Conejilla
Hoy esta columna quiere acordarse de esos seres humanos que de manera altruista nos prestan su organismo para experimentar en ¨¦l vacunas y medicinas
Las v¨ªctimas de hipocondr¨ªa, atentas al cuerpo ¡ªel coraz¨®n hace pum, pum contra los colchones, las rodillas est¨¢n llenas de l¨ªquido y en el cuello, con las yemas, reconozco un rosario de bultos¡ª; las v¨ªctimas de hipocondr¨ªa con p¨¢nico a enfermar, no por morir, sino por que nos pinchen con largas agujas; las v¨ªctimas de hipocondr¨ªa y el temor de que el cuerpo se fracture y no pueda trabajar con la competencia y alegr¨ªa de los enanitos de Blancanieves; nosotras y nosotros, hoy, amordazamos dolorcillos y nos infundimos valor: ¡°?Adelante!¡±. Imagino, con estremecimiento y ternura, a mi suegra, que, al o¨ªr las quejas de su prole ¡ª"?Mam¨¢, me duele la tripa!"¡ª, se daba un golpe en el muslo: ¡°?Pues du¨¦lele t¨² a ella!¡±. As¨ª, Felipe mantiene a raya sus divert¨ªculos, que adem¨¢s de una palabra extraordinaria son una dolencia poco amable; Luisi olvida su revisi¨®n ginecol¨®gica, y mi vecina decide que su hipertensi¨®n se contiene con paz. Cura sana, culito de rana. Nos agarramos el cuerpo con las manos para que no se nos caiga a trozos. Nos abrazamos fuerte para que todo siga en su sitio. Nos remetemos hacia dentro las hernias inguinales. Hay quien parir¨¢ en cuclillas en su habitaci¨®n, no por prevenir los perniciosos efectos de la oxitocina, por naturismo y sensibilidad ecol¨®gica, sino por miedo a la covid. Noem¨ª jadea como una perrita: ¡°As¨ª es m¨¢s sano, natural, aut¨¦ntico¡±. Renunciamos a adicciones farmac¨¦uticas, pero damos gracias por la receta electr¨®nica.
Sin embargo, hoy esta columna no quiere resaltar el pundonor que estamos demostrando las v¨ªctimas de enfermedades cr¨®nicas, la mesura de no ir a hospital quiz¨¢ por precauci¨®n, pero tambi¨¦n por una decencia acaso equivocada: lo m¨¢s prudente es no molestar. No sobrecargar a ese gremio de la salud que dobla turnos, es mileurista, sufre angustia. No ocupar cama, respirador, viales de quienes est¨¢n al borde la muerte. No. Hoy esta columna quiere acordarse de esos seres humanos que de manera altruista nos prestan su organismo para experimentar en ¨¦l vacunas y medicinas. Un hiperinmune dona su plasma cada dos semanas como posible cura para esta peste, tan futurista y vieja, que nos hace sentir fragilidad y nos graba a fuego nuestros errores. Personas excepcionales se dejan inocular compuestos exponi¨¦ndose a padecer desmayos o fiebre alta que pueden ser la punta del iceberg de dolencias graves. Ay. Admiro su desprendimiento y valor. Y mi admiraci¨®n se redobla cuando yo, que ni siquiera me atrevo a meter la manita en la Bocca della Verit¨¤, anticipo las consecuencias de movernos en territorio inexplorado. Cruzo los dedos para que todo salga bien y dedico mis oraciones a cient¨ªficas y cient¨ªficos, castigados animales de laboratorio, conejillas, seres humanos que se prestan a que les inyecten sustancias no absolutamente fiables. A¨²n no. Qu¨¦ sentir¨¢n cuando, al empujar el ¨¦mbolo, a trav¨¦s de la aguja, algo coloniza sus c¨¦lulas. Qu¨¦ sabor les subir¨¢ a la boca¡ Tambi¨¦n agradezco a quienes donan ¨®rganos de sus familiares fallecidos prematuramente. Todas estas generosidades me llevan a percibir, agigantada, la ruindad de otros modelos de salud sujetos al librecambio: hay quienes compran carne de personas, vivas y pobres, que exhiben cicatrices de ri?ones extirpados. Esas v¨ªsceras quiz¨¢ hoy habiten en un repanchingado torso de Beverly Hills.
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