Trump o el apocalipsis
El candidato republicano tensa el miedo de sus seguidores para derrotar a Biden
El presidente del caos ha amenazado con el apocalipsis si no vence en las urnas el 3 de noviembre. Despu¨¦s de despreciar y bordear la ley, as¨ª como sembrar el desorden durante casi cuatro a?os, Donald Trump se ofrece ahora como presidente de la ley y el orden. Pretende convertir el juicio en las urnas sobre su presidencia ca¨®tica en un aval para seguir e intensificar su pol¨ªtica ca¨®tica.
La primera providencia en esta campa?a electoral ha sido la anulaci¨®n de la identidad, ideas y valores del partido republicano, irreconocible en la versi¨®n trumpista que ha celebrado su Convenci¨®n para nominarle candidato a repetir en la presidencia. Destaca la ausencia de mascarillas y de distancia social en el ¨²ltimo acto celebrado en la Casa Blanca, con asistencia de un millar y medio de personas, en una abierta exhibici¨®n de la irresponsabilidad del presidente en la gesti¨®n de la pandemia.
No tan solo ha engullido al partido republicano, sino que ha instrumentalizado las instituciones y edificios oficiales como escenario para su propaganda partidista. Los jardines frente a la Casa Blanca han sido la tribuna para los mensajes de apoyo de la primera dama Melania y donde ha pronunciado su mensaje de aceptaci¨®n. El secretario de Estado, Mike Pompeo, obligado por una veterana tradici¨®n de d¨¦cadas en EE UU a evitar la mezcla de g¨¦neros, intervino desde Jerusal¨¦n, en mitad de un viaje oficial.
El balance presidencial no puede ser m¨¢s negativo. Era dif¨ªcil una peor gesti¨®n de la covid-19. La recesi¨®n que se cierne sobre el mundo ha sido aprovechada por el presidente para seguir favoreciendo a los m¨¢s ricos y a sus amigos. La crisis de orden p¨²blico, provocada por los abusos policiales, ha sido alentada y aprovechada para reforzar a la extrema derecha y asustar a la poblaci¨®n blanca de los suburbios que suele votar a los republicanos. No hay Administraci¨®n del Estado donde Trump no haya metido los dedos ni erosionado su autonom¨ªa, bajo la p¨¦sima excusa de combatir un supuesto Estado profundo o deep state ajeno al voto democr¨¢tico.
La m¨¢s perversa de sus actuaciones se dirige a minar el derecho a votar. Trump ya alcanz¨® la Casa Blanca con tres millones menos de votos que Hillary Clinton en 2016 y ahora pretende frenar el voto por correo para aprovechar la inhibici¨®n que pueda producir la pandemia entre el electorado dem¨®crata. Su objetivo, para el caso de no obtener suficientes delegados presidenciales, es convertir el escrutinio electoral en un litigio judicial interminable, que le permita evitar el relevo por Joe Biden.
La ¨¦lite republicana, colaboradores de Ronald Reagan y de los dos Bush, se ha hecho notar por su ausencia en la Convenci¨®n, secuestrada por la familia Trump y sus fans de la extrema derecha racista. El dilema para los votantes no es elegir entre los grandes dos partidos hist¨®ricos, sino optar entre cuatro a?os m¨¢s de destrucci¨®n persistente de la democracia o el regreso a todo lo que Trump ha atacado, es decir, la normalidad institucional, la divisi¨®n de poderes, los controles y equilibrios, y el funcionamiento de las garant¨ªas constitucionales de las libertades de los ciudadanos.
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