Pandemia y ruptura democr¨¢tica
Llevar a Catalu?a a una convocatoria electoral en el contexto de la crisis sanitaria es un grave error
La inhabilitaci¨®n del president Torra precipita la pol¨ªtica catalana a nuevas elecciones. En realidad, la inminente convocatoria electoral no deber¨ªa coger a nadie por sorpresa. Catalu?a llevaba inmersa en una desconcertante fase preelectoral desde que el pasado enero Torra diera por agotada la legislatura y anunciara nuevas elecciones sin llegar a convocarlas formalmente. El Gobierno catal¨¢n se encontraba en una situaci¨®n insostenible, paralizado por su debilidad parlamentaria y por los continuos desencuentros entre ERC y Junts per Catalunya. Ante esta situaci¨®n lo m¨¢s aconsejable era dar por finiquitada la legislatura y volver a convocar a los catalanes a las urnas.
En efecto, en condiciones de normalidad, tanto la inestabilidad pol¨ªtica en Catalu?a como la inhabilitaci¨®n de Torra ser¨ªan motivos m¨¢s que suficientes para un inminente avance electoral. Sin embargo, nos encontramos en medio de la segunda ola de la pandemia, un contexto que podr¨ªa comprometer el buen desarrollo de las elecciones. La experiencia de los procesos electorales del pasado julio en Galicia y Pa¨ªs Vasco deber¨ªan ser una lecci¨®n suficiente para comprender cu¨¢n desaconsejable es convocar elecciones en medio de una pandemia. Entonces, el Gobierno Vasco y la Xunta de Galicia tomaron una decisi¨®n altamente irregular: negar el voto a ciudadanos que estuvieran en esos momentos infectados por la covid-19. La privaci¨®n a los ciudadanos de un derecho tan fundamental como es el sufragio activo constituy¨® un esc¨¢ndalo sin precedentes que har¨ªamos bien en evitar que cayera en el olvido.
El deterioro democr¨¢tico de los procesos electorales del pasado julio deber¨ªa ser una advertencia para que los pol¨ªticos catalanes evitaran la convocatoria electoral mientras la pandemia est¨¦ entre nosotros. Es cierto que la celebraci¨®n de elecciones en Galicia y Pa¨ªs Vasco eran un imperativo legal, pues ya hab¨ªan transcurrido los cuatro a?os desde los ¨²ltimos comicios. Sin embargo, en el caso de Catalu?a a¨²n quedan algo m¨¢s de catorce meses para que se agote la legislatura, por lo que las elecciones son evitables si el Parlamento catal¨¢n as¨ª lo desea. Es por este motivo que me parece desconcertante que los pol¨ªticos de un lado y otro se hayan manifestado partidarios de convocar elecciones cuanto antes sin tomar en consideraci¨®n el enorme efecto desestabilizador que puede tener la pandemia.
A mi entender, llevar a Catalu?a a una convocatoria electoral en enero es un grave error. La responsabilidad y la prudencia aconsejan una nueva sesi¨®n de investidura para elegir a un president de la Generalitat que demore las elecciones hasta que la situaci¨®n sanitaria ofrezca las garant¨ªas necesarias. Soy consciente de que un acuerdo en este sentido es m¨¢s que improbable. En los ¨²ltimos meses hemos podido constatar que la pandemia, lejos de fomentar el alto el fuego entre las distintas fuerzas pol¨ªticas, ha avivado a¨²n m¨¢s la confrontaci¨®n y la crispaci¨®n pol¨ªtica. La pugna en Madrid entre el Gobierno central y el auton¨®mico es un buen ejemplo de ello. Y tampoco es de esperar que se produzca un par¨¦ntesis en el clima de confrontaci¨®n que sufre la pol¨ªtica catalana desde hace a?os.
Nos adentramos pues a unas elecciones catalanas que estar¨¢n marcadas nuevamente por la excepcionalidad. Tras su inhabilitaci¨®n, el president Torra declar¨® que los comicios deb¨ªan plantearse como un nuevo plebiscito y consider¨® que el independentismo deb¨ªa avanzar hacia una ruptura democr¨¢tica, pac¨ªfica y desobediente. Emplaz¨®, en definitiva, que los catalanes usaran su voto en las pr¨®ximas elecciones como un instrumento para manifestar de nuevo su rechazo a la destituci¨®n de un presidente leg¨ªtimo.
La estrategia planteada por el president Torra es comprensible. Desde hace a?os que las encuestas muestran de forma tozuda que ERC lidera el espacio independentista si las elecciones se plantean como unas elecciones convencionales, sin sobresaltos ni golpes de efecto. Sin embargo, Junts per Catalu?a es capaz de recortar la ventaja de ERC cuando las elecciones se enmarcan en el contexto de la represi¨®n y el exilio. As¨ª ocurri¨® en las elecciones de 2017, cuando Puigdemont se impuso contra todo pron¨®stico gracias a que muchos votantes de la ¨®rbita de Esquerra sintieron que en esa ocasi¨®n tocaba reivindicar la restituci¨®n del presidente leg¨ªtimo. Y la mejor forma de hacerlo era votando por la lista de Puigdemont.
La inhabilitaci¨®n de Torra nos devuelve a las coordenadas de 2017 que tan buenos resultados dio a Junts per Catalunya. Esquerra se encuentra inc¨®moda compitiendo en ese terreno pues desde enero de 2018 decidi¨® apearse de la v¨ªa unilateral y presentarse como un partido m¨¢s moderado, poco partidario de los ¨®rdagos al Estado y con m¨¢s vocaci¨®n de gestionar el mientras tanto. En la carrera por la hegemon¨ªa del espacio independentista, Junts per Catalunya parte con desventaja y a¨²n le sigue pesando su ruptura con el PDeCat. Pero las cosas pueden cambiar si la formaci¨®n de Torra y Puigdemont logra que las elecciones se celebren en medio de un clima de convulsi¨®n, bajo el marco de la ruptura democr¨¢tica y la protesta por la destituci¨®n de un presidente de la Generalitat sin el consentimiento del Parlamento catal¨¢n.
Llu¨ªs Orriols es profesor de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Carlos III de Madrid.
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