La hora clave de la ciencia en las pol¨ªticas
Se debe institucionalizar el asesoramiento de los cient¨ªficos para elaborar pol¨ªticas. Esto implica establecer procedimientos reglados y transparentes
Durante esta pandemia, se ha debatido mucho sobre la relaci¨®n entre ciencia y pol¨ªtica. Algunos han defendido que la ciencia debe prevalecer sobre la pol¨ªtica. Otros contestaron que, aunque la ciencia es imprescindible para hacer buenas pol¨ªticas, los cient¨ªficos parecen no entender que en las decisiones p¨²blicas se deben tener en cuenta aspectos como la viabilidad legal, econ¨®mica, administrativa o ¨¦tica y hasta consideraciones electorales. En consecuencia, se dice, los cient¨ªficos pueden proponer, pero las decisiones tienen que ser adoptadas por los pol¨ªticos.
Pero defender pol¨ªticas basadas en la ciencia y, al mismo tiempo, afirmar sin m¨¢s que los pol¨ªticos deben decidir c¨®mo y cu¨¢ndo usar la evidencia es arriesgado. En algo tan dif¨ªcil como la reformulaci¨®n de pol¨ªticas ya en marcha para incluir en ellas la evidencia cient¨ªfica, el margen de decisi¨®n de los pol¨ªticos no deber¨ªa ser tan amplio, porque todo parece indicar que pocas veces se asumir¨¢ el cambio. Por eso, los mecanismos institucionales deben ayudar a que el conocimiento cient¨ªfico se incorpore leg¨ªtimamente en la toma de decisiones.
Como nos explic¨® la polit¨®loga Carol Weiss en los setenta, la evidencia cient¨ªfica puede utilizarse para resolver los problemas de la gente, pero tambi¨¦n puede usarse torticeramente. Parkhurst, en su libro sobre el juego pol¨ªtico que se esconde detr¨¢s de la evidencia, recoge decenas de ejemplos en los que, incluso Gobiernos que por su discurso podr¨ªan tildarse de fetichistas de las pol¨ªticas basadas en la evidencia, han terminado ignorando o manipulando datos cient¨ªficos. La manipulaci¨®n se consigue realizando una selecci¨®n interesada de determinados asesores, haciendo una revisi¨®n sesgada de la evidencia o censurando la publicaci¨®n de evaluaciones que esos mismos Gobiernos han financiado.
Procesos judiciales famosos prueban que algunas compa?¨ªas manipularon la evidencia cient¨ªfica para enmascarar los efectos da?inos del tabaco, exageraron beneficios de medicamentos o disimularon sus efectos secundarios para obtener autorizaci¨®n legal para su comercializaci¨®n, y esto termin¨® con la vida de millones de personas. Hubo cient¨ªficos que se prestaron a ello y los Gobiernos permitieron que esto ocurriera apelando a distintos motivos, como mantener empleos, conseguir financiaci¨®n para sus partidos y campa?as, o por la mezquina raz¨®n de intentar evitar cr¨ªticas en prensa o de la oposici¨®n. A veces, no hay un motivo perverso. Cuando los responsables p¨²blicos tienen que abordar un asunto complejo (por ejemplo, pobreza o inseguridad ciudadana) y no est¨¢n alrededor de la mesa todos los que deber¨ªan estar, se dise?an pol¨ªticas defectuosas.
Durante esta pandemia, en muchos pa¨ªses se ha visto c¨®mo los pol¨ªticos han abrazado la opini¨®n de expertos para justificar sus respuestas a la crisis. No nos podemos quejar de ello, pero, como dice Matthew Flinders sobre el caso brit¨¢nico, ante un apego tan desmedido e inusual, es inevitable sospechar que con tal pr¨¢ctica los pol¨ªticos tambi¨¦n tratan de garantizar lo que Christopher Hood llam¨® un ¡°revestimiento Tefl¨®n¡±. Y que, llegado el caso, esto les ayudar¨¢ a que la culpa por la mala gesti¨®n no se les quede adherida y sean eximidos del castigo electoral.
El v¨ªnculo entre ciencia y pol¨ªticas es complejo. La ciencia no es solo ese momento de felicidad al descubrir un planeta enano. Cuando las ciencias sociales demuestran que la acci¨®n de un Gobierno en materia fiscal o en pol¨ªticas de reducci¨®n de desempleo contradicen la evidencia, esa evidencia cient¨ªfica resulta m¨¢s dif¨ªcil de aceptar. Los intereses creados al calor de programas p¨²blicos que ahora deber¨ªan modificarse, se revuelven para no perder privilegios. Porque, al fin, los Gobiernos encuentran muy complicado hacer cambios.
Han corrido r¨ªos de tinta sobre la necesidad de transferir la ciencia a las pol¨ªticas implementadas. Muchos cient¨ªficos creen que pueden ser ¨²tiles. Y los responsables p¨²blicos son conscientes de que es imperativo incorporar el conocimiento a las pol¨ªticas en vez de dise?arlas bas¨¢ndose en prejuicios. Todos se frustran cuando se topan con la incomprensi¨®n del otro.
Miles de entradas en blogs proporcionan consejos para solucionar esta falta de entendimiento entre lo que Nathan Caplan llam¨® las ¡°dos comunidades¡±: foros conjuntos; mecanismos de intermediaci¨®n; estrategias para hacer la ciencia comprensible; o proyectos de investigaci¨®n pegados a los problemas p¨²blicos; tambi¨¦n programas para disponer de la ciencia en abierto, y bases de expertos nacionales accesibles para cualquier responsable p¨²blico.
Pero hay que ir m¨¢s all¨¢. Se debe institucionalizar el asesoramiento de los cient¨ªficos para elaborar pol¨ªticas. Esto implica establecer procedimientos reglados y transparentes, criterios para seleccionar a los cient¨ªficos (sociales o naturales) y decidir los temas. Tambi¨¦n hay que establecer el tipo de evidencia que ser¨¢ tenida en cuenta, la clase de consejo que se requiere, c¨®mo se har¨¢ p¨²blico, c¨®mo podr¨¢ ser contestada y c¨®mo se debe incorporar la evidencia emp¨ªrica a la toma de decisiones. La propia UE ha pasado por un proceso de ensayo y error en este proceso de institucionalizaci¨®n. Quiz¨¢ lo m¨¢s complejo sea decidir si los Gobiernos pueden tener derecho a ignorar la evidencia cient¨ªfica, y, en caso de que as¨ª sea, hasta qu¨¦ punto y cu¨¢ndo pueden hacerlo.
Elo¨ªsa del Pino es investigadora del Instituto de Pol¨ªticas y Bienes P¨²blicos (IPP-CSIC).
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