La verg¨¹enza del juicio de Cristina

Cristina Cifuentes es la pol¨ªtica que m¨¢s verg¨¹enza me ha hecho pasar en la vida. El d¨ªa que la pillaron robando en el supermercado aquellas cremas cre¨ª que hab¨ªa tocado techo. El azul el¨¦ctrico de su traje y el tac¨®n sobre la baldosa. Y aquella cadena de mentiras. No llevo nada. Bueno, llevo esta crema. No llevo nada m¨¢s. Ah, bueno s¨ª. Hab¨ªa otra... No soy una ladrona. No estoy robando¡­ Verg¨¹enza, ese sentimiento aparentemente d¨¦bil, pero corrosivo como pocos. En todo caso, nada en comparaci¨®n con el juicio sobre su m¨¢ster falsificado. Esta vez el salto narrativo es apote¨®sico porque Cifuentes la ladrona, la mentirosa y la falsificadora (esto a¨²n sin demostrar) ha iluminado no solo lo peor de s¨ª misma y de alguno de nosotros, tambi¨¦n lo peor del sistema de educaci¨®n p¨²blica de nuestro pa¨ªs.

El juicio, no lo olvidemos, trata sobre si Cifuentes fue part¨ªcipe de la falsificaci¨®n de su m¨¢ster falso o si el delito es responsabilidad exclusiva de la Universidad. La perspectiva de Cristina sobre el asunto est¨¢ clara: la Universidad es una expendedora de papelitos ¡ªm¨¢s o menos como cromos¡ª que los estudiantes necesitan para pegar en sus curr¨ªculos. En este sentido, ella se limit¨® a dar los pasos necesarios para conseguir el cromo que le faltaba. Y si finalmente recibi¨® uno falso, ella desde luego no es la responsable. En este sentido, hay muchas cosas que me gustar¨ªa preguntar a Cristina Cifuentes y que no se han mencionado en el juicio. ?Para qu¨¦ sirve un m¨¢ster, Cristina? ?Por qu¨¦ fuiste a la Universidad? ?Te consideras v¨ªctima de la enfermedad espa?ola llamada titulitis? ?Qu¨¦ piensas sobre el aprendizaje? ?Crees que es un insulto a los estudiantes de este pa¨ªs creer que has terminado un m¨¢ster sin haber conocido siquiera a tus profesores? ?Qu¨¦ recuerdas de tus compa?eros? ?Consideras que la educaci¨®n transforma a las personas?

Perd¨®n, una pregunta m¨¢s. Cuando decimos que la educaci¨®n es el mejor ascensor social de este pa¨ªs, ?a qu¨¦ crees que nos referimos? ?Crees que los t¨ªtulos universitarios son condici¨®n necesaria para el ¨¦xito? ?C¨®mo definir¨ªas el talento? ?Est¨¢ la universidad espa?ola conectada con la realidad social y la realidad profesional o no es m¨¢s que una expendedora de t¨ªtulos que se pagan con dinero y a veces tambi¨¦n con esfuerzo? El juicio a Cifuentes es un juicio que cae sobre todos nosotros como estudiantes, como padres, como profesores, como alumnos o como simples espectadores de un esc¨¢ndalo sin precedentes en el coraz¨®n de la Universidad de nuestro pa¨ªs.

Si lo pienso, creo que yo tambi¨¦n he querido tener alg¨²n t¨ªtulo m¨¢s en mi curriculum alguna vez. Un t¨ªtulo capaz de asegurar que soy quien me gustar¨ªa ser ante los otros. Supongo que esa es la raz¨®n por la que muchos perfiles de Linkedin est¨¢n llenos de mentiras y en algunos departamentos de Recursos Humanos se f¨ªan m¨¢s de Facebook que del curr¨ªculo. El problema de la titulitis reinante es que hemos pensado que la educaci¨®n sirve exclusivamente como salvoconducto laboral o para dar contenido a una carrera pol¨ªtica sin base o respaldar nuestra presentaci¨®n en sociedad. El caso de Cifuentes nos escupe en la cara la evidencia de que en este pa¨ªs se utiliza la educaci¨®n para fardar y para medrar. En donde la universidad a¨²n conserva algo de su antigua dignidad, el conocimiento sirve para construir el car¨¢cter, para fortalecer las relaciones humanas y para reforzar y poner en jaque los ideales e instituciones de una sociedad. ?En qu¨¦ lugar deja este juicio los prop¨®sitos y los fundamentos de la educaci¨®n superior en centros p¨²blicos? ?Para qu¨¦ sirven, a qui¨¦n sirven?

El m¨¢ster de Cifuentes se sienta en el banquillo junto a su titular porque muchas instituciones superiores de educaci¨®n est¨¢n enfermas y el sentido social del conocimiento y del aprendizaje ha sido prostituido para obtener beneficios miserables. En alg¨²n momento hemos pensado que era mejor aprobar que aprender, tener un t¨ªtulo que tener verg¨¹enza, y as¨ª Cifuentes, cargada de indiferencia, aparece ante todos explicando si el t¨ªtulo en cuesti¨®n lo falsificaron entre dos o entre tres. Qu¨¦ m¨¢s da tu t¨ªtulo, Cristina. Qu¨¦ m¨¢s dan las cremas que robaste. Qu¨¦ m¨¢s da mentir. Qu¨¦ m¨¢s da no conocer a tus profesores. Qu¨¦ m¨¢s da que haya en este momento millones de estudiantes y profesores dej¨¢ndose la piel para aprender y ense?ar en las peores circunstancias pedag¨®gicas posibles. Qu¨¦ m¨¢s da que el futuro de este pa¨ªs dependa de la educaci¨®n y que llevemos en portada de todos los peri¨®dicos el tema de quien demonios falsific¨® tu cromo.

Lo ¨²nico que importa es que tu juicio condena a la Universidad y nos condena a todos. Nos recuerda las veces que llevamos chuleta a un examen, las que copiamos, las que olvidamos que aprendemos para ganar nuestra vida y no para ganarnos la vida. Es muy triste tu juicio, Cristina. Es muy injusto, no imaginas cu¨¢nto. Porque existen familias que est¨¢n pagando a plazos esos titulitos que t¨² adquieres como cromos, me da igual que sean verdaderos o falsos, la verdad. Lo que intento decirte es que la educaci¨®n es otra cosa y que t¨² has manchado su nombre no por mentir o por falsificar, sino por no entender absolutamente nada. Lo m¨¢s injusto es que tu caso tiene mucha m¨¢s repercusi¨®n medi¨¢tica que la realidad de una inmensa mayor¨ªa de estudiantes que estudian y se esfuerzan para ser mejores en vez de para parecer lo que no son.

No s¨¦ cu¨¢l ser¨¢ el resultado de este juicio, Cristina. Pero espero que sientas al menos la misma verg¨¹enza que he sentido yo al presenciarlo. No s¨¦ por qu¨¦ me da que esta vez lo m¨¢s cerca que vamos a estar de la justicia es la verg¨¹enza.