Educaci¨®n, educaci¨®n...
Nunca tendremos la que deseamos si no nos implicamos todos. Es tambi¨¦n un deber ciudadano
Recordar¨¢n que ese era el mensaje electoral b¨¢sico de Tony Blair hace ya m¨¢s de 20 a?os, cuando empez¨® a fascinar, y antes de que cayera en desgracia. La idea era convertir a Gran Breta?a en una ¡°sociedad del aprendizaje¡± que habilitara tambi¨¦n para el disfrute de la vida. Que yo sepa, fue la primera y ¨²nica vez en la que un programa pol¨ªtico puso la educaci¨®n como el objetivo central de la acci¨®n pol¨ªtica. No he podido dejar de recordarlo ahora que la aprobaci¨®n de la ley Cela¨¢ acapara todas las miradas. Porque, nos guste m¨¢s o menos su contenido, mi impresi¨®n es que el debate sobre la educaci¨®n ha vuelto a ser engullido por la estrecha visi¨®n con la que desde siempre venimos abord¨¢ndolo; a saber, la educaci¨®n como algo que compete exclusivamente al sistema educativo. Por no hablar de la traslaci¨®n a ese ¨¢mbito del ruido de la lucha partidista, su reducci¨®n a una disputa entre la p¨²blica y la concertada, la religi¨®n, el castellano frente a otras lenguas del Estado, si hay que repetir m¨¢s o menos, las rev¨¢lidas.. No en vano, lo que casi todo el mundo lamenta es que no hubiera consenso en su elaboraci¨®n.
Y no es porque aquellas no sean cuestiones importantes, sino porque me parecen menores frente al gran desaf¨ªo que tiene todo sistema educativo, contribuir al mejor funcionamiento de la sociedad como un todo; complementar la socializaci¨®n b¨¢sica otorg¨¢ndole al alumno las aptitudes y conocimientos b¨¢sicos para poder desplegar toda su potencialidad intelectual; dotarle de la capacidad para pensar por s¨ª mismo; ayudarle a convertirse en ciudadano, en sujeto responsable de una comunidad pol¨ªtica; o, y esta es una dimensi¨®n no menor, permitirle acceder a puestos y posiciones sociales a partir de una verdadera igualdad de oportunidades. Pero, no nos enga?emos, esta nunca ser¨¢ plena porque ah¨ª interfieren siempre las condiciones familiares, los est¨ªmulos que recibe en casa. Y tambi¨¦n, y esta es la cuesti¨®n, otros condicionamientos sociales. Hoy, por ejemplo, y como bien ha se?alado Bernard Stiegler, ¡°educan¡± m¨¢s los medios de comunicaci¨®n que la propia escuela. ?Qu¨¦ puede hacer esta frente a la trivializaci¨®n de la cultura, la distracci¨®n consumista y la sociedad del espect¨¢culo, una tecnolog¨ªa omnipresente que adormece el juicio, la progresiva ¡°desaparici¨®n de la infancia¡± (N. Postman), la incapacidad para centrar la atenci¨®n sobre algo s¨®lido?
El problema es que hemos encomendado al sistema educativo con todo un conjunto de tareas que no puede satisfacer por s¨ª mismo, necesita el apoyo de toda la sociedad. Lo malo es que no sabemos bien c¨®mo hacerlo. O no queremos, nos des-responsabilizamos. Pero igual tampoco es tan dif¨ªcil. Basta con fortalecer la cultura, con reprogramar la televisi¨®n p¨²blica hacia algo menos banal, con no doblar los dibujos animados para que el ingl¨¦s les sea una lengua familiar, con cuidar el lenguaje de los discursos, con que suene m¨²sica cl¨¢sica en espacios p¨²blicos, con revalorizar al empoll¨®n y al lector en obras de ficci¨®n, con refocalizar los usos de la tecnolog¨ªa. Seguro que a ustedes se les ocurren m¨¢s cosas. De lo que no me cabe la menor duda es que esa es la reforma pendiente, y que nunca tendremos la educaci¨®n que deseamos si no nos implicamos todos. Es tambi¨¦n un deber ciudadano.
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