Pensamiento lateral
Para combatir el negacionismo es preciso sostener una vida que no lleve al cinismo de la sospecha
Un hecho solo es un cordero frente a los lobos". Es tentador usar esta poderosa imagen de Bruno Latour para describir en nuestro tiempo pand¨¦mico la desvalida impotencia del discurso cient¨ªfico a la hora de legitimar normas de acci¨®n. Lejos de representar la autoridad, ?no se experimenta hoy ante el lenguaje del cient¨ªfico una creciente indiferencia? Aunque muchos no abriguemos duda de que solo saldremos de esta crisis con la ciencia, no podemos negar una cierta desconfianza o, al menos, un cierto escepticismo creciente respecto a su autoridad. En este sentido nuestro mundo parece haberse saltado la pantalla de lo que Habermas en los setenta denunciaba como uso ideol¨®gico de la ciencia y la t¨¦cnica, esto es, que, en las democracias occidentales, el sentido racional de la democracia como deliberaci¨®n p¨²blica estaba siendo secuestrado por tecn¨®cratas con lenguaje de madera. Desde hace dos d¨¦cadas el malestar contra esta delegaci¨®n tecnocr¨¢tica no hace sino generalizarse. Y, en parte, con buenas razones: no basta gestionar, es preciso hacer pol¨ªtica y generar sentido si queremos evitar que la anomia social se exprese en la jerga negacionista.
Hace algo m¨¢s de un mes, bajo el lema Festival de la libertad y la paz, varios miles de personas fueron convocadas en el centro de Berl¨ªn por el movimiento Querdenken (pensamiento lateral) 711 para protestar contra las ¡°opresivas¡± restricciones. Su fundador, Michael Ballweg, un exc¨¦ntrico empresario de Stuttgart de corte new age, insist¨ªa en su car¨¢cter apol¨ªtico, pero en la protesta se mostraron pancartas exigiendo la dimisi¨®n del Gobierno y el fin de las mascarillas, coreando consignas como ¡°resistencia¡± y ¡°somos el pueblo¡±. Pensemos tambi¨¦n en el delirante fen¨®meno QAnon, r¨¦plica americana, donde la proliferaci¨®n de noticias conspiratorias en la Red se despliega bajo un ¡°efecto Ikea¡±: individuos que valoran tanto m¨¢s la bruma conspirativa cuanto m¨¢s pueden fabricarla desde sus propias experiencias atomizadas.
La pregunta importante, siguiendo a Latour, es esta: si el conocimiento cient¨ªfico es un inocente ¡°corderito¡±, ?qui¨¦nes ser¨ªan estos lobos? Latour pone el ejemplo de las vacunas. Cient¨ªficamente son ¨²tiles, pero dar por supuesto su valor de verdad no solo depende de ellas mismas, sino de una creencia sostenida comunitariamente en su sentido. Un hecho m¨¦dico indudablemente valioso como las vacunas necesita recibir legitimidad tambi¨¦n a la luz de un contexto vital que sostenga su valor de confianza. Desde la nueva ¡°lateralidad¡±, sin embargo, toda confianza en este sentido es un obst¨¢culo para una supuesta creatividad individual, una ideolog¨ªa que ha sido, no lo olvidemos, forjada por la funesta influencia del coaching y la autoayuda en los departamentos de recursos humanos y cierta industria medi¨¢tica.
Si, aparte de su verdad intr¨ªnseca, se necesitan otras cosas, un tejido comunicativo, una arquitectura vital, para sostener un ¡°hecho¡±, puede entenderse que lo que impide aceptar el discurso cient¨ªfico en la actualidad no sea tanto la irracionalidad dominante, el ¡°populismo¡± o el partidismo pol¨ªtico, como la falta de un sost¨¦n cultural com¨²n dispuesto a confiar en algo. El problema del discurso liberal a la hora de enfrentarse, por ejemplo, al auge de las teor¨ªas de la conspiraci¨®n es un ejemplo. Por mucho que ridiculicemos, y razones hay, ciertamente, a Miguel Bos¨¦, lo que perdemos de vista en este acto reflejo racionalista es la comprensi¨®n de que el cantante de Don Diablo o el gur¨² de turno tambi¨¦n expresan la creciente insostenibilidad contextual de los criterios cient¨ªficos. Dicho de otro modo, la ¨²nica forma de combatir el negacionismo es sostener una forma de vida que no conduzca a los individuos al cinismo de la sospecha. Esto quiere decir que resulta in¨²til contrastar pol¨¦micamente la dimensi¨®n oscura, maniquea y paranoica de las teor¨ªas de la conspiraci¨®n con la visi¨®n de modernidad, transparencia y humanismo atribuida al pensamiento liberal. Si las narrativas de la conspiraci¨®n encuentran recepci¨®n es porque se acomodan como un guante a la insostenibilidad social dominante y su pobre idea de libertad. Lo que Fredric Jameson llamaba la conspiraci¨®n como ¡°mapa de los pobres¡± es un dispositivo comunicativo alimentado tambi¨¦n desde arriba por poderosos medios m¨¢s obsesionados por vender inseguridad ¡ªpensemos en la reciente campa?a contra los okupas violentos, un problema estad¨ªsticamente insignificante¡ª y miedo.
El tratamiento de la conspiraci¨®n como relato paranoico se presenta como una condensaci¨®n de mensajes que busca dotar de sentido a la realidad de unos ciudadanos arrojados a una fragmentaci¨®n e incertidumbre impredecibles. Diagnosticar que no estamos viviendo tanto una crisis de racionalidad como de confianza tiene consecuencias pol¨ªticas importantes: es crucial que nuestras sociedades no sean expuestas, bajo el shock de la excepcionalidad pand¨¦mica, al funesto y repetido experimento neoliberal de dejar morir lo p¨²blico. La visi¨®n del laboratorio de ingenier¨ªa social que ha sido Madrid durante las ¨²ltimas d¨¦cadas es la mejor prueba: un mundo hu¨¦rfano, receloso, dividido en ¡°dos mundos¡± y, si no lo remediamos, cada vez m¨¢s seducido por el ¡°pensamiento lateral¡±, una mezcla amorfa, pero no menos explosiva de orfandades desconfiadas.
Germ¨¢n Cano es profesor de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea de la Universidad de Alcal¨¢ de Henares.
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