El poderoso encanto de la impotencia
Si hay tantos actores pol¨ªticos incapaces de llegar a los acuerdos necesarios para transformar la sociedad es porque han descubierto que resulta mucho m¨¢s confortable gestionar la intransigencia que la cesi¨®n
Si fuera verdad que los pol¨ªticos solo buscan el poder, tendr¨ªan m¨¢s facilidad en lograr acuerdos; no estar¨ªamos atascados en esta polarizaci¨®n improductiva. Mi hip¨®tesis es que la causa de que les cueste tanto acordar es que est¨¢n m¨¢s c¨®modos administrando la impotencia que el poder. Si realmente buscaran el poder, es decir, la transformaci¨®n de la sociedad, la renovaci¨®n de las instituciones, la ampliaci¨®n de la legitimidad, no tendr¨ªan tantas dificultades en ponerse de acuerdo.
Desconozco cu¨¢l puede ser el encanto de eso que llaman la er¨®tica del poder pero me resulta todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil de comprender el atractivo de la impotencia. Me refiero a lo que puede sentir quien se sit¨²a en una posici¨®n en la cual el poder se simboliza pero no se ejerce, se ocupa, no se transforma nada. Supongo que tendr¨¢ que ver con el gozo de sentirse cerca de los principios, distribuyendo certificados a diestra y siniestra, sin la incomodidad de las responsabilidades, sin hacerse merecedor de la m¨¢s m¨ªnima sospecha de traici¨®n. Si hay tantos actores pol¨ªticos incapaces de llegar a los acuerdos necesarios es porque han descubierto que resulta mucho m¨¢s confortable gestionar la intransigencia que la cesi¨®n. Para algunos, los costes de no poder son m¨¢s asumibles que los de poder a medias.
Administrar la impotencia exige menos que gestionar el poder, es decir, ese poder limitado y pactado, que es el ¨²nico realmente disponible en una sociedad democr¨¢tica. Es m¨¢s f¨¢cil comunicar a los propios seguidores la impotencia que el poder, es decir, que los adversarios no nos dejan hacer nada (aunque, en realidad, lo que ocurre es que no nos dejan hacer todo) que hacerles saber que hemos conseguido poco y, por tanto, que hemos renunciado a mucho. El ¨¦xito de las negociaciones con el adversario (en la medida en que implican alguna cesi¨®n o renuncia) es m¨¢s dif¨ªcil de comunicar que su fracaso. Sobrellevamos mejor los l¨ªmites externos que otros puedan imponernos para impedir que consigamos todo aquello a lo que aspiramos que los l¨ªmites que deber¨ªamos ponernos a nosotros mismos para conseguir parte de lo que deseamos.
Tal vez esta hip¨®tesis sirva para explicar la posible conexi¨®n entre polarizaci¨®n y estancamiento de la vida pol¨ªtica. La radicalizaci¨®n de los actores (que en principio obedece a una obstinaci¨®n por quererlo todo) termina con una par¨¢lisis del sistema pol¨ªtico (en la que nadie obtiene nada, o muy poco, y siempre menos de lo que habr¨ªan conseguido con una negociaci¨®n). Hay en nuestras pr¨¢cticas pol¨ªticas una mezcla fatal de negaci¨®n de los problemas, postergaci¨®n de las soluciones, persistencia de las rutinas, vetos mutuos y cortoplacismo que termina reduciendo al m¨ªnimo su capacidad transformadora. Desde el punto de vista de la vida institucional esto se traduce en una ¡°vetocracia¡± donde la posibilidad de bloqueo es infinitamente mayor que la capacidad de construcci¨®n, para regocijo de aquellos a quienes beneficia el statu quo. El gran problema de nuestros sistemas pol¨ªticos no es la inestabilidad en general sino la inestabilidad debida a que no se realizan los cambios necesarios.
En el origen de las par¨¢lisis pol¨ªticas hay una serie de pr¨¢cticas que de hecho impiden cualquier compromiso o transacci¨®n: plantear unas exigencias de negociaci¨®n que son inasumibles; preferir el prestigio intacto de insobornable negociador a la l¨®gica sin ¨¦pica de las cesiones mutuas; exhibir la propia capacidad de veto en lugar de trabajar para construir las mayor¨ªas transformadoras necesarias; apelar con tanta rapidez como ligereza a que algo no es posible. Se trata siempre de aplicar el mismo modo de conducta: es mejor hacerse valer como un estricto administrador de los principios (aunque esto no reporte ning¨²n beneficio pol¨ªtico) que pasar por un desertor.
La incapacidad de ceder, de buscar un compromiso o transaccionar con el adversario podr¨ªa explicarse si de este modo uno consiguiera m¨¢s que negociando, pero resulta una pr¨¢ctica est¨²pida desde el momento en que el inflexible resulta perjudicado. El radicalismo es a la revoluci¨®n como la agitaci¨®n al movimiento o la indignaci¨®n a la democratizaci¨®n: simulacros de transformaci¨®n, no solamente compatibles con la falta de cambio, sino en muchas ocasiones estimuladores para no cambiar. No solo hay gente conservadora entre los reacios por principio al cambio; quienes m¨¢s agitan las banderas del cambio radical suelen ser igualmente vagos para pensar de qu¨¦ modo puede realizarse eso que supuestamente quieren y se convierten as¨ª en aliados involuntarios de quienes desean que nada cambie.
?Cu¨¢les son las razones que aconsejan negociar? Los pactos y los acuerdos son importantes porque no hay otro procedimiento para generar cambio social profundo y duradero. En una sociedad democr¨¢tica el poder compartido es la mayor fuerza transformadora, si no la ¨²nica. La pol¨ªtica democr¨¢tica no puede producir cambios en la realidad social sin alg¨²n tipo de cesi¨®n mutua. Si los acuerdos son importantes es porque los costes del no acuerdo son muy elevados, fundamentalmente asentar el statu quo, lo cual es algo relevante sobre todo en un mundo cuyos serios problemas van a peor cuando se los abandona a la inercia. Los desacuerdos son m¨¢s conservadores que los acuerdos; cuanto m¨¢s polarizada est¨¢ una sociedad menos capaz es de transformarse. Teniendo en cuenta las transiciones a las que nos obliga la actual crisis sanitaria (su gesti¨®n y su salida), hoy nos podemos permitir menos que nunca la paralizaci¨®n porque los costes de retrasar las decisiones oportunas son muy elevados.
El poder es casi siempre algo parcial, conseguido a base de compromisos y renuncias. Lo ¨²nico que puede ser absoluto es la impotencia; el poder real es siempre limitado, una realidad compartida. El poder absoluto solo se encuentra en la enso?aci¨®n unilateral, de la que no se sigue ninguna consecuencia pr¨¢ctica, o en la imposici¨®n que solo genera beneficios hoy pero termina erosionando la convivencia.
En la vida real nadie suele asaltar ning¨²n cielo, ni consigue imponerse del todo o salirse absolutamente con la suya. Se consiguen cosas, por supuesto, hay ¨¦xitos y fracasos. Y cuanto mejor est¨¦n dise?adas las instituciones, m¨¢s graduales son los cambios y menos vulnerables a ser capturadas por una mayor¨ªa eventual o por un golpe de audacia y menores son los botines del bloqueo. Todos gestionamos mientras tanto ese poder limitado, nadie disfruta del poder o la impotencia absolutos.
Los electores tendr¨ªamos m¨¢s soberan¨ªa y control sobre los elegidos si en vez de permitirles cualquier promesa les exigi¨¦ramos que no acrecentaran nuestras expectativas como quien eleva el precio de la apuesta. Cualquier pretensi¨®n de cambio, de conservaci¨®n e incluso de retroceso deber¨ªa acompa?arse del correspondiente plan de viabilidad, de manera que sepamos c¨®mo, cu¨¢ndo, con qui¨¦nes y a qu¨¦ precio quieren hacer o impedir aquello a lo que gen¨¦ricamente se han comprometido.
Daniel Innerarity es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica e investigador ¡°Ikerbasque¡± en la Universidad del Pa¨ªs Vasco. Acaba de publicar Pandemocracia. Una filosof¨ªa de la crisis del coronavirus (Galaxia Gutenberg). @daniInnerarity
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.