Otro bofet¨®n para el presidente
Es la futilidad del maquiavelismo trumpista: los jueces vitalicios del Supremo, incluso los m¨¢s reaccionarios, no obedecen a quien les ha nombrado
Ha bastado una frase: ¡°Denegada la solicitud de medidas cautelares presentada ante el juez Alito y remitida por este al tribunal¡±. Ni una explicaci¨®n adicional. Sin oposici¨®n de ninguno de los nueve jueces que componen el Supremo, de los que seis son republicanos, la mitad nombrada por Trump, y la ¨²ltima, Amy Coney Barrett, confirmada a toda prisa y a pocos d¨ªas de la jornada electoral en sustituci¨®n de la difunta progresista Ruth Bader Ginsburg.
Un bofet¨®n seco y sonoro. Pocas horas antes de que se cierre la certificaci¨®n del voto de los delegados, 306 para Biden frente a 232 para Trump. Es la futilidad del maquiavelismo trumpista: los jueces vitalicios del Supremo, incluso los m¨¢s reaccionarios, no obedecen a quien les ha nombrado. No ha lugar la impugnaci¨®n de la votaci¨®n en Pensilvania, como ya ha sucedido respecto a otros Estados.
Como a un ni?o enrabietado que no admite su derrota, a Trump solo le caen bofetones. El primero fue medi¨¢tico: se lo propin¨® la cadena Fox en la noche electoral, cuando anunci¨® la victoria del candidato dem¨®crata en Arizona con el escrutinio todav¨ªa al 73%. De nada sirvieron las presiones a los periodistas ni las llamadas al propietario de la cadena, Rupert Murdoch, para que rectificara su adjudicaci¨®n prematura de un Estado que anunciaba la victoria indiscutible de Biden.
Luego han sido rechazadas todas las demandas, unas 40, presentadas ante los juzgados y tribunales supremos de los Estados por el ej¨¦rcito de abogados trumpistas, comandados por el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani. Tampoco han funcionado las presiones sobre los funcionarios, Gobiernos y legislaturas estatales dominadas por los republicanos para que liberaran a los delegados del mandato en favor de Biden surgido de las urnas.
A Trump le ha fallado incluso su fiscal general, Bill Barr, al que nombr¨® para que le protegiera ante las investigaciones de la justicia y del Congreso, especialmente el proceso de destituci¨®n o impeachment. Barr hab¨ªa superado todos los l¨ªmites de sumisi¨®n, pero no ha podido seguirle cuando el presidente le ha exigido que investigue el inexistente fraude en las elecciones.
Trump ha hecho cuanto estaba en su mano para atrincherarse en la Casa Blanca, a pesar de los siete millones de votos que le separan de Biden. Sus abogados han conseguido llegar al Supremo, pero el ¨¢rbitro constitucional le ha dado con la puerta en las narices. El todav¨ªa presidente siempre hab¨ªa denunciado la existencia de un Estado profundo (deep state), en manos de unas ¨¦lites de la Administraci¨®n situadas por encima de la democracia, en una mal¨¦vola confusi¨®n, muy propia de los populistas, respecto al Estado de derecho, la divisi¨®n de poderes y la independencia de la justicia. Es ese Estado de derecho, liberal y democr¨¢tico y no profundo, el que le ha propinado el ¨²ltimo bofet¨®n.
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