La trinchera del arte
La obra de Derek Jarman ofrece un punto de encuentro entre tiempos: reivindicaba el arte como espacio de resistencia
Las luchas feministas y antirracistas, la urgencia de las libertades sexuales y la subversi¨®n de los discursos dominantes atraviesan el presente. A medida que otras formas de vivir, actuar, amar se materializan, se hace evidente la necesidad de mirar atr¨¢s, de recoger el trabajo, la lucha y el sufrimiento de aquellas y aquellos que nos han tra¨ªdo hasta aqu¨ª. La obra del brit¨¢nico Derek Jarman (1942-1994), reunida por el Museo Reina Sof¨ªa y la Filmoteca Espa?ola en la retrospectiva Queer Punk, ofrece un punto de encuentro entre tiempos. Autor y cineasta experimental, Jarman reivindicaba el arte como espacio de resistencia. Su obra forma parte de un legado cultural arraigado en el deseo de romper los c¨®digos sexuales establecidos. Elabora nuevas formas de expresar la violencia y el dolor, cuestionando no s¨®lo el contenido del discurso heteropatriarcal, sino tambi¨¦n sus m¨¦todos narrativos. Hoy, este referente del New Queer Cinema de los noventa sigue ¨ªntimamente ligado a nuestro presente.
La determinaci¨®n de Jarman de ir m¨¢s all¨¢, de exceder los l¨ªmites impuestos y crear imaginarios m¨¢s justos y m¨¢s libres, tiene ¨Caqu¨ª y ahora¨C un valor crucial. Mientras asistimos a una perturbadora coincidencia entre algunos sectores feministas y los discursos de extrema derecha ¨Cel desprecio hacia los estudios queer, la ostentaci¨®n de la transfobia, la imposici¨®n del esencialismo biol¨®gico¨C resulta todav¨ªa m¨¢s urgente la necesidad de crear comunidades pol¨ªticas y culturales desde las que avanzar hacia la libertad colectiva. Frente a las fronteras identitarias, es crucial que defendamos un feminismo de encuentros y di¨¢logos. En su pluralidad, el compromiso feminista nos brinda la posibilidad de trazar nuevas realidades, futuros m¨¢s dignos, donde resuenen distintos relatos y distintas voces. Incluso las voces de quienes nos faltan. El pasado, como el recuerdo, tambi¨¦n es pol¨ªtico. Legados como el de Jarman nos ofrecen un punto de apoyo, un lecho de memoria compartida, una puerta para seguir adelante.
Frente a las fronteras identitarias, es crucial que defendamos un feminismo de encuentros y di¨¢logos
Aunque su obra escapa a toda taxonom¨ªa, mantiene una voluntad constante de subvertir los c¨¢nones est¨¦ticos y los discursos dominantes. Mezclando est¨¦tica punk, teatro cl¨¢sico, filosof¨ªa y jardiner¨ªa, Jarman cre¨® un lenguaje propio con un ¨²nico patr¨®n discernible: poner palabras a lo impronunciable. Ah¨ª donde el discurso no llega, ah¨ª donde lo literal y lo anal¨ªtico fracasan, ¨¦l consegu¨ªa llegar. Fue capaz, incluso, de tenderle una trampa al silencio de la muerte. Su palabra insurrecta sigui¨® avanzando cuando el cuerpo qued¨® atr¨¢s. Hablo de Blue (1993), su ¨²ltimo largometraje. En ¨¦l, Jarman trata de ajustar cuentas con su muerte inminente. Enfermo terminal de sida, sufr¨ªa entonces una ceguera parcial por complicaciones del virus. Su visi¨®n estaba interrumpida por destellos azules. Morir¨ªa meses despu¨¦s de terminar la pel¨ªcula. Blue es un gesto de duelo anticipado, un di¨¢logo imposible entre la vida y la muerte que ocurre, muy brevemente, en el territorio de la enfermedad. El autor nos deja un legado que adquiere, en la tr¨¢gica realidad del coronavirus, una relevancia especial.
Durante los 79 minutos que dura el largometraje, la pantalla muestra un ¨²nico plano te?ido de color azul. Azul el¨¦ctrico, punzante. No hay ninguna variaci¨®n en la imagen, s¨®lo la voz de fondo de Jarman, que recita versos y reflexiones sobre la ausencia, el amor y la enfermedad. Blue es a la vez una despedida y un pulso al olvido, pero no pretende inmortalizar a su creador: no deja ning¨²n retrato del cuerpo vivo, s¨®lo muestra el vac¨ªo azul. El cuerpo ausente de Jarman puede leerse como un anticipo de su muerte, pero tambi¨¦n como un sabotaje a la explotaci¨®n visual. En el contexto del sida y el VIH, donde la sobreexposici¨®n medi¨¢tica de los cuerpos enfermos se entrelaza con la estigmatizaci¨®n social, la decisi¨®n est¨¦tica de Jarman arremete contra el lado m¨¢s cruel de la sociedad del espect¨¢culo: el voyerismo del dolor ajeno. En lugar de exhibir el cuerpo ¨Cel deterioro, la marca¨C Jarman cambia la perspectiva. El resultado es una especie de trinchera visual. Blue extiende la mirada azul de su autor hasta encontrarse con la nuestra, oblig¨¢ndonos a mirar a trav¨¦s de sus ojos.
La historia de los activismos queer est¨¢ marcada por la herida del sida y por la necesidad de crear espacios alternativos para llorar la muerte de seres queridos. Jarman desaf¨ªa las leyes del tiempo para dejar su testimonio, pero tambi¨¦n para crear un espacio de luto colectivo. Conocemos, ahora m¨¢s que nunca, la importancia de contar la p¨¦rdida. La crisis del coronavirus nos ha enfrentado con el dolor de las ausencias repentinas, de las despedidas frustradas. El duelo sigue caminos imprevisibles, pero necesita puntos de encuentro. Puede que morir sea una experiencia individual, pero responder ante la muerte no lo es. El dolor y el miedo se conjuran mediante redes colectivas. En Blue, Jarman nos demuestra que el arte abre un camino, una trinchera en la que encontrarse e imaginar nuevas formas de vivir o de morir, de recordar, de llevar el luto.
Amanda Mauri es investigadora feminista. MSc en Estudios de G¨¦nero por la London School of Economics.
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