La humanidad
Hemos convertido la amenaza v¨ªrica en pretexto para aparcar la amenaza clim¨¢tica fuera de la agenda
Desde hace alg¨²n tiempo, nos damos de bruces con esta sentencia m¨¢s a menudo de lo que quisi¨¦ramos: ¡°Estamos ante el mayor reto al que se enfrenta la humanidad¡±. Es leerlo y que el presagio dist¨®pico de a?os atr¨¢s se acelere en nuestras mentes. Est¨¢ claro que el fin del mundo lo invent¨® el cine mucho antes que nosotros. En la oscuridad de la sala, inmersos en el genuino divertimento que nos regala el s¨¦ptimo arte, ya intu¨ªamos que una realidad gemela a la de la pantalla se estaba incubando bajo nuestros pies; envueltos en el aroma de las palomitas, sin embargo, nos tranquilizaba pensar que ten¨ªamos la lecci¨®n bien aprendida: amarillo-pl¨¢stico, verde-vidrio, azul-papel, y la vuelta a casa a pie. Estaba adem¨¢s el factor temporal: ten¨ªamos tiempo, la emergencia clim¨¢tica quedaba lejos y los responsables eran otros y tan ajenos a nosotros que de sus cumbres internacionales poco supimos m¨¢s all¨¢ de apretones de manos y firmas sobre papel.
?C¨®mo nos vienen ahora con eso de que el tiempo se agota y que 10 a?os ya son demasiados para encontrar una soluci¨®n? Pero si incluso nos hicimos veganos y empezamos a tomar cerveza de lata con embalaje de cart¨®n 100% biodegradable. ?Qu¨¦ ha pasado entre aquellas t¨ªmidas advertencias sobre la capa de ozono de hace solo unas d¨¦cadas y el discurso apocal¨ªptico, crudo y pesimista de hoy? Pues ha pasado la vida, y ha pasado el tiempo, un tiempo que era de oro y que no supimos racionar. En Clima, la ¨²ltima novela de Jenny Offill, la cual ahonda sobre la angustia y el rumbo emocional del mundo contempor¨¢neo, uno de los pensamientos con los que la protagonista percibe la furia de su entorno reza as¨ª: ¡°Para m¨ª, el temor n¨²mero uno es la aceleraci¨®n de los d¨ªas. Se supone que eso no existe, pero juro que yo lo siento¡±. Eso es exactamente lo que ha ocurrido, que ni los campos m¨¢s avanzados de la astronom¨ªa y la f¨ªsica pueden explicar c¨®mo la percepci¨®n y la ordenaci¨®n del tiempo var¨ªan hasta hacer menguar los a?os, las semanas, los d¨ªas. Maleable y flexible, percibimos el tiempo de manera subjetiva y comprendemos que un minuto bajo el agua no es lo mismo que un minuto compartido con los amigos en el bar; no fuimos capaces de comprender, en cambio, que ¨¦ste pod¨ªa agotarse.
Me pregunto si, a pesar de los esfuerzos de los medios de comunicaci¨®n por encontrar cada vez m¨¢s espacios donde tratar la emergencia clim¨¢tica, el hecho de no haber escuchado la urgencia del planeta no se debe, en parte, a no haber encontrado a¨²n la manera de c¨®mo contarlo para condensar esa preocupaci¨®n y conseguir que, m¨¢s all¨¢ de que seamos intelectualmente conscientes de la crisis, nos sintamos emocionalmente conectados a su severidad. ¡°Estamos ante el mayor reto al que se enfrenta la humanidad¡±. La humanidad. Todo el g¨¦nero humano. Una especie entera. Pareciera que, como en las pel¨ªculas, la gravedad del tema y este tiempo al que no conseguimos poner coto requiriesen un lenguaje hiperb¨®lico. Altisonante. Un lenguaje catastr¨®fico que acabar deformando e integrando en nuestra normalidad hasta ignorarlo, y convertir el problema en algo que de tan inabarcable no parezca real.
Por si fuera poco, hace un a?o aproximadamente nos estrenamos como conejillos de indias en una pandemia mundial en torno a la que seguimos gravitando todav¨ªa a merced de protocolos pol¨ªtico-sanitarios, a la espera de una vacuna que nos d¨¦ algo de ligereza vital y sentimental. En relaci¨®n a la pandemia, la ensayista y realizadora audiovisual Ingrid Guardiola, en el libro Fils, donde intercambia cartas con la catedr¨¢tica Marta Segarra sobre el confinamiento, la vigilancia y la anormalidad, cuestiona si el hecho de estar acostumbrados a informarnos y a compartir afectos y opiniones en un contexto medi¨¢tico de naturaleza viral no nos habr¨¢ hecho inmunes al p¨¢nico, y creo que algo de eso hay tambi¨¦n a la hora de arremangarse y coger la crisis clim¨¢tica por los cuernos. Como individuos deber¨ªamos exigir un trato informativo del tema desde una perspectiva global.
No hay m¨¢s que ver c¨®mo hemos convertido la amenaza v¨ªrica de la covid-19 en un pretexto para aparcar la amenaza clim¨¢tica fuera de nuestra agenda informativa y personal. Hay que hacer un ejercicio de realismo y lograr que la perspectiva clim¨¢tica se incluya en toda la informaci¨®n, que sea la base de la actualidad dejando de lado sentencias tremendistas que s¨®lo trasluzcan culpa clim¨¢tica, ecoansiedad e informaci¨®n desmoralizante; o que provoquen justo lo contrario, abrazar un negacionismo que nos sit¨²e felizmente en un lugar en el que percibimos el tsunami devastador lo suficientemente lejos como para no echar a correr a¨²n. Somos la humanidad: humanos, mam¨ªferos, un animal m¨¢s de la fr¨¢gil biosfera, y por primera vez nos llaman a filas como especie. Las ¨®rdenes se esperan como una voz de mando flexible y precisa que empuje a actuar de una vez por todas a escala humana. Es hora de informar desde el lenguaje de las peque?as cosas, el del mundo m¨¢s dom¨¦stico y emocional. Es cierto que el virus nos tiene a todos fuera del tiempo y del espacio habituales; tan cierto como que la llamada de auxilio medioambiental clama con la boca llena de engrudo.
Marta Orriols es escritora. Su ¨²ltimo libro es Dulce introducci¨®n al caos (Lumen).
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