Eduardo Dato, liberal y reformista
Con su asesinato, hace hoy cien a?os, tal vez se destruy¨® una posible v¨ªa de modernizaci¨®n del sistema pol¨ªtico espa?ol en la crucial d¨¦cada de los a?os veinte del pasado siglo
Nos recordaba Roger Scruton, el gran fil¨®sofo brit¨¢nico que se nos fue hace un a?o, que el soviet¨®logo Robert Conquest era de la opini¨®n de que todo el mundo es conservador en las cosas que conoce bien. Un conservadurismo que no es simple aferramiento al pasado sino respeto a la experiencia de quienes nos precedieron en la direcci¨®n de cualquier sociedad.
Viene esto a cuento porque hoy 8 de marzo se cumplen cien a?os del asesinato, en Madrid, de Eduardo Dato Iradier, cuando era presidente del Consejo de Ministros. Unos pistoleros anarquistas, venidos de Barcelona, lo ametrallaron en la Puerta de Alcal¨¢ cuando el coche en el que viajaba aminor¨® la marcha para entrar en la calle Serrano. Lo condujeron a una Casa de Socorro cercana en donde ya ingres¨® cad¨¢ver.
Con su desaparici¨®n se extingu¨ªa una l¨ªnea de actuaci¨®n que se remontaba al proyecto restaurador de Antonio C¨¢novas del Castillo y hab¨ªa sido continuada por Francisco Silvela, del que Dato hab¨ªa sido un estrecho colaborador. Esa l¨ªnea trat¨® de consolidar un proyecto pol¨ªtico que, si bien conservador, demostraba sensibilidad a los cambios sociales que se hab¨ªan experimentado en los pa¨ªses avanzados europeos en el tr¨¢nsito de los siglos XIX al XX.
Un cap¨ªtulo esencial en esa nueva situaci¨®n era el de abordar con decisi¨®n las condiciones de las clases trabajadoras y demostrar que se estaba dispuesto a una pol¨ªtica de intervenci¨®n de los Gobiernos que, l¨®gicamente, habr¨ªa de suscitar resistencias entre los defensores de un Estado liberal que se mantuviera al margen de la regulaci¨®n de esas realidades. Los Gobiernos del Reino Unido hab¨ªan tratado de imponer una legislaci¨®n laboral desde una fecha muy temprana y fueron patentes los avances que la pol¨ªtica obrera de Bismarck proporcion¨® en el Imperio alem¨¢n.
Dat¨® lo aplic¨® a Espa?a cuando, como ministro de la Gobernaci¨®n en un Gobierno que presid¨ªa Francisco Silvela, hizo aprobar decretos leyes que aseguraban a los obreros afectados por accidentes de trabajo o que regulaban el trabajo de mujeres y ni?os. Eran medidas que indicaban una sensibilidad hacia la condici¨®n de las clases trabajadoras, que ya se hab¨ªa manifestado en los inicios de la actividad profesional de Dato, pero no faltar¨ªan los que acusaron al ministro de ¡°socialista¡±.
?l, en todo caso, se reconoc¨ªa como ¡°intervencionista¡±, que es una palabra que pas¨® a tener otro significado durante la Primera Guerra Mundial. Para Dato s¨®lo significaba que el gobernante no pod¨ªa ser insensible a las condiciones de vida de los obreros, que deb¨ªan ser mejoradas por la intervenci¨®n de los diversos Gobiernos. Eso le llevar¨ªa tambi¨¦n, cuando fue presidente del Consejo de Ministros, a la creaci¨®n del Ministerio de Trabajo, pocos meses antes de ser asesinado.
La imagen hist¨®rica de Eduardo Dato se vio durante mucho tiempo ensombrecida por el considerable peso de la historiograf¨ªa maurista (Fern¨¢ndez Almagro, Gabriel Maura) que lo fulmin¨® con el calificativo de ¡°id¨®neo¡± en la crisis pol¨ªtica de enero de 1913. Esa crisis se hab¨ªa traducido en el apartamiento de Antonio Maura de la vida p¨²blica y la radicalizaci¨®n de sus seguidores hasta situarse en los m¨¢rgenes exteriores del sistema pol¨ªtico.
Dato, sin embargo, no tendr¨ªa la suerte historiogr¨¢fica de Maura y los estudios sobre su pol¨ªtica han sido relativamente escasos, mientras que tampoco cont¨® con la comprensi¨®n de algunos destacados intelectuales de la ¨¦poca.
Esa imagen hist¨®rica de Dato no se alterar¨ªa significativamente hasta que Carlos Seco Serrano, desaparecido hace algunos meses, replanteara la figura del pol¨ªtico conservador a partir de los documentos que est¨¢n depositados en la Real Academia de la Historia. A partir de ellos se puede comprobar que el comportamiento de Dato en aquella crisis no fue el de un simple pol¨ªtico oportunista, y que cont¨® con un firme apoyo dentro de su propio partido, que asist¨ªa con un cierto v¨¦rtigo a la deriva antidemocr¨¢tica del maurismo.
A lo largo de los tres periodos en los que Dato desempe?¨® la presidencia del Consejo de Ministros, el jefe del Gobierno tuvo que lidiar con situaciones tan cr¨ªticas como la de sostener la neutralidad espa?ola durante la Gran Guerra, capear la gran crisis del verano de 1917, o afrontar la violencia terrorista desencadenada en Barcelona desde comienzos de 1920. Circunstancias tremendas todas ellas, que exigieron el m¨¢ximo esfuerzo de un conservador que trat¨® mantenerse siempre dentro del marco de la legalidad constitucional mientras no dejaban de llegarle voces que le demandaban actitudes en¨¦rgicas frente a los conflictos sociales y el terrorismo. En ese sentido, siempre se ha ligado su asesinato al hecho de que, el 8 noviembre de 1920, hubiese nombrado gobernador civil de Barcelona al general Mart¨ªnez Anido, que despleg¨® una pol¨ªtica de mano dura frente a la conflictividad social que imperaba en la ciudad.
En su estudio de 1978, Carlos Seco exhum¨® un siniestro documento en el que los pistoleros anarquistas del Sindicato ?nico anunciaban su decisi¨®n de asesinarle: ¡°Este sindicato acord¨®, en sesi¨®n tenida el d¨ªa 1 de los corrientes, proceder a su asesinato, lo que se le comunica a su debido tiempo para que, en los pocos d¨ªas de vida que le quedan, pueda arreglar sus asuntos; supone este sindicato que ya est¨¢ usted convencido de que no en balde se amenaza, as¨ª como tambi¨¦n le previene la seguridad de que, en corto plazo, se habr¨¢ llevado a cabo su asesinato, siendo destinado a morir vilmente, como le corresponde por puerco y por ladr¨®n.¡± El documento parece anterior al nombramiento de Mart¨ªnez Anido
Era un an¨®nimo, se supone que de noviembre de 1920, que no parece que fuera echado en saco roto por el entonces presidente del Consejo de Ministros, que hizo diversas manifestaciones en las que coment¨® a sus allegados que cre¨ªa cercana su muerte.
Con aquel asesinato, al igual que lo que hab¨ªa ocurrido nueve a?os antes con el de Canalejas, tal vez se destruy¨® una posible v¨ªa de modernizaci¨®n del sistema pol¨ªtico espa?ol en la crucial d¨¦cada de los a?os veinte del pasado siglo.
Octavio Ruiz-Manj¨®n es miembro de la Academia de la Historia.
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