Jefa, jefa
Ayuso amenaza con convertir una fuerza conservadora y reformista como el PP en una acci¨®n revolucionaria. ?Lo sabe Casado?
Todav¨ªa resuenan en Covadonga, el falsificado coraz¨®n de la historia asturiana, los ecos del gran momento de Jos¨¦ Mar¨ªa Gil Robles que sirvieron de pr¨®logo a los salvajes enfrentamientos de 1934, sobre todo en las cuencas mineras. Una multitud de gente, autoidentificada con la derecha m¨¢s intolerante, se agolp¨® al grito un¨¢nime de ¡°jefe, jefe¡± en torno a su l¨ªder, que desgran¨® para ellos un discurso de odio de clase bien desmedido, provocativamente desmedido.
No eran tiempos aptos para la comprensi¨®n. M¨¢s bien estaba este pa¨ªs envuelto en una repugnante versi¨®n de la demagogia populista basada en una previa relajaci¨®n de los verbos. Eso s¨ª, los verbos de cada uno hab¨ªan sido precedidos por algunas acciones.
No estamos, por suerte, en ese punto. De modo que nadie parece haberse tomado muy en serio la amenaza de ese grupo de animales en la reserva que hablan de fusilar a la friolera de 26 millones de espa?oles, se supone que previamente maniatados no sea que alguno ofreciera resistencia. Hitler habr¨ªa pagado lo que fuera por tener unos voluntarios as¨ª para su Holocausto.
En el PP hay alguna preocupaci¨®n, con raz¨®n, por la deriva que los gilroblistas de hoy puedan tomar tras lo que ha ido sucediendo en Espa?a en estos ¨²ltimos meses.
Y las preocupaciones se centran en Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, que articula su simple discurso en torno a conceptos elementales como el de la Corona, con un accidentalismo apenas naciente pero bien apoyado por la redundante golfer¨ªa del em¨¦rito; una creciente preocupaci¨®n por la unidad de Espa?a, bien apoyada en la aventurera idea sanchista de conseguir la colaboraci¨®n de los independentistas a la gobernabilidad del pa¨ªs; y un movimiento de masas, a¨²n poco articulado, que re¨²ne ingredientes tan variados como la defensa de la Constituci¨®n antes tan denostada, y las m¨²ltiples y vigorosas presencias filonazis en banderas y discursos.
No es un consuelo para Pablo Casado y su entorno la consideraci¨®n de Ayuso como una mujer casi analfabeta, porque Hitler lo era. La cuesti¨®n est¨¢ en si MAR, Miguel ?ngel Rodr¨ªguez, ser¨¢ capaz de dome?ar a la hasta ahora indomable presidenta, que basa, con raz¨®n, su ¨¦xito en su capacidad de hacer de sus salidas extempor¨¢neas una marca de la casa imposible de gobernar por otros.
Ayuso amenaza con convertir una fuerza conservadora y reformista como el PP en una acci¨®n revolucionaria.
?Lo sabe Casado?
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