Luz
Se trata de una palabra tiene un prestigio como otras pocas
No reincidir¨¦ en deplorar la subida de la factura el¨¦ctrica, que hace a?orar los precios de anta?o tan en¨¦rgicamente denunciados por los justicieros hoy en el Gobierno. Ni me quejar¨¦ de ver clamorosamente incumplidas sus promesas electorales: constatar a este respecto (o cualquier otro) que mintieron es como escandalizarse de que los peces siempre salgan del agua empapados. Lo que me sorprende un poco es que nadie de la brigada de acoso y derribo haya se?alado a D¨ªaz Ayuso como principal culpable de la carest¨ªa. Ser¨¢ una tregua moment¨¢nea, a compensar con otras acusaciones. Pero tampoco es de esto de lo que quiero hablar.
Me fascina que a la electricidad se la siga llamando popular y oficialmente ¡°luz¡±: la factura de la luz, el precio de la luz, se ha ido la luz... Sin duda, en el cuarto final del siglo XIX, cuando comenz¨® su aplicaci¨®n industrial a la iluminaci¨®n urbana, electricidad y luz se convirtieron pr¨¢cticamente en sin¨®nimos. Pero a estas alturas, cuando ya son el¨¦ctricas nuestras comunicaciones, nuestros transportes, las calefacciones y algunos medios de tortura, parece l¨®gico ampliar el t¨¦rmino. Sin embargo, la electricidad sigue siendo la luz, ni m¨¢s ni menos. Esa palabra tiene un prestigio como otras pocas: decimos que un gesto grato, pero nada sublime es ¡°hacer el amor¡± para adecentarlo, quien ha escrito novelas, dramas, ensayos y un soneto se declara ¡°poeta¡± para realzarse... Amor, poes¨ªa... y luz. Nos envolvemos en nombres invencibles. Nacer es abrir los ojos a la vida, el sol brilla para todos cada d¨ªa, al enemigo se le amenaza con que no ver¨¢ otro amanecer y quien cierra piadosamente los ojos al difunto solicita para ¨¦l al Dios invisible la luz perpetua... Porque al final de la luz ya se ve el t¨²nel.
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