Un asalto a la raz¨®n
Trump se despide en un par de semanas, pero su proyecto continuar¨¢. El movimiento conservador en EE UU abandon¨® a los moderados hace varios a?os y ahora se ha refugiado en manos de la ultraderecha
Esta no es una transici¨®n pac¨ªfica del poder. No es el intercambio suave de la estafeta presidencial al que nos tiene acostumbrados Washington. En cambio, el asalto violento al Capitolio, el coraz¨®n de la democracia estadounidense, es la conclusi¨®n lamentable pero l¨®gica al Gobierno de Donald Trump. Durante los ¨²ltimos cuatro a?os y particularmente desde que se conoci¨® el resultado oficial de la elecci¨®n general, el presidente reality se ha empe?ado en desacreditar a las instituciones, la ley y el orden con el fin de avanzar un proyecto pol¨ªtico nutrido por la divisi¨®n y el caos.
La irrupci¨®n del Congreso por miles de simpatizantes de Trump durante la sesi¨®n para certificar la victoria del presidente electo Joe Biden era predecible, casi esperada. Justo en el momento en el que esto ocurr¨ªa, muy cerca del capitolio el presidente Trump alimentaba el tsunami de mentiras con el que ha pedido a sus seguidores que lo acompa?en en la aspiraci¨®n golpista de rechazar el resultado de la elecci¨®n. Muchos entendemos qui¨¦n es el responsable principal de la violencia ocurrida este 6 de enero en la capital estadounidense y todos pudimos atestiguar en tiempo real c¨®mo el discurso incendiario de Trump ha invitado a sectores marginales de la sociedad a llevar su mensaje etnonacionalista hasta los pasillos del poder pol¨ªtico en Washington.
Las ¨²ltimas 24 horas ilustran los claroscuros del estado actual y fr¨¢gil de la democracia en los Estados Unidos. La atenci¨®n nacional pas¨® del triunfo electoral de Raphael Warnock, el primer senador afroamericano en la historia de Georgia, a la presencia de la bandera confederada, un s¨ªmbolo vinculado con la esclavitud y la supremac¨ªa blanca, en el Capitolio. De un presidente en funciones desinteresado en el trabajo pol¨ªtico y el liderazgo moral que demanda la investidura presidencial, a un presidente electo sin la autoridad para ejercerlos a¨²n. De poco m¨¢s de la mitad del pa¨ªs confiada en la integridad de la elecci¨®n y la otra mitad convencida de un presunto fraude que solo existe en la ret¨®rica del trumpismo y en los medios que monetizan teor¨ªas de conspiraci¨®n y desinformaci¨®n.
El personaje se despide en un par de semanas, pero su proyecto desafortunadamente continuar¨¢. El movimiento conservador en Estados Unidos abandon¨® a los moderados hace varios a?os y ahora se ha refugiado en manos de la ultraderecha. Las derrotas electorales en 2008 y 2012 solo aceleraron ese desplazamiento. El partido de Lincoln incub¨® a Trump y empoder¨® a figuras t¨®xicas como Ted Cruz, Lindsey Graham y Mitch McConnell. En suma, los d¨ªas m¨¢s oscuros de la presidencia Trump est¨¢n por terminar, pero no los del trumpismo. El ecosistema que facilit¨® su ascensi¨®n al poder solo se ha fortalecido como el asalto al capitolio y la tibia respuesta de las autoridades lo demuestra.
Entumecidas por la narrativa del excepcionalismo americano, la riesgosa noci¨®n de que la democracia estadounidense es infranqueable y su obsesi¨®n con el falso balance, la prensa y otras instituciones estadounidenses se han visto abrumadas por esta gran prueba de estr¨¦s llamada Donald Trump. Se equivocaron en normalizar el desaf¨ªo en 2016 y se equivocan nuevamente al pensar que con el cambio de gobierno la vida regresar¨¢ a la normalidad. Al menos por el futuro cercano lo que vimos ayer es la nueva normalidad. Las frustraciones econ¨®micas y las ansiedades demogr¨¢ficas que tratan de explicar elegantemente el profundo resentimiento social y racial con el que han traficado Trump y su partido ya se han desbordado a las calles. Este es el verdadero estado de la uni¨®n que hereda Biden, con o sin Trump en la pel¨ªcula.
Enrique Acevedo es periodista.
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