Los estadistas y los pol¨ªticos de enjundia no temen las cr¨ªticas de los periodistas. Solo los mediocres e inseguros
Los presidentes de los pa¨ªses importantes y de las democracias s¨®lidas saben que la cr¨ªtica de los medios de comunicaci¨®n hacen parte del juego democr¨¢tico
Mis largos a?os como periodista me han ense?ado que los verdaderos estadistas y los pol¨ªticos seguros no temen las cr¨ªticas ni las preguntas m¨¢s escabrosas. Las temen solo los mediocres e inseguros. Los presidentes de los pa¨ªses importantes y de las democracias s¨®lidas saben que la cr¨ªtica de los medios de comunicaci¨®n hacen parte del juego democr¨¢tico.
Hoy los que dirigen las grandes democracias jam¨¢s en una entrevista personal o en una colectiva se permitir¨¢n dejar de responder a la pregunta de un periodista por dura que sea y negarse a responder o abandonar el intercambio. Y mucho menos insultar o amenazar al periodista. Lo hac¨ªa solo el expresidente Donald Trump y por ello era considerado como un desequilibrado mental y acab¨® perdiendo las elecciones.
A los j¨®venes periodistas brasile?os y a los estudiantes de periodismo que a veces me preguntan sobre mis experiencias period¨ªsticas alrededor del mundo les dedico esta columna para contarles dos experiencias emblem¨¢ticas de cuando era corresponsal en Italia y en el peque?o y poderoso Estado del Vaticano.
Los pol¨ªticos italianos a los que criticaba en mis cr¨®nicas en vez de quejarse a mi peri¨®dico me mandaban un motorista con una tarjeta escrita a mano agradeci¨¦ndome el art¨ªculo. En mis 18 a?os de corresponsal nunca un pol¨ªtico importante se me quej¨® de las cr¨ªticas que le hac¨ªa.
Cuando en Italia era ministro de Exteriores Julio Andreotti, uno de los pol¨ªticos m¨¢s influyentes del pa¨ªs que hab¨ªa sido siete veces presidente del Gobierno y una figura emblem¨¢tica, Espa?a estaba por entrar en la Uni¨®n Europea. Para ello era fundamental el voto de Italia. Una ma?ana me llam¨® el embajador de Espa?a en Italia para decirme que hab¨ªa recibido una queja de la embajada de Italia en Madrid por mis cr¨®nicas duras sobre la mafia siciliana. Que un funcionario de la embajada hab¨ªa hecho un dossier de seis meses de mis cr¨®nicas y que estaban muy irritados. Y a?adi¨® con cl¨¢sico sabor mafioso: ¡°Es importante que sepan que Espa?a quiere entrar en la Comunidad y que necesita del voto de Italia¡±.
Avisado el entonces director de EL PA?S, Juan Luis Cebri¨¢n, que hab¨ªa sido tambi¨¦n el ideador del peri¨®dico, pidi¨® al embajador espa?ol en Roma el nombre y apellidos del funcionario de la embajada italiana en Madrid que se hab¨ªa permitido hacer un dossier mafioso sobre uno de sus corresponsales.
Dos d¨ªas despu¨¦s recib¨ª una llamada de tel¨¦fono del secretario de Andreotti inform¨¢ndome que al d¨ªa siguiente a las nueve de la ma?ana el ministro de Exteriores me dar¨ªa la entrevista que yo hab¨ªa solicitado. En verdad yo nunca hab¨ªa pedido aquella entrevista y entend¨ª que era una forma elegante y diplom¨¢tica del ministro de llamarme para hablar. Andreotti como ministro de Asuntos Exteriores era fundamental para apoyar a Espa?a a entrar en la Comunidad.
Me present¨¦ a la cita seguro de que se trataba de hablar sobre las cr¨ªticas de la embajada de Italia en Madrid sobre mis cr¨®nicas. Me recibi¨®, al rev¨¦s, todo cordial y antes que yo le hiciera ninguna pregunta fue ¨¦l qui¨¦n me hizo una desconcertante. ¡°?Sabe usted donde el Papa (era entonces el polaco Juan Pablo II) escribe sus discursos?¡± Le respond¨ª que me imaginaba que en su escritorio.
Me respondi¨® que no, que los escrib¨ªa de rodillas en una mesita de su capilla particular donde celebraba la misa. Intrigado le pregunt¨¦ que c¨®mo ¨¦l lo sab¨ªa. Me respondi¨® que el Papa lo invitaba muchas veces a asistir a su misa. ¡°No me importa que sea muy temprano pues yo soy madrugador. Lo peor es cuando me convida a cenar pues suele acabar muy tarde. Prefiero cuando me invita a pasear durante el d¨ªa con ¨¦l en los jardines vaticanos¡±.
Yo lo escuchaba at¨®nito porque me estaba dando una noticia totalmente desconocida para la prensa y que si publicada iba a ser noticia mundial, ya que revelaba una intimidad con el papa Wojtyla ins¨®lita y m¨¢s con un pol¨ªtico pol¨¦mico por las acusaciones que sobre ¨¦l reca¨ªan de hacer parte de la mafia.
Enseguida mirando a la pared me mostr¨® un cuadro con una pintura y me pregunt¨® si conoc¨ªa al autor. Le dije que no y ¨¦l me respondi¨®: ¡°Es del pintor que en Manila, en el viaje del papa Pablo VI a Filipinas, hab¨ªa atentado contra el pont¨ªfice al llegar al aeropuerto con un objeto contundente produci¨¦ndole una herida en el vientre. Al final no se trat¨® de una herida grave pero que cre¨® un revuelo mundial¡±.
Despu¨¦s se supo que se trataba de un pintor exc¨¦ntrico que ten¨ªa en ese momento una exposici¨®n de sus cuadros en el hotel en el que se iba a hospedar toda la comitiva del Papa y quer¨ªa hacerse publicidad mundial. Lo recuerdo muy bien porque yo acompa?aba en el avi¨®n al Papa con un grupo de corresponsales de todo el mundo y fui testigo del pseudo atentado.
Lo que no se entend¨ªa es c¨®mo aquel cuadro hab¨ªa acabado en el despacho del ministro Andreotti. ?Se lo hab¨ªa regalado el Papa? Mientras tanto, sobre el tema de las cr¨ªticas a mis cr¨®nicas, ni una palabra. El pol¨ªtico del que se lleg¨® a decir que era hijo del papa Pio XII porque siendo a¨²n un jovencito le dieron un cargo importante en el Vaticano, cerr¨® nuestro encuentro con un ¨²ltimo gesto emblem¨¢tico. Antes de entrar en la pol¨ªtica Andreotti hab¨ªa sido periodista. Sobre su mesa ten¨ªa el ejemplar de uno de sus libros que me regal¨® y con ello se despidi¨® de que me hab¨ªa dado una noticia en exclusiva. Cuando sal¨ª abr¨ª el libro y estaba escrito: ¡°A mi colega periodista Juan Arias con afecto¡±.
Mand¨¦ la cr¨®nica de aquel encuentro al director del peri¨®dico que, incr¨¦dulo, la public¨® enseguida. Cuando por la ma?ana el embajador de Italia en Madrid abri¨® EL PA?S se qued¨® at¨®nito. Entendi¨® muy bien que era un mensaje cifrado para ¨¦l de que no volvieran a intentar criticar mis cr¨®nicas. Y Espa?a entr¨® en la Comunidad Europea con el voto de Italia. As¨ª son los verdaderos estadistas.
Hasta los Papas y el Vaticano han respetado siempre a los periodistas y aceptado sus cr¨ªticas sin amenazas y menos con insultos. Pude verlo cuando el director de EL PA?S en los primeros a?os del peri¨®dico sufr¨ªa ataques duros de la entonces Iglesia espa?ola que era a¨²n franquista porque el nuevo peri¨®dico defend¨ªa el aborto, los derechos humanos, la libertad de prensa y el derecho a las diferencias. Era un peri¨®dico liberal como los nuevos que estaban naciendo de los escombros de la dictadura.
Un d¨ªa me llam¨® el director a Roma y me pidi¨® algo muy dif¨ªcil: quer¨ªa tener una entrevista personal con el entonces sustituto de la Secretar¨ªa de Estado del Vaticano, el espa?ol Eduardo Mart¨ªnez Somalo. Era la tercera autoridad del Vaticano, una especie de ministro del Interior que despachaba varias veces al d¨ªa con el Papa. Sin saber c¨®mo hacer, acud¨ª al embajador de Espa?a ante la Santa Sede por si ¨¦l pod¨ªa, pero lo ve¨ªa imposible porque el sustituto del Papa nunca hab¨ªa recibido a ning¨²n director de un peri¨®dico y adem¨¢s Cebri¨¢n acababa de divorciarse.
Pocos d¨ªas despu¨¦s en un hotel de Florencia haciendo un reportaje, son¨® el tel¨¦fono de la habitaci¨®n y era el propio sustituto del Papa que me conoc¨ªa de los viajes: ¡°Juan (me dijo), me pides algo muy dif¨ªcil, pero voy a recibir a tu director. Dile que venga el primero de mayo que el Papa va a estar muy ocupado y tendr¨¦ m¨¢s tiempo para ¨¦l¡±. Y me puso como condici¨®n que fuera yo quien le acompa?ara.
Cebri¨¢n lleg¨® a Roma la noche anterior y a las nueve de la ma?ana atravesamos los portones del Vaticano y nos dirigimos, despu¨¦s de entregar varios documentos, al peque?o despacho de monse?or Somalo puerta a puerta con el del Papa.
Cebri¨¢n le explic¨® durante una hora las dificultades que EL PA?S y los nuevos diarios estaban teniendo tras la muerte del dictador Franco por sus posturas de peri¨®dicos defensores de las libertades pisoteadas durante la dictadura. Somalo le pregunt¨® si quienes atacaban a los peri¨®dicos eran los militares. ¡°No, monse?or, quien nos obstaculiza es la Iglesia, que siempre ha estado del lado de la dictadura y de Franco¡±.
Sorprendido Somalo le dijo: ¡°Aqu¨ª en el Vaticano respetamos la total libertad de expresi¨®n y la prensa libre¡±. Y refiri¨¦ndose a m¨ª le explic¨® por qu¨¦ hab¨ªa querido que yo le acompa?ara al encuentro. ¡°Su corresponsal es testigo de que nunca ha recibido una llamada del Vaticano para protestar por sus cr¨®nicas. Y no me dir¨¢, director, que no ha escrito cosas dur¨ªsimas sobre nosotros¡±, le dijo. Es cierto que yo hab¨ªa escrito sobre las dudas que exist¨ªan de que Juan Pablo I, que muri¨® misteriosamente 33 d¨ªas despu¨¦s de su elecci¨®n, hab¨ªa sido asesinado¡±. Le respond¨ª que era cierto que el Vaticano nunca se hab¨ªa quejado y me daba siempre un lugar en el avi¨®n del Papa para acompa?arle en sus viajes por el mundo. Y entre broma y seriedad a?ad¨ª: ¡°Pero tambi¨¦n es cierto, y ustedes lo saben, que yo conozco cosas que nunca publiqu¨¦, ni publicar¨¦¡±. Riendo, monse?or Somalo le dijo a Cebri¨¢n con tono cari?oso: ¡°?Qu¨¦ malo es su corresponsal!¡±. Cebri¨¢n se volvi¨® a Madrid y la Iglesia dej¨® en paz al peri¨®dico.
Solo los personajes pol¨ªticos inseguros y mediocres, sin personalidad, son quienes se permiten atacar y hasta insultar y amenazar a los peri¨®dicos y periodistas.
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