Sin m¨¢scaras
La UE debe prepararse por si Johnson opta por forzar un Brexit sin acuerdo
Tras rectificar su empecinado desd¨¦n ante las mascarillas sanitarias, ahora el primer ministro brit¨¢nico, Boris Johnson, acaba de quitarse la m¨¢scara con la que pretend¨ªa alcanzar un verdadero acuerdo de futuro tratado comercial con la Uni¨®n Europea (UE). No es as¨ª, porque en un acuerdo todas las partes realizan concesiones, y ¨¦l no ha abierto siquiera el m¨ªnimo resquicio para ninguna en los dos asuntos clave que ¡ªcomo conoce perfectamente¡ª impiden a los negociadores europeos firmar ning¨²n acuerdo.
A saber, un r¨¦gimen pesquero amigable en sus aguas, y no marcado por la confrontaci¨®n entre flotas y pescadores. Y la igualdad o equivalencia de las normativas p¨²blicas en los ¨¢mbitos fiscal, laboral y medioambiental para consolidar la igualdad de condiciones de funcionamiento de las empresas a uno y otro lado de La Mancha. Su negativa prefigura una amenazante competencia desleal seg¨²n el modelo Singapur, por otro lado largamente ensayado en los insolidarios para¨ªsos fiscales de las islas del canal, donde impera la delincuencia de cuello blanco.
A estos datos resultantes de las ¨²ltimas rondas negociadoras y de los tanteos previos a la octava de ellas, que debe iniciarse hoy, Johnson les acaba de a?adir sendos torpedos a la flotaci¨®n de cualquier entendimiento.
Uno es la preparaci¨®n urgente de una nueva ley nacional reguladora del mercado interior brit¨¢nico tras su autoexclusi¨®n del europeo, que diluir¨ªa la fuerza vinculante de lo ya pactado con los 27 en el Acuerdo de Retirada sobre el r¨¦gimen comercial de Irlanda del Norte (mantendr¨ªa una frontera con el resto del reino) y sobre el estricto control de las ayudas estatales. El negociador europeo Michel Barnier ha sentenciado sobriamente que ¡°todo lo firmado debe ser respetado¡±.
La otra amenaza viene con la eliminaci¨®n de la m¨¢scara dialogante. A la milmillonaria campa?a de publicidad ya en marcha, destinada a reconciliar a los ciudadanos con una estrepitosa salida sin acuerdo de futuro, le a?ade ahora que este ¡°ser¨¢ un buen resultado para el Reino Unido, como he dicho desde el principio¡±.
Todos saben, y m¨¢s que nadie el liberalismo ingl¨¦s, que no ser¨¢ bueno. Porque implica altos aranceles, desaprovisionamientos al menos temporales, encarecimiento de precios, y obst¨¢culos crecientes para acceder al mercado de su mayor socio comercial, la Europa continental. Por eso trata ahora de aplicarle otra m¨¢scara, la de una relaci¨®n comercial solo estructurada sobre los fr¨¢giles lazos de las reglas de la OMC ¡ªminimalistas en relaci¨®n con los v¨ªnculos asentados durante m¨¢s de cuatro decenios con los europeos¡ª, disfrazando el ¡°no acuerdo¡± con un ¡°acuerdo a la australiana¡±, como si el tono de las voces invirtiese el sentido de las palabras.
Hay que tomarse en serio esas amenazas. Sin dejar de defender la bondad de un pacto como el que la UE propugna ¡ªcero cuotas, cero aranceles, normativa equivalente¡ª, esta debe sobre todo prepararse ya, tambi¨¦n mentalmente, para un escenario de peque?os y m¨ªnimos acuerdos sectoriales de circunstancias. Y para no dar por sentados beneficios ya considerados, como el acceso brit¨¢nico a programas europeos, el alcance de los apoyos a la paz en Irlanda del Norte o las v¨ªas de compartir datos, tecnolog¨ªas u organismos: si Londres lo voltea todo, todo debe ser reconsiderado. La flexibilidad propia del poder suave europeo limita con la dignidad y el respeto.
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