El derecho a la fragilidad
La vulnerabilidad de Merkel, su humanidad y empat¨ªa, son nuestra fortaleza
La desaparici¨®n del Estado significa la p¨¦rdida del derecho a la fragilidad. Es el lamento que transmite Michael Fagan a Isabel II en The Crown. El intruso que, en 1982, rompi¨® la burbuja del Palacio de Buckingham para hablar con la reina y contarle los efectos del salvaje desmantelamiento de la protecci¨®n social en la era Thatcher, protagoniza uno de los momentos m¨¢s conmovedores de la serie. Y lo es porque expresa con sencillez el impacto en nuestras vidas de esa abstracci¨®n que llamamos ¡°bienestar¡±. Al desaparecer el trabajo, o el derecho a ponerse enfermo, o a ser viejo, no solo se quiebra nuestra confianza, tambi¨¦n se rompen la comunidad, los lazos de solidaridad; prevalece solo el instinto de supervivencia y la sociedad ¡ªeso que la Dama de Hierro negaba que existiera¡ª torna en un pu?ado de ¨¢tomos lanzados al vac¨ªo.
Ning¨²n pa¨ªs sobrevive sin algo que lo cohesione. Thatcher lo intent¨® azuzando el nacionalismo con aquella absurda guerra con la que logr¨® arrancar el aplauso entusiasta de los m¨¢s menesterosos. Pero el nacionalismo no colma nuestra sensaci¨®n de desamparo, o el sabernos vulnerables. Es algo que vemos con la pandemia. Probablemente, las personas de mi generaci¨®n y las que vienen detr¨¢s no hayamos valorado nunca tanto como ahora la importancia de los poderes p¨²blicos en su papel de sostenernos cuando llega la fragilidad, si enfermamos o perdemos el trabajo. Esa protecci¨®n que con frecuencia vemos escasear puede traernos el sentido de pertenecer a un mundo compartido.
Lo fascinante de este momento de la serie es que muestra que hay otra forma de romper la sociedad: cuando desaparece el v¨ªnculo de confianza entre gobernantes y ciudadan¨ªa. Es lo que compele a nuestro personaje a dirigirse a la reina: conversar con su representante no ha servido de nada. Fagan habla del ¡°espejismo de la democracia¡±, expresi¨®n que ilustra hermosamente el efecto de la desaparici¨®n de la calidad en la representaci¨®n: ya no existe un lenguaje que genere identificaci¨®n, capaz de reflejar lo que vivimos sensiblemente. Sucede cuando aquel se transforma en un lenguaje hueco, calculado, un soniquete donde el di¨¢logo no importa, solo insertar un mensaje. Entonces aparece la distancia. El viejo Weber hablaba de los pol¨ªticos por vocaci¨®n, y lo hac¨ªa cuando comenzaban a emerger las m¨¢quinas burocr¨¢ticas de los partidos. Nos recuerda la importancia de tener representantes con firmes convicciones y que proyecten un sentido de la responsabilidad, que generen confianza porque sus palabras suenan sinceras. El populismo nos dice que los hombres fuertes providenciales pueden exorcizar esa distancia. Pero el otro d¨ªa en el Bundestag apareci¨® esa humanidad que transmite el personaje de Fagan, record¨¢ndonos que esa promesa es tambi¨¦n un espejismo. La vulnerabilidad de Merkel, su humanidad y empat¨ªa, son nuestra fortaleza.
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