Luto por la cultura
La pandemia ha desvelado la brutal desigualdad que condiciona el acceso al universo cultural
La ciudad convertida en cris¨¢lida, temporalmente suspendida entre la angustia y la sonrisa forzada. As¨ª evocaba Laura Ferrero el escenario que la pandemia ha convertido en realidad. En estas p¨¢ginas, la escritora reflexionaba sobre la positividad t¨®xica, esa tendencia peligrosa que tenemos de ¡°enmascarar emociones como el dolor, la tristeza o el enfado¡± tras una consigna de optimismo constante. Al negarnos un espacio para hacer frente al malestar, para reconocerlo y expresarlo en todas sus ambivalencias, acabamos por sumirnos en un estado tramposo, una ilusi¨®n donde la felicidad se convierte en imperativo y donde nuestras emociones quedan veladas por una extra?a anestesia. El letargo de la cris¨¢lida. El ¡°trampantojo¡± de Ferrero.
El coronavirus ha desencadenado una crisis de salud mental. Nos faltan aquellos a quienes hemos perdido, pero tambi¨¦n nos faltan estructuras emocionales para responder ante el dolor y el miedo. Los procesos de duelo son cruciales tras un acontecimiento traum¨¢tico, necesitamos aprender a contar la p¨¦rdida, a compartirla. Conjurar los elementos menos positivos, menos alegres, menos productivos de nuestra vida, nos permite entablar di¨¢logos honestos con nosotros mismos y, as¨ª, con otras personas. La cultura nos brinda la posibilidad de hacer justamente eso. El arte, en todas sus formas, crea puntos de encuentro, redes de comunidad donde buscar las palabras que nos faltan, exhibir las emociones que no entendemos, compartir los fantasmas que nos rondan. Lugares de di¨¢logo y reflexi¨®n que, a veces, nos permiten palpar aquellas heridas que a¨²n nos resulta demasiado doloroso abordar de otra forma.
En El a?o del pensamiento m¨¢gico, reeditado en 2019 con ilustraciones de Paula Bonet, la periodista estadounidense Joan Didion compone un l¨²cido y desgarrador ajuste de cuentas con su propio luto. El libro abre un espacio donde la autora puede llorar la muerte repentina de su marido. A medida que la narraci¨®n avanza, se desvela una p¨¦rdida no anunciada. El libro esconde otra muerte, la de su hija. Para ¨¦sta, la autora apenas tiene palabras. Apoy¨¢ndose en un duelo para poder concebir el otro, Didion va tejiendo una colcha de palabras y silencios, un manto de memoria para arropar la ausencia. ¡°Hasta entonces s¨®lo hab¨ªa podido experimentar dolor, no duelo. El dolor era pasivo. El dolor ocurr¨ªa. El duelo, el acto de manejar ese dolor, requer¨ªa atenci¨®n¡±.
El duelo literario de Didion es un ejemplo de c¨®mo la creaci¨®n cultural nos ayuda a nombrar lo innombrable. ?ste es tambi¨¦n el caso de la obra fotogr¨¢fica de Laia Abril, cuyo ¨²ltimo trabajo, On Rape, vuelve a las galer¨ªas tras el confinamiento. Abril construye una narrativa visual en torno a la violencia sexual, el dolor y la denuncia silenciada. Las fotograf¨ªas muestran objetos y prendas en blanco y negro. La conexi¨®n entre las im¨¢genes y su significado se completa con fragmentos de texto. Una hoja de burundanga es el retrato del caso de La Manada; un vestido nupcial, el de la impunidad de la violaci¨®n dentro de la instituci¨®n familiar. On Rape tiene parte de luto, pero tambi¨¦n de denuncia, de rabia leg¨ªtima, de justicia po¨¦tica y de b¨²squeda de comunidad. El duelo no va s¨®lo de hacer las paces con el dolor, a veces necesitamos hacer la guerra, convertir ese dolor en resistencia colectiva.
La cultura nos puede ayudar a crear nuevas formas de expresi¨®n y di¨¢logo, siempre que apostemos por ella. ¡°Somos cultura, queremos trabajar¡±, afirmaron las protestas convocadas por Alerta Roja. Compuesto de forma transversal por distintas asociaciones, el movimiento tom¨® las calles de las principales ciudades del pa¨ªs en demanda de medidas urgentes para responder ante la falta de recursos a la que se enfrenta el sector. La crisis sanitaria ha provocado cancelaciones, limitaciones de aforo, cierres indefinidos¡ Pero el coronavirus no es el origen del mal, s¨®lo ha hecho m¨¢s visible el desprecio con el que tratamos a la cultura. ?Qu¨¦ otra explicaci¨®n podr¨ªa tener el cerrar salas de cine y teatro, donde cada visitante permanece quieto y con mascarilla puesta, donde adem¨¢s puede asegurarse f¨¢cilmente el cumplimiento con el protocolo de seguridad y controlarse el aforo, mientras otros espacios de ocio permanecen abiertos?
La pandemia ha puesto de manifiesto la precariedad de la producci¨®n art¨ªstica, pero tambi¨¦n ha desvelado la brutal desigualdad que condiciona el acceso a la cultura. Las videoconferencias mostrando estanter¨ªas repletas de libros en pisos bien iluminados son s¨®lo la punta del iceberg. ?Qui¨¦n ha podido aprovechar el encierro para ponerse al d¨ªa con su lista de lecturas pendientes? ?Qui¨¦n ha tenido el tiempo para suscribirse al canal de v¨ªdeos del Macba o a los cursos online del Museo del Prado? ?Qui¨¦n ha llegado? ?Qui¨¦n se ha quedado, una vez m¨¢s, fuera? El capital cultural no es universal. Como sociedad, ese debe parecernos un fracaso imperdonable. Porque, sin cultura, la vida se asemeja a esa sensaci¨®n que describe Didion: la condena a un dolor sin duelo.
Amanda Mauri es investigadora feminista. MSc en Estudios de G¨¦nero por la London School of Economics.
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