A nosotros no nos iba a pasar
Ante la capacidad de adaptaci¨®n del radicalismo, es urgente una educaci¨®n que dote a los j¨®venes musulmanes de sentido cr¨ªtico frente a sus propuestas. Lo preciso no es ense?ar el islam, sino laicismo
Aunque mire el v¨ªdeo una y otra vez no consigo comprender su contenido. La conmoci¨®n que me provoca no cesa. En ¨¦l veo un grupo de j¨®venes adultos dentro de una casa preparando explosivos con los que pretenden acabar con la vida de muchas personas, incluidas las suyas propias. El aspecto externo de estos chicos, sus facciones, su acento, sus ademanes, incluso su forma de re¨ªrse, me resultan tremendamente familiares. Sin embargo, el parecido que puedan tener con los chicos de mi barrio es superficial, tal vez condicionado por el hecho de que quienes somos percibidos como ¡°otros¡± acabamos interiorizando esa otredad como algo real. Nosotros, los otros, los que nacimos en familias musulmanas, ?qu¨¦ tenemos que ver con un grupo de hombres llenos de odio capaces de asesinar a inocentes? Nada. En realidad lo ¨²nico que los terroristas tienen en com¨²n con mis compa?eros de colegios, parientes y vecinos de infancia es su aspecto externo. El islam en nombre del que actuaron tampoco se parece al islam que nos ense?aron nuestras familias, completamente ajenas al uso de la violencia.
Lo m¨¢s sobrecogedor del v¨ªdeo de los yihadistas de Ripoll es observar lo cotidiano que se hab¨ªa vuelto para ellos el odio, un odio profundo y aniquilador hacia quienes definen como enemigo. Ese sentimiento no es un arrebato repentino, ha sido larvado durante mucho tiempo. Cuando uno puede tararear una canci¨®n mientras maneja material para sembrar la muerte como quien repara un aparato electr¨®nico o prepara la cena, es que hace mucho que la persona en cuesti¨®n empez¨® el proceso de deshumanizaci¨®n de aquellos con los que en otro momento comparti¨® aulas, recreos, talleres, f¨¢bricas, bares, partidos de f¨²tbol. Mucho antes de actuar, de llegar al punto de preparar explosivos, antes hay que trazar una l¨ªnea divisoria infranqueable entre el ¡°nosotros¡± y el ¡°ellos¡±. La alteridad peligrosa con la que hay que acabar, para los terroristas, es la de los kuffar, los infieles. Da igual que sean maestras, vecinos, compa?eros, m¨¦dicos de cabecera, dependientas o la chica que un d¨ªa te gust¨®. Para los fan¨¢ticos no creer en el mensaje transmitido por Mahoma, no someterse a los dictados del islam es motivo suficiente para merecer el exterminio, m¨¢s cuando uno tiene con sus actos abiertas las puertas del cielo.
En la opini¨®n p¨²blica se han expuesto posibles explicaciones a lo que en realidad no tiene sentido alguno. En Catalu?a de lo que m¨¢s se ha hablado es del papel que tuvo el llamado ¡°im¨¢n de Ripoll¡± en el adoctrinamiento de los terroristas y de su supuesta vinculaci¨®n con el CNI. No son pocos los que han alimentado la teor¨ªa de la conspiraci¨®n a pesar de que el atentado se parece a muchos otros que se han producido en toda Europa y en los propios pa¨ªses musulmanes.
Una consecuencia importante de esta deriva es que el debate sobre la penetraci¨®n del yihadismo y sus precursores no violentos, los integrismos islamistas, han quedado en segundo plano. Centrar el foco ¨²nica y exclusivamente en la supuesta vinculaci¨®n de Essatty con el servicio de inteligencia ha impedido una discusi¨®n de gran alcance sobre islam, fundamentalismo y radicalismo violento tal como sucede en Francia, donde la cuesti¨®n aparece en los espacios medi¨¢ticos de mayor impacto. Esta situaci¨®n dificulta que la sociedad sea part¨ªcipe y conocedora de la complejidad de esta cuesti¨®n.
El otro intento de encontrarle sentido al terror viene dado por algunos sectores de la opini¨®n p¨²blica que vinculan el yihadismo violento con las condiciones sociales, econ¨®micas y de exclusi¨®n o discriminaci¨®n que sufren los musulmanes. Esta es una de las teor¨ªas m¨¢s socorridas, aparece una y otra vez despu¨¦s de cada atentado hasta el punto de que no la hemos puesto en duda ni siquiera quienes hemos sufrido el mismo tipo de exclusi¨®n y discriminaci¨®n. ?Podemos aceptar sin m¨¢s que la raz¨®n de la violencia est¨¢ en la pobreza y el racismo? Si la respuesta es afirmativa, entonces ?por qu¨¦ no hay terrorismo gitano ni terrorismo negro ni terrorismo pobre? Las condiciones previas que comparten muchos yihadistas, aunque no a todos, no bastan para entender el fen¨®meno. ?D¨®nde quedan, seg¨²n estas propuestas, los miles de musulmanes que todos los d¨ªas reciben insultos y desprecio? ?Qu¨¦ opinar¨¢ sobre esto la se?ora atravesada por una acumulaci¨®n de opresiones a la que nunca en la vida se le ha pasado por la cabeza hacer da?o a personas inocentes? ?Qu¨¦ dicen sobre esto aquellos a quienes alguna vez se neg¨® el acceso a una discoteca, a un alquiler o a un trabajo por su origen? Pues probablemente lo mismo que les puedo decir yo: que esa vinculaci¨®n resulta tremendamente ofensiva. Por no hablar del r¨¦dito pol¨ªtico que le sacan a tal teor¨ªa los fundamentalistas islamistas que pretenden rentabilizar el fen¨®meno reforzando los discursos victimistas. Afirmar que los terroristas llegan a serlo por haber sufrido islamofobia es una legitimaci¨®n de la violencia y la aceptaci¨®n de uno de los principales ejes discursivos del integrismo. Lo sorprendente es que tales argumentos sean comprados a ciegas por personas no musulmanas en nombre de la lucha contra el racismo o que se defiendan desde sectores del islam que se autodefinen como moderados. Los factores espec¨ªficos que hay que atender aqu¨ª son el yihadismo radical que act¨²a independientemente de si se ha sufrido o no islamofobia. Organizaciones como Boko Haram, por poner un ejemplo, desmontan esta teor¨ªa victimista.
No faltan voces que defienden que sobre esto no hay que hablar para no estigmatizar a los musulmanes. Pretenden defender a los musulmanes cuando en realidad a quienes beneficia esta posici¨®n es a fundamentalistas y radicales. Quienes m¨¢s se esfuerzan por no hacer distinciones entre los practicantes de la religi¨®n que lo son por herencia familiar espont¨¢nea y aquellos que est¨¢n bajo la influencia de la ideolog¨ªa reaccionaria literalista son, precisamente, los integristas. Lo sorprendente es que esta no-distinci¨®n sea defendida por ciertos sectores pol¨ªticos de la izquierda y por ciertas corrientes del antirracismo. Cuando, en realidad, no distinguir musulmanes de islamistas es de lo m¨¢s racista. Quienes sean seguidores de Mahoma no puede gozar, seg¨²n este punto de vista, del privilegio de ser diversos en sus formas de entender la religi¨®n. Lo cierto es que a d¨ªa de hoy muchos j¨®venes musulmanes espa?oles no tienen defensa alguna frente a la influencia tanto del integrismo como del yihadismo. Es m¨¢s, muchas ideas procedentes del fundamentalismo se difunden incluso en universidad e instituciones p¨²blicas disfrazadas de lucha contra la islamofobia. No es lo mismo, claro est¨¢, no todo fundamentalismo lleva al yihadismo, pero sin lo primero no puede existir lo segundo y aunque no medie violencia, las versiones m¨¢s rigoristas del islam son un desaf¨ªo a las democracias por transmitir una visi¨®n totalitaria y fan¨¢tica de la vivencia religiosa y por pretender que sus dictados est¨¦n por encima de las normas generales que rigen el Estado de derecho. Por lo tanto, lo que urge es una educaci¨®n con la que dotar a los j¨®venes musulmanes de sentido cr¨ªtico frente a estas propuestas. Dejarles sin protecci¨®n alguna por no estigmatizarlos es tremendamente peligroso. Hay que identificar p¨²blicamente los mensajes islamistas que, adem¨¢s, tienen una admirable capacidad de adaptaci¨®n al entorno. M¨¢s que islam en las escuelas lo que habr¨¢ que ense?ar es laicismo, respeto por la libertad de todos e intolerancia hacia los intolerantes.
Najat el Hachmi es escritora.
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