La vuelta al cole
La flexibilidad es necesaria para garantizar el control de los rebrotes
El Gobierno y las comunidades aut¨®nomas tienen previsto celebrar una Conferencia de Presidentes a finales de agosto para tratar una dif¨ªcil cuesti¨®n: la vuelta al colegio que empezar¨¢ a partir del 10 de septiembre. Ya cuentan con unos protocolos, pero fueron acordados hace mes y medio y sobre la suposici¨®n de que el curso empezar¨ªa en una situaci¨®n de relativa estabilidad virol¨®gica, o ¡°nueva normalidad¡±. La reactivaci¨®n de las curvas epid¨¦micas, que algunos cient¨ªficos consideran ya los albores de una segunda ola, est¨¢n arruinando d¨ªa a d¨ªa esa hip¨®tesis de partida. Como existe un amplio consenso entre los pedagogos en que las clases presenciales son necesarias, entre otras cosas para no agravar la brecha digital entre las familias m¨¢s y menos favorecidas, la suspensi¨®n o el retraso de la apertura del curso no parece una opci¨®n. As¨ª que los pol¨ªticos van a tener que hilar muy fino para organizar unas clases presenciales seguras para el profesorado, los ni?os y sus familias.
Mirar a la experiencia de otros pa¨ªses que ya han iniciado el curso ser¨ªa normalmente una buena idea, pero en este caso resulta una nueva fuente de desasosiego. Los ni?os alemanes han vuelto a clase con mascarilla e incorporaciones escalonadas a los centros, pese a lo cual los contactos en la entrada fueron inevitables, y dos escuelas del Norte han tenido que cerrar por nuevos contagios. Escocia ha puesto el acento en que los ni?os se laven las manos y no ha aumentado el distanciamiento entre pupitres, porque la autoridad sanitaria aduce que los menores se contagian menos y transmiten menos el virus, lo que dista de estar claro.
El distanciamiento de los pupitres s¨ª que resulta clave para los finlandeses, que han limitado la clase a 15 alumnos y el comedor a 50, a veces a costa de invadir el gimnasio. Otros pa¨ªses han tirado la toalla y se han resignado a dar parte de las clases de forma telem¨¢tica. La pauta es que no hay pauta, aunque una medida bastante generalizada es que los alumnos formen burbujas, grupos fijos para ir a clase y al comedor. Un problema m¨¢s serio puede ser mantener esas burbujas en el recreo o en el transporte de vuelta a casa. Todo el mundo da por hecho que habr¨¢ brotes en las escuelas, y el reto es limitarlos, detectarlos y confinarlos.
Incluso este panorama tan heterog¨¦neo, sin embargo, ofrece lecciones que las Administraciones espa?olas deben considerar. La mera heterogeneidad de la experiencia internacional indica que los protocolos no pueden ser r¨ªgidos, porque deben adaptarse no ya a cada comunidad aut¨®noma, sino incluso a cada escuela. Hay colegios en el centro de las ciudades que lo van a pasar mal para garantizar el distanciamiento y el efecto burbuja. Hay comunidades aut¨®nomas, y hasta comarcas dentro de una provincia, que exhiben muchos m¨¢s casos que las dem¨¢s, y no es lo mismo abrir una escuela en una que en otra. Habr¨¢ colegios que sufran rebrotes y tengan que cerrar por un tiempo, sin que eso afecte necesariamente o todos los dem¨¢s. A situaci¨®n cambiante, regulaci¨®n flexible.
Lo peor que podr¨ªa ocurrir, con todo, es que la vuelta al cole se convierta en el en¨¦simo motivo de tensi¨®n territorial o en una nueva arma arrojadiza para la t¨¢ctica partidista. Al igual que la salud, la educaci¨®n es demasiado importante para tom¨¢rsela tan a la ligera.
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