Harvard y autor de Do Morals Matter? Presidents and Foreign Policy from FDR to Trump.
Traducci¨®n de Esteban Flamini.
? Project Syndicate, 2020
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