Kafka no te suelta
Un siglo de lecturas e investigaciones han asentado la profundidad psicol¨®gica, la lucidez pr¨ªstina y el humor de este gran conocedor del alma humana
El 3 de junio se cumplieron cien a?os del fallecimiento, en un sanatorio cerca de Viena, de un escritor en lengua alemana entonces poco conocido pero considerado por algunos de sus contempor¨¢neos como el gran genio literario del siglo XX: estamos hablando de Franz Kafka quien, con solo unos pocos relatos publicados en el momento de su muerte por tuberculosis, hab¨ªa conquistado una fama que, gracias a las maniobras editoriales de su amigo Max Brod, crecer¨ªa hasta alcanzar el ¨²ltimo rinc¨®n de planeta. Kafka es uno de los pocos autores que llamamos con pleno derecho universales, pues se lee igual en Adis Abeba o Nueva Delhi que en Pek¨ªn o Buenos Aires.
El a?o internacional Kafka ha visto incontables actos conmemorativos en forma de recitales, exposiciones y conferencias en todo el mundo. La acci¨®n se concentra evidentemente en Alemania, donde hasta se estren¨® una excelentemente documentada serie de televisi¨®n, en Suiza y en Austria, que le reivindica como icono cultural propio.
Sin embargo, quien busque a Kafka en su pa¨ªs natal se sorprender¨¢ por su escasa presencia p¨²blica all¨ª. Y por lo poco que apuesta Chequia todav¨ªa en 2024 por los lugares relacionados con la vida y obra de un autor que naci¨® en 1883 en la Praga austroh¨²ngara y pas¨® pr¨¢cticamente toda su vida en esta parte de Centroeuropa que a partir de 1918 ser¨ªa Checoslovaquia. Hasta el a?o 2000, no hab¨ªa calle o plaza en Praga que llevara su nombre. Tampoco hab¨ªa monumentos que recordaran al escritor en la ciudad que inmortaliz¨® con obras como La condena o El proceso, y a la que le uni¨® una relaci¨®n de amor-odio: ¡°Praga no te suelta. Esta viejecita tiene garras¡±.
Y, aunque Praga finalmente haya cedido a la demanda de los turistas que acuden al encuentro con Kafka con varias estatuas y un Museo Kafka, sus lugares de residencia no se se?alan especialmente. Ning¨²n letrero indica el camino a la min¨²scula casita azul en la famosa calle de los Alquimistas, donde escribi¨® los relatos de Un m¨¦dico rural. Contiene una tienda de souvenirs de Kafka, pero muchos de los que pagan entrada para visitar la calleja medieval, ubicada por debajo del castillo de Praga, no se fijan en el n¨²mero 22 y pasan de largo.
En Sirem (Z¨¹rau en su ¨¦poca), la aldea de la Bohemia occidental donde Kafka pas¨® ocho felices meses con su hermana Ottla y redact¨® los impagables aforismos, la casa donde se alojaba est¨¢ en un estado deplorable. Solo la encuentra quien conoce la postal fotogr¨¢fica que envi¨® a su amigo Brod. Y Marienbad (Marianske Laske), el legendario balneario que propici¨® los ¨²nicos d¨ªas de dicha con su novia Felice Bauer, muestra m¨¢s fervor por la memoria de Goethe que de Kafka. Aparte de un peque?o cartel de cariz did¨¢ctico en el parque, nada recuerda las estancias del autor de La transformaci¨®n y El castillo. En la biblioteca del pueblo, que el escritor seguramente frecuent¨®, ya que se halla casi enfrente del hotel donde se aloj¨®, no se encuentran ni estos ni otros t¨ªtulos suyos.
El camino de los checos hacia su conciudadano m¨¢s c¨¦lebre ha sido largo y dificultoso. Kafka era jud¨ªo y formaba parte de la minor¨ªa germanoparlante; por tanto, escribi¨® toda su obra en alem¨¢n, aunque hablara y escribiera tambi¨¦n fluidamente checo. Una vez desapareci¨® ese microcosmos cultural en el que se formaron ¨¦l y toda una ilustre promoci¨®n de literatos, encabezada por Rilke, con la ocupaci¨®n nazi y la expulsi¨®n de los checos de habla alemana al final de la Segunda Guerra Mundial, los nacionalistas checos no consideraban la obra de Kafka parte de su patrimonio cultural. No se tradujo apenas nada al checo hasta los a?os sesenta. Y justamente entonces, la estricta l¨ªnea represiva dictada por Mosc¨², tras la Primavera de Praga de 1968, tach¨® sus escritos de revisionismo marxista, una prohibici¨®n que dur¨® hasta la ca¨ªda del r¨¦gimen comunista en 1989.
Solo recientemente se public¨® el ¨²ltimo tomo de las obras completas en Chequia. ?Cu¨¢ntas generaciones de checos no pudieron leer a Kafka? La condena de su obra a la no existencia tuvo un largo alcance. Espa?a, en este sentido, estuvo y est¨¢ en una situaci¨®n especialmente aventajada: despu¨¦s de adelantarse a las dem¨¢s lenguas con las primeras traducciones de relatos en los a?os veinte (la primer¨ªsima fue al catal¨¢n todav¨ªa en vida del autor), se sucedieron en los a?os treinta las de las novelas. Tampoco durante el franquismo se interrumpi¨® esta labor, ampliada en Argentina y M¨¦xico.
Kafka es el autor de lengua alemana m¨¢s editado en Espa?a: en los a?os ochenta, vive un aut¨¦ntico boom de traducciones, con profesionales de primera fila como Miguel S¨¢enz, Juan Jos¨¦ del Solar, Carmen Gauger o Adan Kovacsics. En 1999, empez¨® Galaxia Gutenberg su ejemplar edici¨®n de las obras completas, incluidas las cartas, a cargo de Jordi Llovet e Ignacio Echevarr¨ªa, que ha sido un verdadero ¨¦xito editorial. ?Qu¨¦ mejor prueba de la devoci¨®n de los espa?oles por una obra en la que la desesperaci¨®n es la norma, y violencia y muerte se presentan a menudo como ¨²nica salida posible de una vida cotidiana tan banal como angustiante?
Pero lo cierto es que cien a?os de lecturas e investigaciones ¡ªcondensados en la monumental y esclarecedora biograf¨ªa de Reiner Stach¡ª han devaluado las interpretaciones superficiales e insistido en la profundidad psicol¨®gica, en la lucidez pr¨ªstina de este gran conocedor del alma humana. Y en el Kafka m¨¢s divertido: engast¨® hasta en sus relatos m¨¢s l¨²gubres, especialmente en El proceso, peque?as joyas de humor abismal, que ya Walter Benjamin intu¨ªa como lo esencial de su obra. ¡°Es usted una persona insufrible, no se sabe si habla en serio o no. (¡) Con esto no se equivoca, dijo Josef K., no tengo seriedad y por tanto la broma me debe alcanzar tanto para lo serio como para la chanza. (¡) Pero me detuvieron en serio¡±.
El humor de Kafka revela las irresolubles contradicciones entre un ideal de verdad o estabilidad y un mundo lleno de apariencias e incongruencias. El ejemplo m¨¢s grotesco lo crea en La transformaci¨®n, cuando el viajante de comercio Gregor Samsa se despierta convertido en un monstruoso escarabajo, pero intenta negar las evidencias dici¨¦ndose ¡°Este continuo madrugar (¡) lo idiotiza a uno por completo¡±. ?Qui¨¦n no estar¨ªa de acuerdo?
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