Monarqu¨ªa o rep¨²blica
Sea como fuere, si lo que queremos es una democracia excelente para Espa?a, cuanto m¨¢s nos dividamos m¨¢s nos alejaremos de ese ideal
Basta volver a ver la pel¨ªcula Casablanca para renovar la emoci¨®n ante la famosa escena en la que todo el Bar de Rick comienza a entonar La marsellesa. Para eso no hace falta ser franc¨¦s. En ese contexto espec¨ªfico, el himno es un canto a la libertad frente a la dictadura. Por eso el ideal de la rep¨²blica est¨¢ tan inexorablemente unido a la democracia. Esto lo tenemos tan interiorizado, que si nos hacen la pregunta de qu¨¦ preferimos, si una rep¨²blica o una monarqu¨ªa la respuesta es casi mec¨¢nica: una rep¨²blica. La cosa cambia si empezamos a concretar lo que entendemos por una u otra. ?Qu¨¦ sistema pol¨ªtico prefiere, la monarqu¨ªa parlamentaria de Noruega o Suecia o la rep¨²blica de Turqu¨ªa o de China? Aunque la cosa cambiar¨ªa si metemos a la monarqu¨ªa saud¨ª en la comparaci¨®n. Las razones las conocemos todos. Ya se trate de monarqu¨ªas o rep¨²blicas, lo importante es su funcionamiento democr¨¢tico.
Curiosamente, sin embargo, en teor¨ªa pol¨ªtica tendemos a privilegiar las democracias en las que prevalece el esp¨ªritu ¡°republicano¡±, entendido en el sentido de republicanismo c¨ªvico. Ser¨ªan aquellas que gozan de eso que en alg¨²n lugar he denominado el triple c¨ªrculo virtuoso: liderazgos responsables, virtudes ciudadanas y sentido de comunidad. Pueden a?adirle muchos otros atributos de los que caracterizan a las democracias de mayor calidad y ver¨¢n que las monarqu¨ªas parlamentarias escandinavas ¨Dy la holandesa¡ª est¨¢n en lo m¨¢s alto a este respecto en todos los rankings que miden el valor de cada sistema democr¨¢tico. Se da, pues, la paradoja de que las mejores monarqu¨ªas son tambi¨¦n, curiosamente, las m¨¢s ¡°republicanas¡± en el sentido que acabo de dar al t¨¦rmino. Lo importante no es, de nuevo, el ser monarqu¨ªa (parlamentaria) o rep¨²blica (democr¨¢tica), sino el grado de republicanismo c¨ªvico.
Y llegamos al punto decisivo. ?Esos pa¨ªses que acabo de mencionar poseen todos esos atributos positivos por ser monarqu¨ªas parlamentarias? Seguramente no, porque otros pa¨ªses republicanos punt¨²an igual de alto. La pregunta habr¨ªa que formularla entonces de manera distinta: ?qu¨¦ hizo que all¨ª sobreviviera la monarqu¨ªa y en otros pa¨ªses democr¨¢ticos no? Y la respuesta hay que buscarla en la historia, probablemente en la f¨®rmula espec¨ªfica en la que se hizo el tr¨¢nsito desde el antiguo al nuevo r¨¦gimen. Y lo que nos encontramos es que en ellos predominaron las f¨®rmulas pactadas y no divisivas entre las nuevas y las viejas ¨¦lites. El sistema mon¨¢rquico pudo sobrevivir quedando como un residuo de lo viejo, que contribuy¨® a reforzar el sentido de comunidad nacional, a la vez que se hizo compatible con la soberan¨ªa popular y el r¨¦gimen parlamentario. Y ese temprano acceso al modelo democr¨¢tico asegur¨® que con el tiempo fueran calando las virtudes democr¨¢ticas.
En Espa?a no tuvimos ni una cosa ni otra hasta la Transici¨®n, y tambi¨¦n fue pactado. Ahora es un pacto que se pone en entredicho en muchos de sus aspectos. La pregunta es si a las m¨²ltiples fuentes de divisi¨®n queremos a?adir ahora la de la forma de Estado para subir a¨²n m¨¢s el diapas¨®n de la tensi¨®n pol¨ªtica. Sobre todo, porque aquello de lo que nos deber¨ªamos ocupar es de desarrollar nuestro deficiente republicanismo c¨ªvico, y este supone tambi¨¦n un mayor nivel de exigencia para la monarqu¨ªa. Sea como fuere, si lo que queremos es una democracia excelente para Espa?a, cuanto m¨¢s nos dividamos m¨¢s nos alejaremos de ese ideal.
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