Mis¨®gina
Hay mujeres que deben ser nombradas m¨¢s all¨¢ de toda condescendencia. Otras, tambi¨¦n m¨¢s all¨¢ de una condescendencia mis¨®gina, merecen un toque
Soy una escritora enumerativa: acumulando palabras, me acerco a algo. Esta actitud ret¨®rica revela un sentido de la vida, como dispendio y disfrute. De peque?a, nunca me dieron paga no porque fu¨¦semos extremadamente pobres ¡ªricos tampoco ¨¦ramos¡ª, sino porque a mis progenitores educar a una ni?a en la l¨®gica del t¨ªo Gilito y la ingenier¨ªa financiera les parec¨ªa una horterada y una inmoralidad. ?ramos m¨¢s de Mary Poppins. Otro d¨ªa comentaremos este asunto ¡ªGilito versus Poppins¡ª en t¨¦rminos de renta m¨ªnima. As¨ª, no me canso de repetir casi con las mismas palabras ¡ªlas he encontrado¡ª que reniego del estilo anor¨¦xico, igual que del pensamiento ¨²nico o de la posibilidad de expresar un ¨²nico pensamiento: en lo adelgazado del lenguaje hallo similitudes con la ¨¦tica protestante y el esp¨ªritu del capitalismo, y con cierto poder sacramental del verbo perfecto para nombrar la cosa. El hombre puso nombre a los animales y viva el mal, viva el capital. Capitalismo, religi¨®n, patriarcado ¡ª?misoginia!¡ª en estil¨ªstica sinergia. Ustedes pueden no estar de acuerdo, pero yo lo tengo pensado. Incluso m¨¢s que D¨ªaz Ayuso cuando sit¨²a el origen de nuestra civilizaci¨®n en el cristianismo y dice que el em¨¦rito no es como el resto de la gente. El em¨¦rito, sabiendo que democracia y monarqu¨ªa son conceptos incompatibles y hay que hacer filigranas para casar una con otra, insisti¨® en lo que conecta monarqu¨ªas y empresas familiares: son hereditarias. La semana pr¨®xima, la presidenta profundizar¨¢ en la transubstanciaci¨®n, virginidad de Mar¨ªa y feminismo liberal.
Soy enumerativa, pero no me gustan las listas. Enumerar se parece al caos brillante de la urraca; hacer listas implica orden jer¨¢rquico. Las listas entra?an el riesgo de ser se?alada o excluida. Listas negras y listas vip. Sin embargo, acept¨¦ la proposici¨®n de una plataforma para confeccionar mi lista de pel¨ªculas. Cuando acab¨¦, vi que no hab¨ªa incluido a ninguna directora. En mi lista. En mi metabolismo cin¨¦filo ¡ªreducido a 10 nombres¡ª se dibuja una ausencia imperdonable. Por la sangre de mis venas corren solo miradas masculinas. Que a alguien como yo le suceda algo as¨ª parte de una injusticia basal: la inferioridad num¨¦rica de las mujeres cineastas, para las que hasta hace poco resultaba dificil¨ªsimo acabar sus proyectos o vincularse a una genealog¨ªa, se acent¨²a con la falta de consideraci¨®n y difusi¨®n de su trabajo en la esfera p¨²blica. Silencio e invisibilidad se concretan en mi cojitranco metabolismo cultural. En mi lista. Gracias a cierta contrariada intuici¨®n, seleccion¨¦ filmes protagonizados por mujeres grandiosas: la institutriz de Suspense, Gloria, Las diab¨®licas¡ Estas mujeres cuidan con un concepto ben¨¦fico o mal¨¦fico ¡ªpistolero, subversivo, extravagante¡ª de los cuidados: su papel en el cine refleja peliculeramente su papel en la sociedad. Junto al impulso que me impide cancelar mis aprendizajes ¡ªa veces tenebrosos¡ª, existe otra br¨²jula que me ayuda a no renegar de m¨ª: un gesto pol¨ªtico me lleva a completar la lista con dos excelentes directoras. Estudiar es bueno. Yo procuro reparar cada d¨ªa mi ignorancia. Revisen los cajoncitos de su memoria cultural o inf¨®rmense: hay mujeres que deben ser nombradas m¨¢s all¨¢ de toda condescendencia. Otras, tambi¨¦n m¨¢s all¨¢ de una condescendencia mis¨®gina, merecen un toque: se?ora Ayuso, se lo ha dicho el ministro de Cultura, revise sus apuntes, h¨¢game el favor.
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