Manifestaci¨®n del 9-M
Ellas no romper¨¢n los techos de cristal si nosotros no fregamos los suelos de baldosa. Porque el problema no es la escasez de mujeres en la ciencia o el Ibex, sino de hombres en el hogar
Los hombres no contribuimos a la igualdad de g¨¦nero el 8-M, sino el 9-M. No se necesitan nuestros gestos visibles en las calles, sino nuestras acciones invisibles en el hogar. Deber¨ªamos pavonearnos menos en las redes y deslizarnos m¨¢s por las webs del banco, la seguridad social, la luz, el gas y el colegio, como mayoritariamente hacen ellas.
Ante cualquier causa, pocos pa¨ªses tienen m¨¢s capacidad que Espa?a para movilizar lo...
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Los hombres no contribuimos a la igualdad de g¨¦nero el 8-M, sino el 9-M. No se necesitan nuestros gestos visibles en las calles, sino nuestras acciones invisibles en el hogar. Deber¨ªamos pavonearnos menos en las redes y deslizarnos m¨¢s por las webs del banco, la seguridad social, la luz, el gas y el colegio, como mayoritariamente hacen ellas.
Ante cualquier causa, pocos pa¨ªses tienen m¨¢s capacidad que Espa?a para movilizar los corazones. De los aplausos en los balcones a las macromanifestaciones, salimos con facilidad al exterior, presencial o virtualmente. Somos extrovertidos y justicieros. Mitad Quijote, mitad Lola Flores. Pero la lucha contra la desigualdad no requiere convocar corazones, sino cabezas: preguntarnos fr¨ªamente cu¨¢l es la causa del problema y c¨®mo corregirla.
En el ¨¢gora nacional, la artiller¨ªa pesada se lanza sobre la situaci¨®n laboral de la mujer. Sufren m¨¢s paro, cobran menos, hay pocas en ciencia, tecnolog¨ªa y puestos de responsabilidad. Y reclamamos pol¨ªticas que palien la brecha de g¨¦nero. Si el mundo profesional fuera una carrera en la que corremos todos, a las atletas femeninas les ofrecemos peque?as ayudas: alg¨²n avituallamiento extra, alguna calle reservada, y muchos carteles de publicidad institucional proponiendo ¡°modelos¡± ¡ªhero¨ªnas que han conseguido triunfar en campos monopolizados por varones¡ª. Pero, como Arlie Hochschild argumenta en La doble jornada (un libro desgraciadamente cl¨¢sico, porque la cosa sigue sin mejorar 30 a?os despu¨¦s de su primera edici¨®n), no faltan modelos para las mujeres que quieren progresar profesionalmente. Quienes las discriminan no son tanto las empresas en su primera jornada (la laboral) como nosotros en la segunda (la familiar).
Si las espa?olas pasan de media nueve horas m¨¢s a la semana cuidando de los hijos, y seis m¨¢s en tareas del hogar (seg¨²n un estudio de L¨ªdia Farr¨¦, Yarine Fawaz, Libertad Gonz¨¢lez y Jennifer Graves) que nosotros, no pueden competir en el mercado laboral en las mismas condiciones. Ninguna facilidad que se les d¨¦ en la carrera profesional compensar¨¢ el hecho de que corren con tobilleras lastradas. Las que deber¨ªamos llevar tambi¨¦n nosotros, con id¨¦ntico peso. Ellas no romper¨¢n los techos de cristal si nosotros no fregamos los suelos de baldosa. Porque el problema no es la escasez de mujeres en la ciencia o el Ibex, sino de hombres en el hogar. @VictorLapuente